Jefe Atrevido: Amor Retardado romance Capítulo 272

Apenas vio Erika a la policía, el estremecimiento le recorrió todo el cuerpo. Alexander la miró desalentado suspirando largo y profundo.

Por el espejo retrovisor, Santiago vio que las policías se detuvieron frente a la puerta y entraron dos hombres al patio.

Santiago se quedó de pronto contrariado.

—Menos mal que no nos encontramos con ellos —dijo Erika suspirando.

—¿Adónde te llevo? —preguntó Santiago.

Erika detuvo de repente.

«¿A dónde debería volver?»

Quería volver a la villa, pero le daba vergüenza decírselo porque fue ella misma que abandonó ahí.

Erika le echó a Alexander una mirada furtiva, pero éste no le prestaba atención.

«Parece que está todavía enojado conmigo».

De pronto Erika se quedó desalentada.

«Si no hubiera sido por Vanesa, no me habría ignorado como tal».

—Llévame a mi casa, no volveré a la villa —dijo Erika en un tono enojado.

Luego nadie dijo nada más.

Cuando llegó al destino, Erika bajó del coche con más lentitud.

Consciente de su intención, Alexander dijo directo,

—Apúrate, tenemos que volver a la empresa.

Entonces Erika se marchó sin despedirles.

Cuando llegaron a la empresa, los de la familia Merazo ya les estaban esperando en la sala de reunión.

A pesar de haber maquillado un poco, Lidia se veía cansada.

Apenas los vieron llegar, Lidia se levantó de repente.

—Lidia —la miró Jairo.

Lidia se volvió a sentar lentamente con un rostro avergonzado.

Entró Santiago directo ni siquiera la miró.

Por otra parte, después de terminar la interrogación de policía, Vanesa se echó al sofá.

Después de una inmóvil reflexión, borró las huellas dactilares de Santiago.

La mayoría hablaba por Vanesa porque el público creía que fue Lidia quien rompió el matrimonio de Santiago y Vanesa.

Cuando Gustavo pasó por la sala de descanso, escuchó a tres empleadas discutiendo lo de Santiago y Vanesa, entonces se detuvo ahí.

—A mí me cae mejor la señora Vanesa —dijo una de ellas.

—Sí yo tembién —añadió la otra—, ella tiene unas sonrisas tiernas y es una mujer con suerte.

—Tienes razón —dijo la tercera—.

Terminadas las palabras, las tres echaron a reír.

—De todas maneras, la señora Vanesa es más encantadora que la señorita Lidia —suspiró una de ellas.

Después de una inmóvil reflexión, Gustavo decidió volver a la oficina.

«Realmente hay sorpresas en la vida.»

Apoyado contra la silla, Gustavo vio a mucha gente pasar por delante de su oficina.

Eran Santiago, Alexander y los de la familia de Merazo.

Mientras Lidia conversó con Santiago, éste miró inconscientemente a Gustavo por la ventana.

Echó a reír Gustavo, y le dijo algo con la boca abierta.

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