¡CLANC!
El cuchillo y la espada se encontraron de nuevo e hicieron volar chispas por todas partes. Espada Rota no dijo nada. Estaba enfocado en matar al otro. Su larga espada había perdido la punta, pero ahora se veía aún más aterradora. Aunque era una espada rota, podía atravesar con facilidad el corazón de alguien.
El ruido de gente matándose continuó y a Espada Rota no le molestaba en lo absoluto. Blandió su larga espada y se volvieron uno. Era tan rápido que nadie podría creer que ese hombre estaba cerca de los cincuenta. Habrían pensado que se trataba de un joven enérgico.
¡CLANC!
¡CLANC!
¡CLANC!
Su espada era demasiado rápida. Qi Hu siguió bloqueando los ataques y podía sentir que la mano le empezaba a doler. No tuvo que mirar para saber que la piel entre el pulgar y el índice se le estaba desgarrando a causa del impacto de los ataques de Espada Rota.
―¡Vete al infierno! ―rugió Qi Hu.
Sin embargo, no se atrevía a descuidarse porque Espada Rota era demasiado poderoso. Si no se esforzaba al máximo para luchar contra un hombre tan habilidoso, entonces quizás tendría la oportunidad de darlo todo.
Mientras seguía dando estocada tras estocada, la sombra de la espada parecía un fantasma. La expresión de Espada Rota era tan fría y distante que causaba escalofríos. Qi Hu bloqueaba todos los ataques e intentaba esquivar otros pero, de repente, Espada Rota lanzó un grito grave. Su muñeca se sacudió violentamente y la espada también comenzó a temblar, luego se dobló.
―Eso… ¡Eso es imposible! ―exclamó Qi Hu sorprendido.
Sus ojos se abrieron de par en par y se tomó el cuello mientras retrocedía. Su rostro estaba lleno de incredulidad. Eso era imposible. ¿La espada de Espada Rota era de hecho una espada flexible? Espada Rota guardó su arma y miró a Qi Hu. Por fin, habló:
La noticia también había llegado al norte. Una conmoción así no podía permanecer en secreto de los grandes poderes. En especial, de los dos que estaban peleando entre sí.
La familia Luo era la familia a la que había servido el maestro Fu durante los últimos veinte años. Desde que llegó a Shengcheng, había ganado muchísimo dinero para ellos. Sin embargo, ante sus ojos, el maestro sólo era un perro. Se habían quedado con él durante todo ese tiempo, pero los había decepcionado. Era un perro que los hizo infelices.
Eran las cuatro de la mañana y las luces de la casa de los Luo seguían encendidas.
―¿Está intentando amenazarme?
El hombre que estaba sentado en el escritorio tenía una cara autoritaria que provocaba miedo aunque no estuviera enojado.
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