―Confío en Donghai ―dijo Jiang Ning―. Si el Clan de los Asesinos tampoco logra entrar a Donghai, entonces la reputación de territorio prohibido quedará grabada en piedra.
Cuando eso ocurriera, Donghai en verdad sería un territorio prohibido estable y completamente seguro. Aunque enemigos poderosos intentaran atacar, no considerarían causar problemas en Donghai debido a que la reputación sería suficiente para asustarlos. Además, ahora alguien más estaba gastando dinero para que Jiang Ning pudiera poner a prueba el nivel de la seguridad y la red de información de Donghai, así que claro que estaba más que feliz.
―Entendido.
Huang Yuming nunca cuestionaba las órdenes de Jiang Ning y sólo las llevaba a cabo.
Sabía que si lograba defenderse a la perfección del Clan de los Asesinos a pesar de ser la primera vez que se encontraba con ellos, eso significaría un gran avance para él. Con Jiang Ning a su lado, Huang Yuming también tomó confianza.
―Muy bien, estarás totalmente a cargo de este asunto. Yo estaré viendo desde lejos, así que no te preocupes.
―Entendido.
Huang Yuming asintió respetuosamente. Jiang Ning se volvió y caminó hacia el cuarto de Lin Yuzhen. Por fin podía pasar un rato de relajación con su adorable esposa.
Mientras tanto, Huang Yuming miró a la asesina desmayada en el suelo.
―¡Llévenla al cuarto secreto!
Momentos después, en el cuarto secreto.
¡SPLASH!
Cayó una cubeta de agua helada sobre la cara de la asesina. Al instante se despertó y miró a su alrededor, alarmada. Después de forcejear un rato, se dio cuenta de que estaba atada de manos y pies y no podía liberarse.
―¿Querías matarte? ―Huang Yuming se rio con frialdad―. Ya quitamos el veneno de tus dientes. No te voy a dejar hacerlo.
Ella entrecerró los ojos pero no cambió su expresión. Miró con desdén a Huang Yuming.
El aislamiento del cuarto secreto era muy bueno, así que desde afuera no se podían escuchar los espeluznantes gritos. Después de apenas media hora, la asesina no podía soportarlo más. Jadeaba y su voz era un tanto débil.
―Sólo… mátame… mátame…
―Respuesta equivocada. Continúen.
Huang Yuming mantuvo el rostro inexpresivo. Sus hombres siguieron torturándola y ahora podía escucharse un poco el sonido desgarrador y escalofriante.
Del otro lado, Jiang Ning y Lin Yuzhen entraron al sauna y luego siguieron con un facial. Cuando Jiang Ning vio la piel suave y flexible de Lin Yuzhen, sintió el deseo de besarla.
―Querida, creo que tienes algo en la cara.
Jiang Ning se acercó con el rostro serio…
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