Detuvo Erick por un momento y dijo,
—Concéntrate y no digas tonterías.
Stefano se río de pronto.
«Está tímido este hombre».
Sin levantar las miradas, Vanesa dijo,
—Cuéntame directo si sientes algún afecto hacia mi amiga. No soporto más tu manera de expresárselo.
Stefano echó a reír,
—Veo que nunca te dejarás humillada por los demás.
Mientras Vanesa se mantuvo callada, la volvió a mirar Stefano.
«Rara vez encuentro a una chica tan personalizada como ella».
Jugaban a las cartas hasta que se oscureció. Vanesa y Fabiana terminaron perdiendo todas a Stefano, quien se ponía muy satisfecho con el resultado.
Luego salieron los cuatros a comer fuera del club, cuyo frente estaba justo un restaurante bien decorado.
Con una sonrisa triunfante, Stefano dijo,
—Os invito porque he ganado.
Vanesa y Fabiana se miraron mutuamente sonriendo.
«Tampoco nos gana plata de verdad, pero se pondrá tan contento».
Cruzando la calle, cuando pasó por el estacionamiento ubicado al frente del restaurante, Vanesa se detuvo de repente.
Ahí miró fijamente un coche.
«Aunque no conozco muy bien los modelos automóviles, cuya matrícula la podré identificar porque es única del mundo».
—¿Qué pasa con el coche? —preguntó Erick.
Después de una inmóvil observación, Vanesa movió la cabeza,
—No, nada.
«Es cuyo propietario lo que me interesa.»
Vestido del pijama con las pantuflas, Stefano gritó delante del restaurante con las manos agitando,
—¡Venid! ¡Que no os detengáis ahí como tontos!
Entonces Vanesa y Erick entraron al restaurante.
En cuanto lo vio a Stefano entrar, muchos camareros le saludaron entusiasmados, entre los cuales se le acercó una joven,
—Hola, señor Stefano, sígame por aquí.
Seguidos por la camarera, Vanesa observó los dos lados del pasillo. Los espacios estaban casi todos reservados porque sus puertas estaban cerradas. Los llevaron hasta un espacio privado que no era muy grande, pero estaba bien decorado y elegante.
Apenas se sentaron a la mesa, Stefano les repartió los menús presentando activo los platos más especiales del restaurante. Les trataba incluso más atento que la camarera.
Vanesa dejó el menú del lado y sonrió,
—Que pidas tú si conoces aquí mejor que nadie, además, tú pagarás por su sabor.
Stefano echó a reír,
—¡Tus últimas palabras son una verdad irrefutable!
Entonces Stefano se dirigió a la camarera pidiendo de memoria los platos, pero apenas salió la joven, se levantó murmurando,
—Mejor voy contigo para añadir algunos platos de marisco.
La camarera le cedió un paso,
—Señor Stefano, por favor.
Agitando los pasos, Stefano salió.
—Erick, tu amigo es muy interesante —dijo Vanesa.
—Él es así, simpático y apacible —sonrió Erick.
Pasaron mucho tiempo sin que volviera Stefano, Vanesa se quedó de pronto desalentada,
—¿Qué pasa con ese tío? ¿Nos abandonó con los platos caros?
Erick echó a reír,
—Quizás.
Vanesa se levantó,
—Voy por él.
—Vale —dijo Erick.
Vanesa caminó directo hacia la zona de marisco donde se reunía mucha gente, entre la cual encontró poco después a Stefano, entonces se le acercó.
—Oiga, este señor, ¿estás esperando a que los mariscos produzcan sus hijos o qué? Has tardado mucho.
Apenas terminó las palabras, Vanesa se dio cuenta de que a su frente estaba un hombre. Y el hombre era Santiago.
«Es su coche sin duda alguna con que me encontré afuera.»
Entonces se le acercó saludando en un tono tranquilo,
—Hola, ¡qué sorpresa!
«Nadie más podrá hablar de tal manera»
Acercándoseles, Lidia se dirigió a Santiago.
—¿Por qué has tardado mucho? ¿Algún problema?
Stefano la miró curioso,
—¿Quién es esta señorita?
Hasta entonces Lidia se dirigió a Vanesa,
—Hola, señorita Vanesa, ¡qué causalidad encontrarte por aquí!
«¡Qué mala memoria!»
—Hola señorita Lidia, veo que tienes una malísima memoria. ¿Cuántas veces te he advertido que soy la señora Icaza? Algo tan fácil no eres capaz de recordarlo, ¿cómo serás capaz de trabajar responsable?
Lidia se calló de pronto con una sonrisa forzosa.
—¿Quién es ella? —preguntó Stefano.
—Es Lidia Merazo que está ahora acordando con Santiago en lo de la cooperación.
Terminadas las palabras, Vanesa se dirigió hacia un estante de vidrio,
—Este, eso y aquello los quiero pedir todos, que son mis favoritos.
—Vale, como quieras —dijo Stefano.
—Y ese cangrejo también, muy grande, supongo que será suculento —dijo Vanesa.
—Vale y ése —repitió Stefano a un camarero que estaba a su lado.
—Y ese pez también que es favorito de Erick —dijo Vanesa en un tono contento.
—¿Y a ti no te importa mi gusto? —dijo Stefano desalentado.
Vanesa echó a reír,
—Ya has pedido demasiado, no desperdicies la comida.
Stefano la miró enojado,
—Vanesita, ¿así es como tratas a un amigo? Me quejaré con Erick.
Mientras los dos se rieron, Santiago y Lidia se pusieron ahí inmóvil, avergonzados.
Lidia lo miró a Stefano con los ojos llenos de confusiones.
«Lo conozco también, y aseguro que no es del tipo que se llevará bien con los demás, pero al parecer, son amigos. No importa cuántas veces con que Vanesa le había retado, Stefano nunca se puso enfadado, además éste sonrió fuerte».
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