Jefe Atrevido: Amor Retardado romance Capítulo 205

Vanesa pidió casi todo lo que pasó por su lado, y Stefano no la impidió tampoco. Hasta que se sintió cansada, Vanesa se dirigió a Stefano,

—Vale, así sea.

Stefano volvió a repetirlo al camarero,

—Estos dos platos se cocinan a vapor, mientras aquéllos se preparan crudos.

Luego se dirigió a Vanesa:

—Vámonos, nos esperan aún dos personas.

Vanesa asintió y se marchó contenta.

Pasando por Santiago, Stefano le agitó las manos,

—Cuando estés libre, ven al número 112 para charlarnos un poco.

Santiago asintió moviendo afirmativamente la cabeza.

Cuando los dos salieron, Lidia dijo en un tono suave,

—¿Cómo se conocen los dos? Dicen que Stefano es un…

Detuvo de repente y se calló.

«No debería decírselo ante esta ocasión.»

Suspiró Santiago largo y profundo,

—Vamos con lo nuestro.

Asintió Lidia y empezó a elegir los platos.

Apenas dobló por la esquina, Vanesa se quedó de pronto desalentada.

«¡Todos los hombres son cabrones! ¡Mentiroso eres Santiago! ¿Cómo no seré consciente de tu intención de volver a la villa?»

Erick y Fabiana estaban cabizbajos mirando sus teléfonos respectivamente cuando los vieron entrar.

—¿Estabais pescando en el estanque? —preguntó Erick.

Stefano echó a reír,

—¿Sabes con quién nos encontramos ahí?

Apenas terminó las palabras, Stefano volvió a mirar a Vanesa,

—Pero me asustes, Vanesita. No pensé que eras…

Con un rostro lívido, Vanesa lo miró con un visible enojo en los ojos,

—¿Qué quieres decir?

Detuvo de repente Stefano, y volvió a sonreír,

—No pensé que eras la Musa que capturó el corazón de Santiago.

Escuchando sus palabras dulces, Vanesa sonrió.

Luego Stefano volvió a mirar a Erick y dijo,

—¡Nos encontramos con Santiago ahí afuera! ¡Dios mío! Hasta entonces supe que Vanesa era la señora de Icaza, ¡nunca podrás sentirte cuánto avergonzado estaba yo!

Erick miró a Vanesa, pero ésta no dijo ni una palabra.

Después de un inmóvil silencio, Erick dijo,

—Así es, pensé que lo sabías por las noticias. Por cierto, estabas en su boda, ¿cierto?

«Sí estaba ahí presente mi cuerpo, pero mi alma estaba ausente».

Stefano era una persona a quien le gustaban las fiestas, pero siempre se quedaría borracho antes de que empezaran las fiestas. Sus ojos estaban casi cerrados cuando Santiago y Vanesa leían el juramento y apenas les saludó por brindis, se desmayó. Y amaneció al día siguiente con todos los recuerdos perdidos.

Stefano volvió a mirar a Vanesa sonriendo,

Vanesa echó a reír, y lo miró a Stefano con una admiración brotando de los ojos.

Esperando a que les llegaran los platos, Vanesa preguntó a Stefano por lo de la familia Merazo en que no estaba interesada hasta que Lidia aparecía con frecuencia al lado de Santiago.

Aunque no la conocía por cara, Stefano la conocía por nombre, y todos los rumores y noticias los consiguió durante las charlas cuando jugaba a las cartas con los demás.

—Dicen que el señor Eustacio Merazo es una persona bien competente que hasta ahora tiene la administración absoluta tanto de la familia como de su empresa. Desde hace mucho tiempo ya quería cooperar con la familia Icaza —detuvo Stefano por un momento y la miró a Vanesa—, pero es un señor bien cauteloso y planteaba arrancar la cooperación hasta que se casara su nieta con Santiago.

«Son todos zorros los viejos comerciantes».

—Pero ¿quién hubiera pensado que el compromiso casi hecho se habría desvanecido de manera tan inesperada —añadió Stefano.

—Pero, aun así, el señor Eustacio Merazo está todavía interesado en la cooperación —dijo Vanesa.

—Efectivamente, dicen que había visitado incluso al Grupo Icaza hace poco —dijo Stefano en un tono sorprendente—, y aquí está lo anormal. Siendo un señor tan respetuoso, Eustacio Merazo nunca se había presentado en tal ocasión porque eran los demás quien le visitaban».

Apoyado contra la silla, Stefano estiró sus piernas y añadió,

—Supongo que o su familia o su empresa habría pasado algo grave que el mismísimo señor zorro tendría que valerse por sí mismo. Y la familia Icaza será la perfecta pareja confiable para él porque le debía un compromiso.

Suspiró Vanesa porque no entendió esta complicada historia.

«De todas maneras, no la dejaré a Lidia en paz hasta que entiendo su intención».

Poco después, llegó un camarero con los platos de mariscos y uno de pescado a vapor que pidió Vanesa especialmente para Erick, mientras los otros tendrían que esperar por un rato.

—Vamos comiéndolos primero que no son pocos —dijo Vanesa.

Stefano puso especialmente el pescado al frente de Erick,

—Pruébalo que te pidió Vanesita, mientras te presenciaremos nosotros cómo disfrutas.

Sonrió Vanesa, pero detuvo de repente, porque encontró ahí a la puerta a una persona.

Con espalda a la puerta, Stefano no se dio cuenta de nada, se dirigió a Erick,

—Vanesita se recuerda casi de todos tus favoritos, y estoy bien celoso.

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