Ahora mismo estoy pensando como meterme entre las sabanas contigo y ver cuántas veces te puedo hacer venir antes de que acabemos los dos al mismo tiempo. Mi mente y mi cuerpo nada más piensan en complacerla.
–Sí, pero me gustas más ahí.
–Pensé que tenías algún compromiso con tu familia.
–En camino hacia la casa de mis padres, decidí venir a cuidarte – no le miento.
Y también de paso cuidar mis intereses, pienso para mis adentros. Me levanto del sillón, me siento en la orilla, la observo, me gustaría que estuviera bien, que no se viera como un alma en pena, sus ojos no han recuperado el brillo aun con todo lo que durmió, voy a buscar al mejor especialista para que alivie su molestia.
–No debiste hacerlo, tu madre va a creer que te estoy monopolizando.
Si supiera que mi madre está más que feliz de que esté con ella, que espera con ansias que nos casemos y les demos los nietos que tanto piden ella y papá. Yo también estoy ansioso de tenerla solo para mí.
–No tenía ninguna cita con ellos, también les iba a caer de sorpresa.
–Y vaya que sorpresa.
–Jillie, te ha estado llamando y tu móvil lo tienes apagado.
–En cuanto me desperece la llamo.
– ¿Qué tenías pensado para hacer hoy?
–No tenía nada en concreto, pero ahora me apetece quedarme todo el día en la cama, por si te interesa.
Sonríe.
–Mucho, diría yo.
Mis ojos recorren su cuerpo entero de forma lujuriosa, ella es candela pura, me gusta que esté dispuesta.
Introduzco dos dedos y su vaivén se deja venir cual ola del mar, me los mueve al compás de su oleaje, mi otra mano va a parar a sus labios, meto los dedos anular y medio en su boca los mismos que están dentro de ella, los chupa y saca como si en vez de mis dedos fuera mi polla erecta, eso es en extremo erótico, los lame, los mete en su boca y los vuelve a sacar. Recuesta su espalda en mi pecho.
–Mmm.
Mi mano vuelve a su pecho, lo aprieto sin causarle daño, aunque mi cerebro me grite que la marque, para que sepan que ya tiene dueño. Soy un maldito cavernícola, no me detengo, voy más allá de sus límites, entro profundizando en su estreches. Contrae su entrepierna, entro una, dos veces. Está a punto de sucumbir a un orgasmo seguro.
– ¡No te detengas!
Ni como hacerlo. Su ruego no hace más que encenderme, con un beso en su hombro me voy hacia adelante para pasar mi brazo por su cintura afianzando el agarre.
–No voy a detenerme.
Me esfuerzo más por conseguir ese sonido estrangulado de sus labios, la llevo al límite, y la amo, la siento temblar, suspira, como si le faltara el aire, adoro sus gestos y sus gemidos, melodía a la que no me puedo resistir. Son un deleite para mis oídos, no me cansaré de decirlo.
– ¡Se siente tan bien!.
Comentarios
Los comentarios de los lectores sobre la novela: ¡Jefe, pronto seremos tres!