Santiago no tardó mucho en salir de su habitación, porque le esperaba abajo Adam.
Vanesa los miró caminando hacia el aparcamiento desde la ventana, lo que le recordó los tiempos viejos en que cada día le acompañaba a Santiago salir al trabajo con las miradas. Pero no lo sabía Santiago, ni la amaba por una sola vez.
Pero en realidad, no sirvió para nada. Se conmovió sola de principio a fin
Cuando los vio desaparecer, Vanesa cerró las cortinas y se echó a la cama.
Aunque durmió durante todo el viaje, las olas del agotamiento le azotaron una tras otras. Apenas cerró los ojos, escuchó la voz de Erika pasando desde el pasillo.
—¡Vanesa! Lárgate de la habitación, que no es para ti.
Lo dijo casi a gritos.
Vanesa echó a reír, cara arriba, contenta. Golpeando la puerta, Erika ordenó a la sirviente,
—Abre.
—Señora, —detuvo la sirviente, temblando—, temo que la señora Diana esté enfadada con…
—Cállate, no lo quise tampoco, pero ella es demasiada atrevida que me reta a mí. ¿Quién cree que es para humillarme de tal manera? —dijo Erika con furia.
—Apúrate, abre la puerta —añadió Erika.
Apenas entró a la habitación, ya la vio a Vanesa acostada en la cama con las piernas extendidas.
Se quedó enojada Erika, porque lo seleccionó todo cuidadosamente y lo preparó especialmente para Lidia, pero de todo se apropió ahora Vanesa sin vergüenza.
Erika se acercó a la cama,
—Vanesa, levántate. Aquí no es para ti, lárgate.
—No te metes conmigo, o no sacará ningún beneficio tu hijo —dijo Vanesa con tranquilidad.
Erika no sabía mucho los negocios, para ella, su hijo era poderoso como su padre, por lo tanto, no creyó nada en lo que dijo Vanesa.
En este momento, entró viento a la habitación, pero era caluroso.
—Vanesa, antes pensé que eras miserable, pero ahora veo que eres nada más que una sin vergüenza que quiere robar algo de los demás —dijo Erika con un gesto altanero.
Vanesa echó a reír de repente.
—¡Qué suerte tienes haber dado a luz a un hijo con tanta habilidad! Si no, ¿crees que tienes la posición en la familia Icaza?
Escuchando sus palabras, Erika estaba más enojada porque en toda la familia, nadie se osaba a humillarla de tal manera, excepto a la señora Diana.
Pero apenas abrió la boca, continuó Vanesa,
—¡Repito! No te metes conmigo, o revelaré el divorcio y la reputación de tu hijo se arruinará. ¡No tengo nada que perder!—dijo Vanesa en un tono frío.
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