Jefe Atrevido: Amor Retardado romance Capítulo 245

Cuando llegó a casa Santiago, la sala estaba vacía con luz apagada.

Sentándose al coche, encendió un cigarrillo y lo tuvo entre los dedos.

La habitación de Vanesa y el estudio estaba con luz.

Hasta que se apagara el cigarrillo, Santiago salió del coche para casa.

Pasando por el estudio, Santiago detuvo por un segundo.

«¿En qué estará haciendo ahora? Supongo que está leyendo lo del examen sobre la conducción.»

Luego se fue directo a su habitación.

A esta hora, Vanesa estaba aprendiendo los conocimientos básicos sobre la pastelería, que los necesitaría para el manejo de su tienda.

Mientras leyendo, anotaba algo en el cuaderno.

«Tendré que invitar a Fabiana a casa para que me enseñe algo sobre la pastelería.»

Estaba tan dedicada que no se dio cuenta del regreso de Santiago. Se levantó hasta que se sintió incómoda por haber sentado demasiado tiempo en la silla, luego se acercó a la ventana estirando los brazos.

Hasta entonces encontró el coche de Santiago abajo.

«Pensé que no volvería hoy tampoco.»

Poco después, Vanesa salió del estudio por las aguas. Cuando pasó por la sala, vio el regalo para Hugo.

«Será una gran molestia llevarlo a la villa.»

Pasando por la habitación de Santiago, Vanesa detuvo por un momento.

«¿En qué estará haciendo con la luz encendida? Pues déjalo que no me importa.»

Sin darse cuenta, los dos estaban en la guerra fría y nadie de los dos podría explicarlo, ni Santiago tampoco entendió del todo.

Al día siguiente, Santiago se levantó temprano para el regreso a la villa.

Cuando bajó a la sala, encontró a Vanesa cocinando el desayuno.

De pronto la ansiedad volvió a dominarle cuando pensó Santiago en lo que pasaría después en la villa.

«¡Qué hostia que volveremos a fingirnos como una pareja!»

—Vamos temprano a la villa para comer ahí —dijo Santiago.

—Vete tú primero, llegaré por la tarde —dijo Vanesa.

«No soy bienvenida para su familia, quedándome ahí tan temprano me sentiré muy aburrida.»

—Vale, como quieras —dijo Santiago en un tono frío.

Terminadas las palabras, Santiago salió de casa, mientras Vanesa siguió con su desayuno.

Sentándose a la mesa, Vanesa sacó el teléfono leyendo las noticias rumores, pero los encontró muy aburridas, entonces cambió por las económicas, entre las cuales la primera se trataba de la cooperación exitosa entre el Grupo Icaza y el Merazo, y éste estaba ya dispuesto a emprender la cooperación con el Grupo Morillo.

«¡Qué interesante! Sabía que los de Merazo no se habrían acercado a la familia Morillo por pura casualidad. Apenas se incorporó Lidia al Grupo Merazo, su padre ya le preparó todo necesario para que pudiera meterse fácilmente en el campo comercial. ¡Qué surte tiene ella haber nacido en una familia rica!»

Vanesa volvió a leer el artículo, en que no se publicó todavía con claridad la respuesta de la familia Morillo.

«En realidad, su cooperación no tiene nada que ver conmigo.»

Tras terminar el desayuno, Vanesa lo limpió todo y se fue a la habitación para maquillarse y cambiarse.

Quería ir primero a la tienda para ver cómo se marchó todo, aunque Adam estaba ahí ayudándola con la vigilancia, no podría estar ausente siendo ella la dueña.

Apenas bajó a las escaleras, llegaron dos hombres que venían por parte de Santiago para el movimiento del regalo para el señor Hugo.

«Muy bien, yo sola no podré moverlo ni un paso.»

—Con mucho cuidado, por favor —dijo Vanesa.

Con sólo observar el paquete, ya supieron lo valioso que era el objeto, entonces los dos hombres actuaron con la mayor discreción.

Cuando se marcharon con el objeto, Vanesa se dirigió directo a la tienda.

Adam ya estaba allí.

En este momento los obreros estaban pintando las paredes.

Como ahí dentro estaba llenado de los polvos, Vanesa no entró.

Vestido de un traje casual, Adam estaba mucho más joven. Vanesa se le acercó,

—Si los obreros están aquí, puedes descansar.

Adam sonrió,

—Tu ex marido me dijo que lo vigilara con la mayor atención porque es tu primera vez haciéndolo, espera que te vaya todo bien.

Vanesa se quedó sorprendida,

—¿En serio? ¿No me estás engañando?

Adam la miró a ojos descubiertos,

—¿No me crees a mí? A decir verdad, tu ex marido está muy interesado en tu negocio, había incluso examinado todos los diseños, y los obreros te los consiguió él todos veteranos.

Después de un largo silencio, Vanesa murmuró,

—Pues no es nada extraño, porque había prometido al señor Enrique que me habría cuidado bien.

Adam no dijo nada más.

En este momento, sonó el teléfono de Vanesa.

Era un número desconocido.

—Hola —dijo Vanesa.

—Hola, soy yo —dijo un hombre.

Apenas lo escuchó, Vanesa se quedó sorprendida.

«Es Gustavo, pero ¿cuándo tiene mi número?»

—¿Qué pasó, Gustavo? —preguntó Vanesa.

—No pasó anda —dijo Gustavo sonriendo—, pasa es que no te encuentro aquí en la villa si Santiago ya estaba aquí con nosotros.

—Estoy en la tienda vigilando la marcha de los trabajos, ahorita ya me voy para allá —dijo Vanesa.

—Vale —dijo Gustavo—, te esperamos aquí en la villa. No somos muchos, pero te faltamos a ti.

—Vale —dijo Vanesa.

Apenas colgó el teléfono, escuchó la voz de Santiago que debería dirigirse a ella,

—No tengas prisa, con mucho cuidado en el camino.

«Debería estar lejos porque su voz es muy baja.»

—Vale, no te preocupes, mi amor —sonrió Vanesa.

Comentarios

Los comentarios de los lectores sobre la novela: Jefe Atrevido: Amor Retardado