Sin nada quejas sobre su ausencia por mucho tiempo, Vanesa dijo en un tono tranquilo,
—Salí porque me sentí aburrida.
Quitándole curita de sus manos, Santiago se arrodilló ante Vanesa levantando su larga falda para examinar sus pies. Apenas los tocó, Vanesa se retrocedió porque le picaba.
—No te muevas —dijo Santiago.
Santiago lo cubrió con una curita suavemente.
Vanesa levantó la cabeza y vio a Lidia que estaba no muy lejos. Bajo la luz parpadeante, Lidia estaba mirando a Santiago pero no se veía nada emoción porque el ambiente era tan oscura.
Con los ojos fijos en ella, Vanesa dijo,
—Con cuidado. Me duele.
Si fuera antes, Santiago no le habría hecho caso para tal cosa, pero Vanesa escuchó con claridad su voz bajita murmurando,
—Vale.
«No sé cuánto tiempo me buscaste pero lo seguro es que llevabas mucho tiempo charlando con Lidia. Tal vez ahora seas muy culpable por haberme abandonado durante mucho tiempo, pero lo mereces, ¿no?».
Vanesa lo miró con las miradas triunfantes.
Tras cubrir curita en un pie de Vanesa, Santiago revisó su otro pie y se lo cubrió con el otro que sostenía en bolsillo para evitar la rozadura de zapatos.
Terminado el trabajo, le puso los zapatos con suavidad.
Lidia estaba de pie allí con la mirada sorprendente, desalentada e incluso triste cuando vio que Santiago le puso los zapatos.
En este instante, Vanesa se quedó de pronto contenta sonriendo en silencio.
«La vuelvo a ganar».
se levantó Santiago después de ayudarla a ordenar la falda.
—Levántate y camina unos pasos, a ver si te hace daño el zapatos.
Agarrando su brazo, Vanesa se levantó lentamente,
—Mucho mejor, gracias.
Como lo que pensaba Vanesa, escuchando su agradecimiento, Santiago se quedó más culpable. Estaba contenta por haberle agravado aún más su culpabilidad.
Santiago no era una persona despiadada, sólo que no le ama
Santiago asintió y luego llevaba a Vanesa a salir.
Pero cuando llegó a la puerta, Vanesa giró la cabeza y la miró. Se quedaba todavía ahí Lidia inmóvil y se veía un poco sola.
«Tal vez me veía también tan sola sentada en el banco, así que Santiago me trata ahora tan suavemente».
Llegaron poco después al comedor del buffet donde se servían nada más que los dulces.
Los había probado Vanesa y los consideró poco sabrosos. Santiago dio las vueltas una tras otras sin encontrar nada que le apeteciera. Se veía un poco desalentado.
—No te preocupes, me quedaré bien con un vaso de agua —dijo Vanesa sonriendo.
El dolor de estómago era un problema crónico. Además Vanesa ya bebió unas copas de vino con el estómago vacío cuando estaba charlando con los socios de Santiago así que suspiró Santiago,
—Espérame aquí, vuelvo enseguida.
Asintió Vanesa y se marchó Santiago desapareciendo en la esquina. Luego Vanesa se dirigió a la mesa que estaba en el rincón, al lado de un pilar.
Apoyada contra el pilar, se quedó distraída.
«Sin Santiago a mi lado, nadie me hará caso».
Comentarios
Los comentarios de los lectores sobre la novela: Jefe Atrevido: Amor Retardado