¡Jefe, pronto seremos tres! romance Capítulo 94

Sé que Owen debería ser el primero en saberlo, pero no estoy segura de poder hacerlo en cuanto llegue. Necesito aterrizar primero la ansiedad, concentrarme en qué posibilidades hay de que tenga que preparar todo. Que no tengo idea de cómo pueda ser eso.

Mis manos tiemblan y trato de calmar el nerviosismo. Voy manejando con toda la concentración puesta en la calle, llego al trabajo y estaciono en el lugar asignado. Tomo mi bolso, lo pongo en mi hombro y me encamino hacia el ascensor. Marco el número del piso y el pecho me retumba. No quiero desmayarme. Estoy sola y me da miedo que me pase en estos momentos.

Se abren las puertas del ascensor, salgo con paso ligero, no me permito caminar a la velocidad habitual, temo tropezar y caer. Llegando a la oficina, saco el móvil, sin haberme sentado aun llamo a Jillie, sé que se pondrá contenta con la noticia, pero debo advertirle que no le puede contar a nadie. Mucho menos a Owen, yo le tengo que dar la noticia personalmente, viéndolo a la cara, frente a frente. Como la vaya a tomar es una reacción que tengo que ver antes de que alguien más le diga.

–Hola, Jillie, ¿Cómo estás?

Es a la primera persona a la que llamo, bueno es mi mejor amiga, siempre ha estado conmigo en las buenas y en las malas, no tengo a otra persona que le tenga la suficiente con fianza para decirle y mis padres están aún en el crucero y no quiero amargarles el viaje con la noticia. Pero no quiero posponerlo con nadie más.

–No me salgas con esas, dime ya por favor.

Sé que se encuentra ansiosa por el resultado, se lo detecto en su voz. Aparte que no me devuelve el saludo, siempre va directo al grano. No la quiero hacer esperar, pero me entran los nervios al último momento.

–Estoy embarazada.

Salen las palabras atropelladas de mi boca. Espero a que me responda lo más normal que se pueda. Es demasiado escandalosa para el nivel de nervios que me cargo en estos momentos.

–Ahhh, lo sabía, ustedes se la pasan encima del guayabo.

Sí, yo también sabía que no iba a ser nada normal su reacción.

–Dios, tus analogías.

– ¿Cómo te sientes?

–Rara, pero a la vez contenta.

Mis lágrimas amenazan por bañar de nuevo mi rostro. Estoy hecha un nudo de lágrimas y sentimientos. Respiro profundo tratando de detenerlas.

– ¡Voy a ser tía!

Sonrío, esta mujer es lo mejor que me pudo haber pasado en la vida, primero mi amiga y luego mi cuñada. La quiero como si fuera la hermana que nunca tuve. Un sollozo se escapa de mi garganta, lleno de alegría. Como si quisiera llorar y reír al mismo tiempo. Necesito un abrazo fuerte de mis padres. Que estén conmigo ahora.

– ¿Estás sola, verdad?

No quiero que esté en su casa, con sus papas desayunando y gritando como loca a los cuatro vientos que va ser tía.

–No, estoy en el departamento de Gabriel.

Baja un poco el tono de voz, me alegra que lo haga, eso quiere decir que tampoco quiere que se entere por el momento, es algo que se tiene que planear, la familia se debe enterar cuando ya lo tengamos todo sobre la mesa.

–No le puedes decir a nadie todavía, por favor.

–Descuida, Gabriel está en el cuarto de baño, no te preocupes, se está dando una ducha y no creo que me haya escuchado.

–Por tu bien espero que así sea.

–Y ya le dijiste a tu jefecito.

Era la forma como se refería a su hermano últimamente.

–No, no le he visto, apenas voy llegando a la empresa.

–Y qué esperas.

–Pues no sé cómo lo vaya a tomar.

–Lo va a tomar bien – me anima – tienes que decírselo ya, hoy mismo.

Tengo que buscar el momento propicio para decirle, lo invitaré a almorzar o a cenar, le daré la hoja de los resultados. Tengo que ver de qué manera darle la noticia. La situación ya está en las puertas, pero me asusta como no tienen una idea. No puedo llegar y simplemente lanzarle la bomba.

–Ni modo que entre a la oficina como una vil loca y le diga. ¡Jefe, pronto seremos tres!

Cuando esto último sale de mi boca. Escucho un jadeo a mi espada, volteo y Owen se tiene que agarrar del marco de la puerta para no caer, está apunto del desmayo. No puede ser.

– ¡Mierda!

El corazón se me quiere salir del pecho y empiezo a sentir nauseas. Justo ahora me acuerdo que no he probado bocado y el estómago se resiente.

–Livy, Livy, ¿qué pasa?

La voz de Jillie es de preocupación, pero no tengo tiempo de explicarle nada, un Owen a punto de caer al piso es mi mayor urgencia en este momento, me acerco a toda velocidad, le digo las últimas palabras a modo de despedida.

–Nada, en un rato te vuelvo a llamar.

Cuelgo la llamada. Llego a su lado, está pálido como una hoja de papel. Lo tomo por el brazo y entramos a su oficina, no me esperaba que se enterara de esta forma, está muerto de miedo, lo puedo ver en sus ojos, que se le quieren salir de las órbitas. No esperaba que le sentara tan mal la noticia. Estoy dispuesta a enfrentar esto sola. Entro en pánico, más no puedo permitirme ser débil en estos momentos.

Esta no es la hermosa imagen que esperaba ver, cuando le dijera que estábamos embarazados, que íbamos a ser papás, que habíamos creado una parte de cada uno, en una vida nueva, en un ser tan dependiente de los dos. Mi mente es un torbellino al ver su reacción. No puedo creer que llegue a pensar que esto es un error, que solo llevemos dos semanas no implica que mi bebé sea considerado un error, ningún niño debe ser llamado un error.

Mi corazón se desinfla como un globo.

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