¡Jefe, pronto seremos tres! romance Capítulo 77

Ahora mismo estoy pensando como meterme entre las sabanas contigo y ver cuántas veces te puedo hacer venir antes de que acabemos los dos al mismo tiempo. Mi mente y mi cuerpo nada más piensan en complacerla.

–Sí, pero me gustas más ahí.

–Pensé que tenías algún compromiso con tu familia.

–En camino hacia la casa de mis padres, decidí venir a cuidarte – no le miento.

Y también de paso cuidar mis intereses, pienso para mis adentros. Me levanto del sillón, me siento en la orilla, la observo, me gustaría que estuviera bien, que no se viera como un alma en pena, sus ojos no han recuperado el brillo aun con todo lo que durmió, voy a buscar al mejor especialista para que alivie su molestia.

–No debiste hacerlo, tu madre va a creer que te estoy monopolizando.

Si supiera que mi madre está más que feliz de que esté con ella, que espera con ansias que nos casemos y les demos los nietos que tanto piden ella y papá. Yo también estoy ansioso de tenerla solo para mí.

–No tenía ninguna cita con ellos, también les iba a caer de sorpresa.

–Y vaya que sorpresa.

–Jillie, te ha estado llamando y tu móvil lo tienes apagado.

–En cuanto me desperece la llamo.

– ¿Qué tenías pensado para hacer hoy?

–No tenía nada en concreto, pero ahora me apetece quedarme todo el día en la cama, por si te interesa.

Sonríe.

–Mucho, diría yo.

Mis ojos recorren su cuerpo entero de forma lujuriosa, ella es candela pura, me gusta que esté dispuesta.

–Permíteme un momento.

Se levanta de la cama, con solo su ropa interior puesta, no se cubre y eso me gusta, va al cuarto de baño, siempre es cuidadosa, de seguro se va a lavar los dientes, sale con el rostro más fresco y una sonrisa rozagante, sé que lo hizo para poder besarme como se le antoje. Es hermosa mi chica.

–He estado esperando devorar esa boca, desde que llegué – le digo mordiendo mi labio inferior.

– ¿Y qué estás esperando? No necesitas mi permiso para hacerlo.

Su voz golpeó mis labios, mis hombros, recorrió mi espina dorsal y me elevo a la altura del monte Everest, abrazándome por completo. Eso definitivamente es un aliciente que no voy a dejar pasar. Mi pecho baja y sube ante su atrevida invitación.

Estoy asombrado por mi repentina urgencia, como si se me fuera a escapar como arena de entre mis dedos. Me levanto. Llevo las manos hasta su rostro tomándolo y acercándola a mis labios, la urgencia me mata, abro la boca para que mi lengua la invada, solo quiero tomar lo que esta mujer me está ofreciendo para saciar mi sed.

El cuerpo parece no estar bajo mi control, todo lo que puedo hacer es dejarme llevar por su ansiedad igual a la mía. Somos como dos animales salvajes dándose placer, tomando con garras y mordiendo las carnes de sus presas. Gruño contra su boca y termino de quitar la poca ropa que le queda, tira de mi camiseta hacia arriba pasándola por mi cabeza, ya no sé si son mis manos o las de ella las que me desnudan, somos dos cuerpos atraídos con la fuerza de una tormenta en un día de sol.

Como podía esa criatura hacerme perder el control de mí mismo con tan solo un roce de sus labios, hacerme temblar de una manera tan rotunda con una sola de sus caricias, ella no tenía la menor idea de lo bien que le sentaba a mi vida, era tan diferente a lo que estaba acostumbrado, era como un rayo de sol, derritiendo una capa de nieve. Ya no tenía posibilidad de ir en otra dirección que no fueran sus brazos, sus labios y su corazón.

La pongo de espalda, deslizo mis manos hacía arriba por sus costillas hasta tomar sus pechos, los sobo a mi antojo, beso la exposición que deja su cuello, mi lugar favorito, me envuelve en sus gemidos. Contonea su trasero en mi entrepierna. Sube el calor a mis partes erógenas. Deslizo una de mis manos hasta su ombligo, acaricio en cirulos su abdomen, toma mi mano y la baja un poco más, encuentro su centro deseoso, suave y expectante.

Introduzco dos dedos y su vaivén se deja venir cual ola del mar, me los mueve al compás de su oleaje, mi otra mano va a parar a sus labios, meto los dedos anular y medio en su boca los mismos que están dentro de ella, los chupa y saca como si en vez de mis dedos fuera mi polla erecta, eso es en extremo erótico, los lame, los mete en su boca y los vuelve a sacar. Recuesta su espalda en mi pecho.

–Mmm.

Mi mano vuelve a su pecho, lo aprieto sin causarle daño, aunque mi cerebro me grite que la marque, para que sepan que ya tiene dueño. Soy un maldito cavernícola, no me detengo, voy más allá de sus límites, entro profundizando en su estreches. Contrae su entrepierna, entro una, dos veces. Está a punto de sucumbir a un orgasmo seguro.

– ¡No te detengas!

Ni como hacerlo. Su ruego no hace más que encenderme, con un beso en su hombro me voy hacia adelante para pasar mi brazo por su cintura afianzando el agarre.

–No voy a detenerme.

Me esfuerzo más por conseguir ese sonido estrangulado de sus labios, la llevo al límite, y la amo, la siento temblar, suspira, como si le faltara el aire, adoro sus gestos y sus gemidos, melodía a la que no me puedo resistir. Son un deleite para mis oídos, no me cansaré de decirlo.

– ¡Se siente tan bien!.

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