Un conejo astuto tiene más de una madriguera. Lu Qian lanzó un pequeño suspiro de alivio una vez que logró ocultarse en un escondite que había preparado hace muchos años.
Todos sus hermanos estaban muertos. Su único hijo estaba muerto. Habían muerto a manos de Jiang Ning, ese terrible hombre. Cuando pensaba cómo había atacado, sentía un escalofrío en la espalda. «Es demasiado poderoso». Respiró hondo. «Ni siquiera esos habilidosos peleadores que trabajan para el norte serían igual de fuertes». Había visto a peleadores habilidosos. Sabía lo espeluznantes que podían ser esos artistas marciales.
Cuanto más lo pensaba, más sentía que Jiang Ning era más complicado de lo que creía. «Tengo que ir al norte. He perdido demasiado esta vez, ese hombre vendrá por mí». No sólo había perdido los círculos ilegales de Tianhai, sino que probablemente también perdería Linhai. Sin la suficiente influencia de su lado, sería difícil que sobreviviera.
Su expresión se mudaba cada que pensaba en el temperamento de ese hombre. El precio que pagaría por lo que hizo esta vez sería enorme. Ahora Linhai y Tianhai era lugares donde no podía quedarse, así que tenía que irse.
Respiró hondo, tomó del refrigerador una botella de agua mineral y se la bebió de un trago. Había corrido hasta ahí sin comer ni beber nada. Estaba exhausto pero no se atrevía a descansar.
―Jiang Ning, ¡volveré para vengarme!
Lanzó la botella a un lado y salió por la puerta. En cuanto la abrió, sintió Lu Qian sintió un escalofrío detrás de él. Un aire de peligro se aproximaba.
¡CLANC!
Volaron chispas por todos lados. Lu Qian ni siquiera se volvió. De inmediato sacó una daga de su cinturón y la blandió a su espalda. Las dos hojas chocaron y sacaron chispas que brillaron con intensidad en la oscura noche.
―¡Espada Rota! ―gritó Lu Qian con ojos saltones―. ¿Viniste a matarme?
La botella estaba completamente sellada. Lu Qian no se atrevía a beber ninguna otra agua. Aun así, esa botella cerrada resultó ser un problema. La droga hizo efecto rápidamente. Lu Qian sintió que la cabeza le daba vueltas y se desplomó en el suelo. No tenía más fuerzas para huir.
Espada Rota se acercó con lentitud y lo miró desde arriba. Su rostro seguía inexpresivo.
―Ustedes dos… ¿están intentando hacer que los dos poderes peleen? ―preguntó Lu Qian furioso mientras jadeaba.
―¿Acaso la pelea ha terminado alguna vez?
Espada Rota no se molestó en seguir hablando con él. Blandió la espada que llevaba en la mano y mandó a volar la cabeza de Lu Qian.
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