Jefe Atrevido: Amor Retardado romance Capítulo 58

Al día siguiente, Vanesa se despertó por el sonido de los golpes en la puerta. El sonido no vino de la puerta exterior, sino de la puerta de su dormitorio.

Abrió los ojos aturdida, su mente todavía no estaba despejada, y preguntó directamente que quién era.

Santiago parecía haberse quedado sin palabras.

—¿Quién más puede haber?

—¿Qué pasa? ¿Necesitas algo?

—Sal primero, necesito usar el dormitorio.

Vanesa se dio la vuelta y abrazó su edredón.

—Adelante.

Santiago esperó un rato hasta que abrió la puerta.

Se quedó en la puerta en pijama. Miró a Vanesa y dijo a la ligera,

—Sal fuera, usaré el baño, me daré prisa.

Vanesa cerró los ojos.

—Cielos, haz lo que quieras, no usas la cama, ¿no? Seguiré durmiendo.

Santiago no se movió, siguió estando de pie allí.

En verdad, Vanesa sabía lo que quería hacer, con los ojos cerrados, pero se estaba riendo en su interior.

Santiago esperó un rato y finalmente se acercó.

Vanesa pensaba que iría directamente al baño, pero no esperaba que se acercara a la cama. Tiró del edredón, envolvió a Vanesa y luego la cogió en los brazos. Vanesa gritó, miró fijamente a Santiago.

En unos pocos pasos Santiago sacó a Vanesa, y la tiró directamente encima.

Regresó a la habitación sin expresión alguna, cerró la puerta y echó el cerrojo.

Vanesa intentó librarse, se levantó con el cabello despeinado, miró durante un rato la puerta de la habitación y se rió.

Santiago quería ir al baño. Parecía que llevaba un tiempo aguantándolo.

Vanesa pensó durante un rato, cogió el edredón y volvió a tumbarse en el sofá. Cerró los ojos y siguió durmiendo.

Santiago salió después de un buen rato, aprovechó esta oportunidad para lavarse la cara y cepillarse los dientes.

Al salir vio a Vanesa dormida en el sofá. Pensó un rato y volvió a la habitación.

En la mesita de noche de la habitación estaban sus medicamentos para el estómago, había toda una bolsa. Parecía mucho.

Santiago apartó la mirada y se acercó a la ventana. Notó el leve frescor del viento de la madrugada.

Le eliminó todo el disgusto de hace un momento.

Sin saber cómo, sentía una angustia en el pecho desde anoche. Santiago se había quedado allí hasta que alguien llamó a la puerta del exterior.

Obviamente era Adam.

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