Heredero de un multimillonario romance Capítulo 91

- Quiero que te corras.

El multimillonario me sobresalta hasta el punto de provocar un vértigo que me invade de nuevo. Pero ya no por el despegue del avión y el miedo al mismo, sino por ser manoseado descaradamente y excitado sin pudor.

Las propias bragas que Damir había cubierto con sus dedos se empaparon rápidamente de humedad. Era como si estuviera esperando...

- ¿Qué?

- Todavía estás tensa, Jana. Voy a soltarte. ¡Con un orgasmo caliente!

- Pero..." me tapó la boca con la mano, impidiendo mi indignación.

- Confía en mí y disfruta. Nadie entra en el compartimento.

El hombre se levanta de su silla, caminando en dirección a donde termina el compartimento. Rápidamente retira las cortinas, vuelve, me mira con fiereza, con hambre. Esa mirada sensual me hace sentir como un sólido volcán en ebullición en mi interior, a punto de entrar en erupción en cualquier momento.

Damir se arrodilla frente a mí, confundiéndome por completo. No sé qué está haciendo... ¡No es su estilo en absoluto!

- ¿Qué estás haciendo...?

Está interrumpiendo.

- Cariño, quieres una emoción, ¿no?

- Yo... -suelto un gemido, con los dedos de los pies apretados-. Mordiendo mis labios, ardiendo como una antorcha. Apreté los dedos contra los reposabrazos de la silla, incapaz de controlar el deseo excitado de la mujer. Tenía ganas de un deseo de mujer, y luego me fui. ¿Qué clase de autocontrol? La restricción. La autoconciencia de que tengo que bloquear mis sentimientos. ¡No te enamores!

No funciona.

Cuántas veces he intentado...

¡Su aura es tan fuerte que puede destruir el mundo entero! Y poner de rodillas a cualquier hombre en ella. Las personas bajo su poder son marionetas. A partir de ahora soy su marioneta. Su más querido. Una voluntad que ha roto con sus encantos depredadores.

Damir sigue arrodillado ante mí. Sus duras y calientes palmas caen sobre mis temblorosas rodillas, apretando con fuerza.

Los ojos del empresario se oscurecen al máximo, ¡prometiéndome todas las cotas del vicio! Me lanza con ellos al abismo del pecado, de la seducción descarada, del sexo frenético sin normas ni moral.

El hombre agarra el dobladillo de mi vestido con los dedos y lo sube hasta la altura del vientre, dejando al descubierto mis muslos y mis piernas.

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