Jefe Atrevido: Amor Retardado romance Capítulo 127

Vanesa volvió a visitar la pastelería por la tarde y charló con Fabiana quien le caía muy bien. Quería comprar la tienda y pedirle que siguiera trabajando para ella.

La chica estaba de acuerdo con su plan, porque tampoco tenía muchas salidas una vez abandonada la tienda, además, Vanesa la trataba bien sincera así que le gustaría trabajar de dependiente.

—Pero, te digo sincero que aquí no se vende muy bien —dijo la chica.

Vanesa sonrió,

—Lo veremos pues. Si me sale mal, haré otro negocio.

—Vale, mi arrendamiento se expira a fin de este mes, para entonces me pondré en contacto contigo para que negocies con el propietario —dijo la chica.

—Muchas gracias —dijo Vanesa contenta.

Terminó lo de la tienda, Vanesa daba unas vueltas al alrededor y luego se fue directo a casa.

Como se sintió incómoda, después de unos desplazamientos entre la sala y el comedor, Vanesa iba a descansar, pero apenas subió las escaleras, llegó Erika con las dos sirvientes que sufrieron sus golpes ayer, sosteniendo muchos regalos en sus manos.

Cuando Erika tocó el timbre, Vanesa abrió la puerta. En cuanto la vio, Erika se quedó incómoda, pero sonrió forzosa,

—Buenas tardes, Vanesita. ¿Estás en casa?

Vanesa le respondió en un tono altanero,

—¿Si no estuviera en casa, a quién esperabas que te abriera la puerta? ¿A la fantasma?

Con un rostro avergonzado, Erika cedió los pasos a las sirvientes para que entraran con los regalos, y Vanesa las miró inmóvil.

—Vanesa, vengo a pedirte perdón. Te disculpa por los insultos contra tus padres —detuvo Erika por un momento y la miró—, espero que me perdones, sabes que no lo hice con intención.

Vanesa se quedó sorprendida por sus palabras sinceras. Pero Vanesa se mantuvo callada y la miró con frialdad.

«¡Qué altanera que ni siquiera me responde!»

Después de un momentáneo silencio, Erika añadió,

—La señora Diana y mi marido ya me lo reprocharon y yo siento mucho por los insultos. Éramos familiares hace poco, y por nuestra relación, espero que me perdones. Eres una chica generosa, sé que no lo tendrás en cuenta.

«¿Por nuestra relación? ¡Que es lo que más nos falta!»

Vanesa casi se rió por sus palabras.

«¿Qué relación teníamos entre tú y yo? Es nada más que tus insultos y humillaciones.»

Vanesa seguía callada, inmóvil, y las sirvientes lo estaban también.

Cuando Erika detuvo sus palabras, Vanesa dijo,

—¿Así es todo?

Erika apartó sus miradas,

—Sí, todo.

Luego Vanesa abrió la puerta,

—Entonces vete.

Todas se quedaron avergonzadas con su inesperada despedida.

Erika estaba muy sorprendida.

«¡Maldito sea!¿Me está echando ahora?»

Erika reprimió el enojo y intentó mantenerse calmada y la miró sonriendo.

«Tranquila! Erika, no vengo a discutir con ella hoy».

Así que después de pensarlo, respiró profundo y dijo,

—Vale, no te molestamos más, que descanses bien. Me voy.

Apenas salieron, Vanesa cerró la puerta con tanta fuerza que la dejó a Erika temblar de asombro.

Mientras Vanesa subió las escaleras, Erika volvió a mirar su casa y después de un largo y profundo respiro, se marchó.

Ahí en el patio le estaba esperando el chófer y sonrió él cuando Erika se metió al coche,

—Señora, ¿ha terminado pronto?

Erika se mantuvo callada mirando afuera por la ventana. Cuando el coche se arrancó alejándose de su casa, Erika se rompió en sollozos de repente.

«Nunca sufrí la humillación como tal».

Fue la primera vez en su vida que pidió perdón de tal manera.

Comentarios

Los comentarios de los lectores sobre la novela: Jefe Atrevido: Amor Retardado