Wang Gao estaba muy feliz. En diez días se las había arreglado para lograr lo que no pudo durante los últimos diez años, así que sentía algo de júbilo. Ahora, él mandaba en Donghai. Aunque tuviera que obedecer las órdenes de los de Shengcheng, era su nombre el que resonaba en este lugar.
—Xu Rong se ha ido, Luo también. Todos los que no escucharon se han ido.
Wang Gao estaba sentado en su edificio sede, vestido con una bata y con una copa de tinto en la mano. Se veía muy satisfecho consigo mismo. Tenía el rostro rojo y era obvio que había estado en una feroz batalla hace unos momentos. Aun así, quería más. Después de todo, hace tanto tiempo que deseaba a esa mujer que le arrebató a Xu Rong.
—Tuve mucha suerte de encontrar un barco grande y estable en estas circunstancias.
Wang Gao cerró los ojos, se recostó en el sillón y se relajó.
¡PUM!
De repente, se oyó un estruendo, como si hubieran derribado la puerta principal, y una figura entró volando a la habitación con un alarido. La expresión de Wang Gao cambió y esquivó a la figura que se abalanzaba sobre él. El hombre le tumbó la copa y la hizo añicos.
-¿Quién es? -gritó Wang Gao-. ¿Dónde están todos? ¡Vengan ya!
¡PAM!
¡PAM!
Sus hombres habían llegado, pero a todos los habían echado a la habitación a patadas. Todos cayeron con fuerza contra el suelo, luego se quedaron el silencio mientras perdían el conocimiento. La expresión de Wang Gao cambió terriblemente. Tenía casi cien hombres afuera y ahora todo estaba en silencio.
Cuando vio Huang Yuming entrar con aire despreocupado, un destello cruzó los ojos de Wang Gao.
-Huang Yuming, ¿sabes lo que estás haciendo? -rugió con furia—, ¡Estás buscando morir!
Huang Yuming sonrió y caminó hacia la mesa para servirse una copa de vino. Bebió un sorbo y chaqueó los labios.
—Escuché que tu cava tiene muchos vinos buenos. Me la voy a llevar.
—Tú... —Wang Gao estaba furioso—, ¿Estás buscándote una pelea?
—Huang Yuming, no te apresures tanto en cortar lazos. A veces el viento sopla hacia un lado, a veces sopla hacia...
¡PAF!
Huang Yuming lo abofeteó junto con la copa y se derramó vino por todos lados.
—¿Crees que esos bastardos de Shengcheng pueden salvarte? -preguntó con frialdad-. Ellos morirán aún más rápido.
Wang Gao se tomó la cara y fulminó con la mirada a Huang Yuming. No pensó que escalaría tan pronto en tan poco tiempo. Se había encargado de Hei Long y de su hermano y ni siquiera le tenía respeto a la gente de Shengcheng. Ahora había ido a la puerta de Wang Gao e iba a acabar con él. ¿Quién estaba detrás de Huang Yuming?
-¡Yo soy quien controla Shengcheng! Lin Wu y Gao Fei están en Donghai. -Wang Gao apretó los dientes y lanzó su última amenaza-: Los ofendiste al dejar discapacitados a Hei Long y a su hermano. Si me pones una mano encima, seguro que te matarán.
Se había puesto histérico.
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