Jiang Ning no les había enseñado muchos movimientos. Sólo tres. Parecían sencillos pero había mil formas de adaptarlos.
Cada persona tenía sus propias fortalezas, así que podían adaptar la técnica a su manera. Lo más escalofriante era que todas esas técnicas eran muy sencillas en esencia pero muy efectivas y podían causar enormes daños.
El hermano Gou y los demás estaban emocionados de sólo saber eso. Sabían que habían llegado a otro mundo y que Jiang Ning les había abierto la puerta. Tenían mucho más claro que el camino en esta segunda etapa de su carrera sería más arduo, aunque también mucho más emocionante. Mientras pudieran seguir a Jiang Ning, no le temían a nada.
Jiang Ning no se preocupó para nada al ver cómo les estaba yendo a los lobos en el entrenamiento. Después de echarles un vistazo y terminarse su cigarrillo, se fue en el auto.
Mientras tanto, en Shengcheng.
Lu Qian estaba ahí. No había tenido noticias de su hijo Lu Xun y también había perdido contacto con Dragón Explosivo. Lu Qian temía que el maestro Fu hubiera regresado y asesinado a su gente. Sin embargo, al volver a Shengcheng no había rastro de él por ningún lado.
Ese vejestorio no se atrevería a volver. Se había preocupado por nada. Pero, entonces, ¿dónde estaba Lu Xun? A su hijo le encantaba jugar e iba a donde quería, además de que era un personaje extremadamente arrogante y altivo. Lu Qian lo sabía pero no le molestaba. Era su hijo, ¿a quién le molestaba si era dominante? Era su derecho ser engreído.
Ya que el maestro Fu no se atrevería a volver a Tianhai, no tenía nada de qué preocuparse.
―No hay rastros del maestro Fu ni de Espada Rota. Parece que nuestro informante es confiable: el maestro Fu está muerto. ―Dragón de Hielo había conseguido algo de información. Frunció el ceño. ―Si el maestro Fu está muerto, entonces debemos prepararnos en caso de que Espada Rota venga a atacarnos.
―No hay noticias. No se preocupe, jefe. Lu Xun estará bien con Dragón Explosivo ―respondió Dragón de Hielo.
Lu Qian asintió y dejó el tema. Sólo quedaban unas cuantas personas necias en Shengcheng que aún se aferraban. Zhang Cheng incluso declaró que no iba a ceder aunque tuviera que morir. Lu Qian sólo tenía desprecio para él. Nada más. No lo mató de inmediato porque todavía sentía que necesitaba a alguien que conociera el territorio para controlarlo. Después de todo, Zhang Cheng lo había controlado durante los últimos diez años. En cuanto encontrara un reemplazo para él, no viviría para ver un nuevo día.
Además de Zhang Cheng, había otros en Shengcheng en la misma situación. La ciudad cubría un área enorme. Si el maestro Fu lo controlaba todo él solo, eso requería mucha energía y era muy difícil. Así que había decidido delegar áreas a diferentes jefes. Fue una movida muy inteligente. Otros podían ayudar a llevar la carga de controlar las varias áreas y él podía seguir estando a cargo de toda la ciudad. Sólo necesitaba controlar a Zhang Cheng y a los otros jefes. Después de todo, era un viejo zorro astuto. Incluso Lu Qian, su enemigo declarado de los últimos diez años, tenía que admirar el hecho que el maestro Fu era taimado.
Lu Qian lo tenía todo planeado. Una vez que tomara el control de Shengcheng y la limpiara, comenzaría a moverse hacia otras ciudades en Tianhai. No tomaría mucho tiempo ni mucho esfuerzo lograrlo. Así que, por supuesto, a Lu Qian no le molestaban esas cosas. No obstante, cuando pasaron de las nueve de la noche y no había noticias de Lu Xun, comenzó a ponerse intranquilo.
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