¡Jefe, pronto seremos tres! romance Capítulo 104

Solo ha pasado una semana desde que me enteré que iba a ser padre. Sus nauseas matutinas han ido en aumento, son normales desde un punto de vista científico, pero su estado de ánimo en las mañanas decae muchísimo, por lo que le cuesta recuperarse para poder ir al trabajo. Su cara está un poco delgada sin llegar a parecer demacrada. Siempre se siente mejor cuando pasan las náuseas e intenta consumir algo de alimento, por lo regular son cítricos y galletas saladas.

No me podía imaginar la dicha que estoy pasando, Olivia se ha quedado conmigo todo este tiempo. No la podía dejar sola. Ahora los dos son mi responsabilidad, no puedo permitir que esté sola en su casa. Mi bebé ya tiene tres semanas y espero pasar todos los días del embarazo al lado de Olivia. Para consentirla, para mimarla y reconfortarla cuando vengan los días difíciles.

La llegada de los padres de Olivia la tiene inquieta, eso me preocupa, sé que su madre está en buena disposición, que no se tomará a mal lo del bebé. Lo que me había preocupado fue su primera reacción a nuestra relación. Pensé que nos iba a crear problemas para convencerla que estábamos haciendo lo correcto. Y que con el tiempo lo entendería y más aún, con la llegada de un futuro primer nieto a la vuelta de la esquina.

Vamos rumbo al aeropuerto, Olivia se ha quedado dormida a mitad de camino, sus siestas cada vez son más frecuentes. Tiene todo el derecho de estar cansada, mi bebé toma todas sus energías y la hace dormir cada dos por tres, se reúsa a quedarse unas horas más en la casa, dice que de todos modos le va a dar sueño en las tardes. Tengo la gran dicha de disfrutar las etapas tempranas del embarazo, jamás me las perdería y de lo mucho que hace feliz la llegada. Su vientre luce plano, pero ya quiero que mi hijo se haga notar, que le muestre al mundo que está saludable y con muchas ganas de salir a descubrirlo.

Me detengo ante el semáforo en rojo y aprovecho para despertarla antes de que lleguemos al aeropuerto y pueda despejarse un poco. Pongo mi mano en su mejilla y la llamo.

–Olivia, nena, despierta – se mueve en su lugar – ya estamos por llegar.

–Mmm... – es un gemido, pero del tipo sexual – no me di cuenta en qué hora me dormí – se despereza, estirando su cuello – estaba soñando contigo.

Gira su cabeza, su rostro se ilumina con una gran sonrisa, no me puedo imaginar qué clase de sueño tuvo conmigo a esta hora. Espero que no sea sexual, mi polla se eleva a cada nada con su presencia y no estamos en un lugar adecuado para hacerle lo que me gusta hacerle. Tomo su mano y la llevo a mis labios. Doy un beso en su anillo de compromiso.

– ¿Fue un sueño lindo?

–Hermoso – me ve con una sonrisa en los labios – soñé que me llevabas a comer una gran rebanada de pastel.

– ¿De chocolate o de fresa?

– De los dos.

Esos antojos me tienen dichoso, le consigo lo que quiera a la hora que lo desee, eso quiere decir que después de recoger a sus padres y antes de ir a cenar, debo pasar por su pastelería favorita y ordenar una rebanada de cada uno de los sabores y si tengo suerte espero que tengan el combinado y comprarlo completo.

–Suena delicioso.

Digo, porque le secundo todos los antojos y yo también disfruto en degustarlos, algunos un poco extraños, pero me digo que es un gusto para su paladar. Los disfruta como enana, me ofrece y lo tomo sin rechistar, es un gusto para mí complacerla.

–Ya me lo estoy imaginando – pasa su lengua por el labio superior.

Se ríe y le brillan los ojos como a una niña pequeña y eso me hace sonreír, me inclino y la beso en la boca, un beso breve, ya que el semáforo cambia a verde y pongo el auto en marcha. Estamos a nada de llegar. Solo espero que el vuelo llegue puntual. No es que me emocione mucho estar esperando en los aeropuertos.

–Debo pasar primero al tocador, aún faltan veinte minutos para que el vuelo llegue.

–Claro que sí, amor.

Estoy terminando de estacionar el auto, me bajo y le abro la puerta para que salga, ya le he dicho que me deje ser todo lo caballeroso que quiero ser con ella, la ayudo a bajar tomándola de la mano y caminamos rumbo a los ascensores. Entramos y oprimo el botón del primer piso.

–Te ves descansada, te sentó muy bien la siesta.

–Parezco un koala hibernando, me la podría pasar dormida todo el día – dice reganándose ella misma – me quedo dormida en cualquier parte, no deberías permitir eso..

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