¡Jefe, pronto seremos tres! romance Capítulo 37

No hice el menor esfuerzo por detenerla, dejé que sus manos viajaran hacia abajo, acariciando mi pecho, bajando lentamente deteniéndose al borde de mi pantalón, la combustión la sentía a flor de piel, tomé sus manos subiendo de nuevo hasta la altura del corazón, para que sintiera como me tenía, no podría resistir por mucho tiempo.

‒ Olivia, amor, estoy tratando de ser bueno.

Su boca la sentí en medio de la espalda, dándome un cálido beso, escuche su risa.

‒ Nadie te pidió que lo fueras.

Volteé, tomando sus manos llevándolas a mis labios, besé cada uno de sus nudillos, se puso de puntillas atrapando mi boca, dejé que se saliera con la suya, nuestras lenguas se encontraron como por fuerza de un imán, pasó las manos por detrás de mí cuello acercándome mucho más, yo en un intento por acerarla más atrapé su cintura haciendo lo mismo, sus labio son tan dulces, traté una última vez de poner distancia, me sorprendió mordiendo mi labio inferior.

‒ No puedo ponerte en riesgo, no quiero que te arrepientas si llegaran a vernos.

‒ Siempre podríamos cerrar la puerta con seguro.

Al pronunciar esa palabra no me cavia duda de lo que sentía, pero no podía sentir la mitad de lo que estaba pasándome, el sudor corría por la espalda, temblaban mis manos.

‒ Esto debe ser perfecto, quiero tomarme mi tiempo, llevarte al cine, a cenar, al teatro, a un concierto.

‒ Contigo siempre será perfecto, donde me quieras llevar, donde me quieras besar, donde me quieras tomar.

Sin siquiera pensar ya estábamos rumbo al sofá, me senté y la acomodé en mis piernas, no faltaba nada para iniciar algo que no sabría cómo detener. Beso su boca como si se me fuera la vida en ello, por fin tomo el mando, la cambié de posición, la levanto conmigo acomodándola lentamente en el mullido sillón.

‒ Si seguimos así, no responderé des mis actos.

Dije esto justo cuando la tenía recostada en el gran sillón del despacho, solo tenía que levantar un poco su falda y tener acceso a lo que quisiera, la deseaba con todas las fuerzas de mi alma, la necesitaba ahora, quiero que se entregue a mí, que sea mía y yo ser suyo.

‒ Eso es lo que quiero.

‒ Ok.

Le doy un pequeño beso en los labios y la ayudo a ponerse de pie, camina con paso seguro hacia la puerta la abre, no pierdo ni por un momento el contacto con su caderas al andar, gira la cabeza, me sonríe diciendo.

‒ Buenos días, Owen.

‒ Buenos días, Olivia.

Sacudo la cabeza y me regaño mentalmente, hasta ahora caigo en cuenta, que en cuanto pasó a la oficina no tuvimos tiempo de saludarnos, arremetimos uno contra el otro como posesos, como si nunca nos hubiéramos besado, como si no tuviéramos lo suficiente el uno de la otra, como un par de adolescentes hormonales, pero había sido delicioso, otro instante más y se estuviera contando otra historia.

La mañana trascurrió sin ningún otro incidente, un rato después comenzamos con la primera reunión, lo bueno fue que la primera junta la tuvimos a las diez de la mañana, los demás abogados expusieron sus casos, el avance de los pormenores y los resultados en los procesos que les habían asignado.

Aquí comenzaba nuestra historia, Olivia ya era oficialmente mi novia, si todo iba bien, podríamos pasar a la siguiente fase, mi vida no la veía sin ella. Le propondría una vida juntos, le demostraría todos los días lo que me hacía sentir, lo mucho que la respetaba y la apoyaría en cada decisión que tomara, quería que alcanzara todas las metas que deseara lograr, mi adoración sería infinita. .

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