Cuando vio que Zhang Cheng le ofrecía un cigarro, el hermano Gou se hizo a un lado para no llenarse de ceniza.
―Perdón, perdón ―Zhang Cheng guardó los cigarros rápidamente―. ¿Puedo preguntarte algo, hermano Gou?
―Suéltalo.
Al hermano Gou no le gustaba andarse por las ramas.
―El señor Jiang dijo que iba a darme un pedazo de su pastel. ¿A qué se refiere?
Zhang Cheng no se atrevía a ser descortés. Había visto lo poderoso que era el hermano Gou, además de que era el más cercano a Jiang Ning, así que en definitiva era una persona importante.
―¿Cómo se supone que sepa eso? ―El hermano Gou lo fulminó con la mirada―. ¿Podrías no preguntarme cosas que requieran que use mi cerebro?
Zhang Cheng se quedó helado y no se atrevió a preguntar más. ¡Qué temperamento tan espeluznante!
En ese momento, Jiang Ning salió con Lin Yuzhen. De inmediato, Zhang Cheng se cuadró y no se atrevió a verse irrespetuoso en lo más mínimo.
―Gran jefe, le abriré la puerta.
El hermano Gou abrió la puerta del auto.
―Señor Jiang, señora Jiang ―los saludó respetuosamente Zhang Cheng.
A Jiang Ning no le importaba cómo lo saludara la gente, pero a Lin Yuzhen le parecía curioso que alguien de casi cuarenta años la saludara de manera tan formal.
―Deshazte de todo lo que tengas en Shengcheng en dos días y trae a tu gente a Donghai. Gou arreglará las cosas.
Luego, Jiang Ning se fue con Lin Yuzhen. Zhang Cheng respiró hondo. Esa era la respuesta. No se atrevió a dudar y mucho menos a negociar.
En dos días, Zhang Cheng se había deshecho de todo lo que tenía en las manos y ni siquiera le importó si sacaba ganancia o no. Después de eso, llegó a un acuerdo con todos los hombres que trabajaban para él y sólo se llevó a los más leales a Donghai. Contactó al hermano Gou, quien ya había dispuesto todo para ellos. Los llevó al Mercado de Verduras Nanpu al sur de la ciudad.
Algunos de sus hombres estaban descontentos e indignados. Sentían que Zhang Cheng había cometido un error al ir a Donghai. Si se hubieran quedado en Shengcheng como los demás, habría sido magnífico. Seguirían en su territorio de siempre, haciendo lo que conocían y hasta tendrían buena posición. ¿Qué estaban haciendo ahora? Zhang Cheng no dijo nada. Él también sentía que Jiang Ning estaba humillándolo a propósito.
―¡Jefe! Malas noticias.
El rostro de Gao Fei estaba pálido mientras se acercaba tambaleándose. Se resbaló y cayó dos veces pero no le importaba llenarse las manos de hojas podridas de verduras. ¡Malas noticias!
La expresión de Zhang Cheng cambió.
―¿Qué pasó?
―Dos hábiles luchadores de Linhai aparecieron de la nada en Shengcheng y dejaron un montón de muertos. Fue una masacre. Dos de los jefes que quedaban están muertos. Fue horrible.
PUUUUM.
Zhang Cheng sintió como si le hubiera caído un rayo. De repente entendió por qué ese día el maestro Fu le había dicho que le agradeciera.
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