Jefe Atrevido: Amor Retardado romance Capítulo 336

Vanesa se rio ya que Stefano habló de una manera muy interesante. ──Vale. Tienes razón.

A Vanesa no le interesaba nada Erika, solo porque esta mujer le había buscado tantos problemas en el pasado. Entonces, aunque dijo a sí misma que ya no tenía ninguna relación con ella, todavía no podía controlarse de destapar sus secretos.

Entonces dijo

── ¿Puedes investigarlo? Quiero saber a quién visitó en el hospital.

Stefano se rio a carcajadas

── Jajaja, ¿ya ves? Tú y yo somos un tipo. Tranquila, he mandado a alguien que lo investigara. Yo también tengo la curiosidad de saberlo como tú.

Vanesa dijo sonriente

──Vale, vale. Espero tu noticia.

Stefano todavía quería hablar de lo que pasó a la familia Covarrubis. Sintió que mandar a Facundo al hospital era como si triunfó en una batalla, por lo que no dejó de hablando de eso.

Vanesa no quería interrumpirlo, sino que dejó el móvil a un lado mientras que cocinaba y le respondió de vez en cuando.

Stefano dijo un buen rato y luego no sabía cómo seguir el tema, entonces le preguntó qué estaba haciendo.

Vanesa respondió con una voz perezosa

──Cocino. ¿No has oído el sonido de las aguas?

Stefano hizo una pausa

──Prepárate más comida. Ahora mismo voy a tu casa.

No dejó tiempo para que ella le rechazara, colgó el teléfono. Vanesa abrió los ojos en blanco, siguió cocinando. Sin embargo, antes de venir Stefano, vino Santiago. Vanesa vio de reojo que vino alguien en la sala, creyendo que era Stefano y dijo

──Espera en el comedor. Estará lista la comida.

Santiago se le acercó, apoyando en el portal

── ¿Ya sabes que vengo?

Vanesa se estremeció de horror, volvió la cabeza para mirar a Santiago

──¿Eres tú?

Santiago retiró la sonrisa en su cara

──¿No me esperas a mí? Entonces, ¿a quién estás esperando?

Vanesa no quería hablar más con él

──¿Por qué vienes a mi casa? ¿Hay algo para decirme? Dime y luego vete.

Santiago se abrazó los hombros, sintiendo que era un poco sin vergüenza. Nunca había sido así, siempre muy indiferente y los demás quienes le adulaban. Fue la primera vez que se portó así, sin embargo, maltratado.

Santiago dijo lo que pensaba

──Vine solo para verte. Nada más.

Vanesa se rio

── ¿Para verme? ¿Soy tan guapa?

Santiago suspiró e hizo eco de sus palabras

──Sí.

Cuando no la vio Santiago, sintió que su corazón fue agarrado por alguien, por Vanesa, así que vino a verla.

Pero ahora ya la vio, como si una piedra hubiera caído en su corazón, pero la mirada de mujer era tan indiferente, lo que le hizo aún más molesto. No le gustaba esta mirada. Esta mujer debía ser como lo anterior, muy alegre y feliz al verlo.

Vanesa se llevó la comida al comedor y la puso en la mesa mientras que Santiago, a un lado, la observaba haciendo todo. Esta escena le dio una sensación del otro día de su divorcio. Aquel día estaba sentado pensando mucho en la oficina. Para entonces había pasado la hora en la que se acordaron verse en la Oficina de los Asuntos Civiles, pero todavía sentaba aquí, meditando. Había planeado mucho tiempo anterior el asunto de divorcio, pero cuando llegó este punto, no sabía por qué no se atrevía a hacerlo verdaderamente.

Cuando la mesa ya estaba puesta, Stefano vino. Al ver a Santiago, él se quedó atónito

──¿Cómo? ¿También estás aquí? ¡Qué buena suerte tienes! Es hora de comer, vamos.

Stefano dijo como si fuera en su casa. Santiago miró a Stefano, obviamente relajado, y luego miró a Vanesa

──¿Estás esperando a Stefano?

Vanesa dijo con indiferencia

──Si comes aquí, sácate tú mismo el tenedor.

Stefano se portó más cordial que Vanesa, se precipitó a la cocina y volvió con los cubiertos

──Come, como si en tu casa.

Vanesa lo miró a Stefano, impotente. Él no sabía observar a los demás y claro que no descubrió que era irracional Vanesa y Santiago, pareja divorciada, tener demasiados contactos.

Stefano se sentó contentamente y empezó a hablar del asunto de la familia Covarrubis. Como si se le ocurriera de repente

──La última vez en que di un castigo a Facundo y a Elisa, Santiago nos ayudó mucho. Buscó muchos documentos y los mostró frente del padre de Erick. Y ellos, los hermanos bastardos, no podían ni decir una palabra para defenderse. Santiago, lo hiciste para Vanesita, ¿verdad?

Santiago levantó para mirar a Vanesa, pero ella no lo vio, comiendo con una cara fría.

──Sí ──respondió Santiago.

Stefano se rio a carcajadas

──Lo sabía. Los dos hermanos cabrones se portaron tan mal. No dijiste nada. Debía porque Vanesita estaba herida entonces, y tú hizo esto secretamente.

Santiago no dijo nada. Stefano, al cambio, no podía terminar hablando

──Entonces, ¿por qué os divorciasteis? No entiendo.

Vanesa levantó la cabeza

──Hay muchas cosas que no entienda. Come. ¿Por qué eres tan hablador?

──¿Cómo? ¿Estás en mal humor? No me tratas así.

──Sí. Estoy de mal humor. Cállate, ¿vale?

Stefano se sorprendió

──¿Por qué estás de mal humor? He hablado de tantas noticias buenas.

Santiago respondió a un lado

──Porque me ha visto. Afecto su humor.

Él sabía lo que pasó. Vanesa se puso una cara muy fría, sin decir ni una palabra al final de la comida.

Después de comer, ya llegó la hora de trabajo de Santiago. Entonces, él se fue muy pronto. Manejó el cocho hasta la empresa, cuando entró en la sala, vio a Lidia en el recibidor.

Santiago frunció el ceño y se acercó

──¿Cómo?

Al ver a Santiago, Lidia se echó a reír

──No pasa nada. Cuando subí, no estabas arriba. Entonces digo a ellas que cuando vuelvas, avísenme.

Santiago echó una mirada hacia la mesa, dos cajas de regalo.

──¿Qué pasa por venir?

Lidia estaba muy tranquila

──No hay nada importante. Voy a visitar a un cliente, y paso aquí. Tengo una lista de oferta y la he dado a Adam.

Santiago dijo un bueno. Lidia pensó y añadió

──He marcado los puntos de cuidado, sobre las marcas. Es un poco complicado y exigen demasiado. Si no hay algo de que no estés claro, pregúntame directamente.

Al ver que Santiago movió la cabeza con el sentido de acuerdo, Lidia se rio

──Bueno. Entonces, me voy.

Santiago se quedó en el mismo lugar, mirando la marcha de Lidia, y luego habló con recepcionista

──Los regalos os dio Lidia?

Las dos muchachas estaban un poco nerviosas

──Sí. Pero los rechazamos. La señorita nos dijo que solo eran pequeños regalos y ella insistió.

Santiago no quería culparlas, asintió con la cabeza

──Vale, está bien si son pequeños regalos. Si valen mucho y no sabéis cómo rechazar la próxima vez, llamad a Adam.

Las chicas dijeron con prisa

──Sí, ya lo sabemos, Señor.

Santiago se marchó

── Al entrar en la oficina, había un documento en la mesa, lo revisó, y era lo documento que mandó Lidia. Lo dejó a un lado. Sintió sueño por haber comido demasiado. Realmente muy pocas veces tenía tal sentido.

Santiago se tocó el hueso de su ceño, apoyando contra la silla. Unos minutos después, la puerta de la oficina fue abierta. Fue Gustavo quien entró, con un documento en la mano, para pedir la signatura de Santiago.

Recibió el documento

──He oído hablado de que tienes cita con una mujer esta noche.

Gustavo se paró un rato y dijo un sí. Santiago se rio, después de signar

──Buena suerte.

Gustavo miró a Santiago

──Solo es el plan de mis padres. No creo en la cita ciega ──dijo con una sonrisa oculta en la cara──. Además, quiero esperar a alguien quien me pertenecía. Quizás, realmente resultará la mía.

Santiago pausó su movimiento, fijando a Gustavo.

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