Jefe Atrevido: Amor Retardado romance Capítulo 126

Nadie escuchó las palabras que se dirigió Erika a Vanesa hasta que se lo preguntó la señora Diana. A pesar de ser altanera pero sabiendo que cometió un tremendo error, Erika no era del tipo mentiroso, así se lo contó todo lo que dijo hoy a la señora Diana. Después de escuchar todo, Diana se quedó muy enojada que rompió la taza de té que sostenía en la mano.

Pero mirando sus ojos inocentes, se contuvo su furia. Diana era una dama educada, lo más que no podía soportar era escuchar las palabras groseras y agrias.

«Siendo una dama educada, ¿cómo las podría decir Erika? ¡Son palabras nada decentes!»

Luego Diana las repitió a Santiago y éste se quedó desalentado.

—De acuerdo, hablaré con ella, y siento mucho por lo que mi mamá te había dicho —dijo Santiago.

Vanesa echó a reír,

—Entonces hablaremos después de que ella venga aquí..

La miró Santiago suspirando

—Lo siento.

Echada al sofá, Vanesa volvió su cabeza para otro lado con las lágrimas deteniéndose en los ojos,

—Santiago, estando a tu lado, ya he sufrido casi todo tipo de insultos.

Santiago se quedó de repente rígido por sus palabras y se mantuvo callado por buen rato.

Apenas Santiago salió de su casa, Vanesa se fue al comedor para las limpias y luego a la cocina. Cuando todo estaba ordenado, se sentó a la ventana mirando afuera.

«Hoy hace buen día, y lo es para mí.»

Ganó la batalla, pero no se sentía tan feliz como se imaginaba.

Mientras en la villa de la familia Icaza, Diana se quedó relajada por la llamada de Santiago. Colgando el teléfono, y luego miró a Erika que estaba inmóvil con los ojos hinchados. Frente a su rostro lívido, Diana suspiró aliviada,

—Vanesa ya decidió mantenerlo en secreto.

Erika la miró con los ojos asombrados,

—¿En serio? ¡Genial!

—Pero —detuvo Diana y la volvió a mirar—, hay una condición.

—¿Cuál es? —dijo Erika— ¿Pide dinero? Tenemos mucho y se lo podremos ofrecer.

Escuchando sus palabras, Diana se quedó desalentada con ella.

—No es cuestión de dinero —detuvo por un segundo—, Vanesa pide que vayas a su casa para pedirle perdón por lo que le has dicho hoy.

—¿Que yo le pido perdón? —gritó Erika.

—Sí —dijo Diana con cierta impaciencia—, ¿algún problema?

—No, no, no tengo problema. Es mi deber pedirle perdón —dijo Erika temblando.

«Lo que le dije hoy es muy exagerado y debería pedirle perdón, pero me da vergüenza. ¡Nunca había estado en una situación tan humillante!»

Erika siempre despreciaba a Vanesa, ahora le tocó a ella experimentando la humillación que sufrió Vanesa.

«Además, me golpeó hoy que hasta ahora me duele el vientre».

A pesar de una edad mediana, Erika se conservaba muy bien con la piel bien blanca y tierna, pero con un golpe tan fuerte que le dejó en el vientre una marca bien roja e hinchada.

«¿Por qué nadie lo mencionó? Los insultos realmente exagerados, pero no la pegué por lo menos, además, ¡soy su madre! Pero nadie me hizo caso».

Murmuró Erika acariciando su vientre, pero no se atrevió a decirlo porque con lo que había hecho ya no tenía nada que justificarse.

—Que lo hagas lo antes posible —dijo Diana—, llévate los regalos y pídale perdón con la máxima sinceridad, al fin y al cabo, eso estaba relacionado con la reputación de tu hijo.

—Vale, vale —dijo Erika.

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