Jefe Atrevido: Amor Retardado romance Capítulo 187

—Vanesa, dime la verdad, ¿te gusta Erick? —preguntó Santiago. Pero Vanesa no hizo ninguna respuesta por quedarse dormida otra vez.

Santiago dio un suspiro, y continuó,

—Si te gusta, está bien, pero deberías conocer su carácter antes de salir con él. Ay... ¡Qué chica más ingenua! Además, es demasiado complicado lo de la familia Covarrubis. No me parece apropiado que estés con Erick, porque este tipo no peso en su familia. Ojo, si lo eliges, te esperará una vida peor.

Antes de seguir, se fijó en Vanesa con cierta tristeza,

—Le prometí al abuelo que te trtaría bien, así que tengo que entregarte a alguien de confianza. Vanesa, tienes que sacarte brillo e ir a buscar a alguien en quien puedas confiar, ¿lo sabes?

En este momento, Vanesa no sabía nada. Estaba dormida profundamente con la cabeza inclinada.

Santiago la ayudó a lavarse los brazos y las piernas y luego intentó sacarla de la bañera. Sin embargo, Vanesa se sintió incómoda por el tirón, también porque su ropa mojada se le pegaba al cuerpo. Inconcientemente, ella se puso a quitar la ropa, mientras se quejó de la incomodidad.

Santiago se puso nervioso, y apretó sus manos para impedirla,

—¡Para! Te la puedes quitar cuando salga.

Pero Vanesa no le hizo caso, y sus manos que se liberaron del control de Santiago quitaron la ropa exterior de un plumazo.

Santiago apretó los dientes y fue a buscar la toalla. En cuanto se dio la vuelta, Vanesa ya se quedó desnuda por completo.

Santiago trató de contener su deseo apretando sus dientes, se acercó y envolvió a Vanesa en la toalla. Luego la sacó con un tirón.

Vanesa murdudeaba sin parar por sentirse incómoda,

—Siento calor... Quiero vomitar... Me mareo ...

—¡Qué chica molesta! —Santiago la llevó a la cama. Le encontró el pijama e intentó ponérselo a Vanesa.

Tantos movimientos por fin hicieron recuperar la conciencia de ella. De un golpe, se levantó para sentarse en la cama. Miró a Santiago con una expresión muy inocente. La situación no le dio nada de vergüenz, pero a Santiago, sí. Además, no se atrevía mirarla cara a cara porque su mirada ahora era como la de la noche de boda.

—El pijama está aquí, póntelo tú —dijo Santiago, y luego se giró de cortesía.

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