D O C E
Una semana en el hospital.
No me querían dejar salir, dije un millón de veces que estaba bien y que me sentía mejor. Pero era orden directa del coreano, o sea, no del doctor sino del coreano.
Después de un martirio sin probar una excelente comida como las que venden en la esquina de mi departamento, hoy por fin estoy comiendo un platillo chino.
¿Por qué comida China? !!…No sé!!
A veces las guerras constantes se vuelven obsesiones.
Mi asiático favorito no pisó el hospital desde aquella pequeña charla sobre sus gustos sexuales.
Morey me visitó y me retó por el problemilla con el jefe. Insinuó con querer llamar a mi mamá pero me negué.
Al que no ví y quise ver fue a Mauro. Me estoy yendo por la tangente con él pero en realidad su actitud arruina todo. A principio fue diferente ahora soy un objeto para saciar sus ganas, ya no es igual cada vez que lo veo en la cafetería, me esquiva y luego se aparece por el departamento buscando ser complacido.
Hoy sábado es la cena benéfica de la ciudad, donde cientos de empresas reunidas con un fin, comparten y donan lo que le parezca, tengo entendido que los señores Lovecraft dirigen estas actividades.
Me coloqué un vestido rojo ajustado, que deja un hombro descubierto por completo y el otro sólo lo cubre hasta el comienzo del brazo, sin mangas. Se limita hasta las rodillas, lo acompañé con unos tacones negros de correas que muestran parte de mis dedos y mi pedicure, me pinté los labios de color rojo que resalta con mi piel y me recogí el cabello en un delicado peinado.
Me ví diferente, ya no me vestía para agradar a los abogados de la familia sino para mí.
La celebración sería en el centro en unos de los rascacielos de la ciudad.
El taxi me dejó afuera del hotel donde había periodista con sus costosas cámaras y los flashes daban una sensación a fama.
Caminar por esa alfombra roja en medio de los reporteros me hizo sentirme a una celebridad, una de Hollywood.
Entro en el hotel y un promotor me indica en qué estancia ir.
Todo es lujoso, las cortinas oscuras y las lámparas victoriana.
Está lleno de gente. Todos vestidos elegantemente.
Busco con la vista a Ariel hasta encontrar la, lo logro, la ubico junto a Ethan. Me acerco y saludo.
—Nechi... acabo de ver a tu abuelo... —fue lo primero que dijo.
—¿Qué? —todo era muy bueno para ser hermoso.
Jacob Kipling es un hombre con mucho carácter, digamos que es un chapado a la antigua y por lo tanto muy machista y sexista y esta acostumbrado que se hace lo que él dice.
—Debería ir me... —le digo, ella no puede hacer nada, hizo mucho con estar conmigo todo este tiempo.
—¿A donde va señorita?.
Llegó el que faltaba, doy la vuelta y quedo en actualizando software…
¡Que chinito...! tiene un traje que parece muñequito de torta, de esa de matrimonio. Su traje negro a la medida que resalta su gran estatura y cuerpo trabajado. Dios griego... esa aludacion se queda corta.
—Olvidé algo... tengo que irme —¿por que me tiembla la voz?
—Ah sí, ¿que se le olvidó?
—Algo...
Es muy alto, aún con tacones, tengo que alzar la cabeza para verle a esos ojos achinados.
—Está hermosa señorita...
¿Y que le picó a este?
Se me acerca al oído y dice:
—Esos zapatos se han vuelto mi fetiche favorito...
Trago grueso, válgame Dios... presiono mis muslos; esa confesión y precisamente susurrada en mi oído trajo consecuencia y el muy imbécil lo sabe por su sonrisa de superioridad.
El quiere jugar... ¡juguemos!
Hago lo mismo y le susurro cerca de sus labios.
—¿Conoce la diferencia de una fantasía sexual a un fetichismo?.
—¡Ilumineme...!
—La fantasía sexual es una leve excitación de la imaginación de realizar determinados actos íntimos mientras que su fetiche lo lleva a excitarse mediante esos actos... lo que me lleva a decir que usted señor Lovecraft tiene una fantasía sexual y que si se aplica puede convertir lo en fetiche...
—¿Es una proporción señorita?
—Sólo cito terminología... usted ve si va a la práctica.
—Lo tomo como un sí...
Me guiñó un ojo, tanto atrevimiento me confunde; ¿estará drogado?
—Hola Venecia...
Dos clones me abrazan. Beverley y Berkeley.
—Holis preciosas...
—Estás guapa. —Beverley mira a Aaron— Hola... —lo saluda
—Princesas... —le da un beso a cada una en su cabeza, 'así o más lindo'.
—Ya va a empezar, vamos a la mesa... —la niña nos invita, busco con la mirada a Ariel y Ethan pero no los consigo.
—Se fueron. —me dice Aaron
—¿Cómo?
—Cuando me dabas una clase de parafilias...
—Ok... entonces vamos pues —tomo de la mano a Berkeley y ella me guía.
Nos sentamos en una mesa al fondo donde se encontraba la familia Lovecraft y Holmes.
—Buenas noches... —saludo
Una asiática con ojos brillantes me saluda, debe ser la madre de Aaron y esta junto a ella el señor con quien tropecé, está Shadia y Arthur Holmes con sus niñas.
—¿Cuanto tiempo llevas en la empresa querida? —pregunta la asiática, Christine
—Menos de tres meses…
—¿Y como vas con los malestares...? Hace poco te dieron el alta...
—Efectivamente... ya no aguantaba estar encerrada en aquel lugar.
—Arthur me dijo Venecia... ¡pero gracias a Dios no te sucedió nada malo!
Fui a responder pero alguien me llamó
— ¡Venecia Kipling...!
Volteo y veo al fiscal que me ayuda con el caso de Pamela.
—Martínez...
Saludo.
—Felicidades por el caso... —se refiere al divorcio y la custodia completa de Pamela— acabo de ver a tu abuelo...
—Sí... me han dicho que está aquí. —trato de esconderme y es cuando más me dejan en evidencia.
No se en donde meter la cabeza, todos en la mesa están atentos a la conversación.
—Fue un placer volver a verte, hasta luego —mira a todos— buenas noches...
—Creo que me tengo que ir —dije a los que están en la mesa.
Aaron no me deja de ver y todos están esperando como una explicación, que yo no voy a dar.
Me levanto y salgo del lugar, pude ver a Ariel de lejos y con una mirada supo mis intenciones.
Camino algunos pasos pero me detengo a ver a Mauro con una chica compartiendo saliva.
O sea, no soy la única.
Está vestido para la ocasión.
Trato de retomar mi camino hacia afuera pero me toman del brazo.
—Piensas irte sin saludar a tu abuelo, malagradecida...
—Me duele, ¡suéltame..!
—Vamos afuera… debemos hablar.
—No... tengo cosas que hacer. —si voy con el no terminará bién.
—No te lo pregunté... —trató de llevarme a la fuerza pero alguien lo detuvo.
—Señor Kipling... la señorita dijo que no.
El señor Holmes, le habló y mi abuelo me soltó. El brazo se me marco.
—Tengo cosas que hablar con ella…
—Será después... tenemos cosas que hacer, la señorita es mi empleada.
—Empleada... —dice con sorna— te fuiste de la casa para trabajar como una empleaducha.
—A mucha honra... —miro hacia atrás y veo hacia la mesa y Aaron se levanta— luego hablamos abuelo...
—No tenemos que hablar... te vas a casar con él y punto.
Vuelve el perro arrepentido..
—Dije que no...
—Te mantuve desde que naciste... ya que tu padre se deshizo de ti, nos los debe.
—¡Me fueran abortado!. —me dezhago del amarre otra vez— te hubieras ahorrado mucho, y dejar a un lado la doble moral de porquería y el que dirán de la sociedad, ya me han matado en vida...
Contengo mis benditas lágrimas que quieren salir.
—Cariño vamos al baño... —esa es Shadia y le hago caso.— Christine puedes ver a mis hijas.
—Tranquila querida...
Camino con ella al baño. No hay nadie en éste.
—Tranquila, todo va estar bien...
—Un sándwich estaría bien...
— ¿De tomar?...
—Mosto por favor...
Él cocinó, aproveché la ocasión para verle, se dobló las mangas de su camisa perfectamente blanca y empezó hacer los sándwiches.
Es tan delicado... y hábil con sus manos, no me dí cuenta que me mordía los labios hasta que una sonrisa prepotente de él me hace caer en cuenta de la realidad.
—¿Qué tal si vemos una película mientras comemos...?
Ofrece él
—Suena genial...
Me llevó a una habitación en la planta alta, la cual consiste en un improvisado cine. ¡Tiene un cine en su casa...!
Yo ni cuarto de lavado, tengo que ir a una tintorería para lavar mi ropa.
Puso una película que no había visto. Era subtitulada...
Terminamos de comer y aún rodaba la película.
—¿Quieres tomar otra cosa...?
Yo solo asentí.
Trajo un tipo de licor, yo estaba tan inmersa en la película que no preste atención a la botella.
Ya nos reíamos sin importar la presencia del otro.
Reíamos por cualquier estupidez. Creo que era el efecto del licor.
Hasta que la película terminó y me dí cuenta del constante mareo, traté de erguirme del aciento del diminuto cine y desequilibre y antes de irme de bruces sus brazos me atajaron cayendo en su regazo.
Mi constante risa por mi estado de ebriedad fue silenciado, pero por sus labios.
Y que labios...
Mis labios se movían al compás con los de él, ¡exquisito…!
Entreabri mi labios para dejar escapar un jadeo, el cual aprovecho para profundizar el beso, su lengua jugaba con la mía y todo empezó a volar en ese instante, sus labios se dirigieron hasta mi cuello, extendí mi cabeza hacia atrás dándole permiso para que continúe con su recorrido, el cual tuvo por obstáculos el vestido rojo, sentí como deslizó el cierre pasando sus dedos detrás de éste dejando una sensación de cosquilleo que fue acumulándose entre mis piernas.
Antes de dejar de un lado el vestido, aproveche y le quite su camisa, esa que me costó desabotonar por mi constantes tembladez en mis manos, así de excitada que los botones se me hacían difíciles de quitar, me harté y de un solo jalón volaron los estorbosos botones y su risa se escuchó en el lugar, esa melodiosa risita que por primera vez oía, demostraba que también tenía un grado de alcohol en su sistema.
Paso mis manos por su impresionante pecho, delineando con mi dedo cada músculo tonificado, sus pectorales, sus músculos ancho del abdomen y su bien definido recto abdominal hasta encontrarme con el piramidal que está siendo escondido por el pantalón, la clase de anatomía era mi favorita.
Mi vista pasa de su pecho a sus ojos, eso brillantes ojos negros, promete mucho esta noche.
De un dos por tres soy alzada, mis piernas quedan a cada lado de su cintura y en otro arrebato de besos me lleva a una habitación como la que sería mia pero esta es más grande.
Me abaja y tras colocar mis pies en el suelo.
Cae el vestido dejando a la vista mis pechos.
—Fíííííuuu… —Silva el asiático.
Su vista no desciende de ellos. Toma uno comprobando que si son reales, su tacto endurece por completo mis senos y con eso erizando mi piel.
Su mano bajó de ellos hasta la elástica de mi pantaleta, la cuál, palpando su líga superior, balbucea algo que no entendí.
Tomé valentía y le quite la correa y desabroche su pantalón, se lo quitó junto a su boxer y sus zapatos y estando agachado, tomó mi pierna derecha y quito mi tacón, hizo lo mismo con el pies izquierdo, sus manos descendieron por mis piernas, muslos hasta colocarse en mi trasero y tras un apretón me alzó llevándome a la cama, me posicionó en ésta, se deshizo de mi pantis y me miró directamente a los ojos.
No habíamos hablado en todo este tiempo hasta ahora.
—Sólo es...
Ya me sabía este cuento. Sí.
—Lo sé —culmine por él.
Se acercó con besos, que fueron pisar las nubes para mí.
Se posicionó entre mis piernas, por un momento me asusté, no tenía puesto protección.
—El condón... —le sugerí
—Tranquila. No puedo tener hijos...
No necesariamente para eso es el condón pero no teníamos tiempo para una charla de educación sexual.
No se si alegrarme porque tendré sexo con él o entristecerme porqué nunca será padre.
—Cambia esa cara...
—Es...
No me dejó terminar la frase porque entró en mí.
Una y otra vez, con decir que se me olvidó lo que iba a decir.
Terminamos este encuentro de placer, inmediatamente después de caer a un lado de mí se quedó dormido.
Me levanto y busco mi pantis y me la coloco junto al vestido, veo la habitación y hay una foto de él, o sea, me trajo a su habitación.
Tomo su ropa del suelo y se la doblo y la dejo en el sofá que está cerca de la cama, agarro mis zapatos y salgo de allí para irme a mi habitación, él lo dijo: sólo es sexo. Confesando luego del placer momentáneo que tuve, que me estristecio haberme fallado, había puesto en mi corazón cuidarme de estas cosas y no dejar que alguien usará mi cuerpo, quería hacer la diferencia pero caí...
Comentarios
Los comentarios de los lectores sobre la novela: IntensaMente (COMPLETO)