¡Jefe, pronto seremos tres! romance Capítulo 98

–De verdad quiero estar desnudo junto a ti.

–Hazlo Owen, desnúdate para mí.

–No puedo estar seguro, hasta que llame a mi madre y me diga que esto no te dañara a ti ni al bebé.

Me carcome la duda y me invade el pánico. Sin embargo empiezo quitándome el saco, los zapatos y los calcetines. Desabrocho los botones de la camisa, la pongo encima de la silla, bajo el cierre del pantalón lo deslizo hacia abajo con todo y bóxer, liberando mi potente erección, moja sus labios con la lengua y muerde la esquina del labio inferior. Se está deleitando con mi desnudez.

–Todavía no le hemos dicho nada – me recuerda.

–Tienes razón – por poco cometo el error de llamar a mi madre – mejor busco información en internet.

Mira mi cuerpo desnudo con la misma hambre con la que yo la miro a ella. La veo como una diosa griega viviente sentada sobre las sabanas de seda. Todo un espectáculo para mis ojos. Me poso de rodillas al frente de ella. Beso su vientre, en el que reposa mi hijo o hija. Acuna mi rostro en una de sus manos y acaricia con la otra mi pelo.

–Eres tan hermoso – me da un beso en la coronilla – espero que nuestros hijos se parezcan a ti.

–Y yo espero que nuestras hijas sean igual de hermosas que tú y tengan los ojos café-dorados como los de su madre, esos ojos bonitos que tanto me gustan. - La acerco más y presiono mi frente contra la de ella.

–O que tengan tus ojos aguamarina.

Cuando está acostada en la cama, pongo ambas manos en su abdomen y poso un beso en su plano vientre, en poco tiempo mi hijo empezará a crecer dentro de ella. Algo diminuto que está poniendo mi mundo a girar a toda velocidad. Daría todo por ellos, por la mujer que me va convertir en padre y por mis hijos. Los protegeré de todos.

–Eres un milagro – le hablo a mi hijo – eres la felicidad creciendo lentamente dentro de tu mami, hijo, ya te amo con todas las fuerzas de mi corazón.

La miro y sus ojos están anegados de agua, no la quiero ver llorar. No quiero ser el causante de sus lágrimas. Me toma de la mano jalando hacia la cama.

–Sube.

Quiero sentir su piel contra la mía. Le obedezco subo lentamente por su cuerpo ya desnudo, voy llenado de besos cada parte de su hermoso cuerpo, llego a sus senos y juego con uno, lo llevo a mi boca, encaja perfectamente en ella, dejo de martirizarlo y me voy con el otro, jadea en cada lamida a su sensible pezón, toco su centro, que ya se encuentra empapado y preparado para mí.

–Te quiero dentro de mí.

–Ya estas lista.

–Para ti, siempre.

Rodea mi cintura con sus piernas, levanta el trasero para acercarme más a su entrepierna. Recuesto mi cuerpo en ella con mucho cuidado de no aplastarlos, sé que mi bebé está muy pequeño aun, que todavía no se ha formado del todo, pero no me fio de mi ímpetu cuando estoy a un paso de su entrada. Me encuentro nervioso y a la vez con muchas ganas de hundirme en ella. Mueve sus caderas ofreciendo esa fricción de antelación.

–Bésame.

–Oh nena, no me voy a poder contener.

–Hazlo ya.

Dice con un dejo de impaciencia. Voy a hacer todo lo posible por complacerla y llegar hasta el final sin perder el control.

–Prométeme que me dirás si algo te duele o si sientes algo inusual.

–Lo haré.

La tomo de los hombros y empiezo a bombear con ímpetu controlado, la fobia de dañarlos es más fuerte que yo, nuestras miradas se conectar, se contrae a mí alrededor, me toma del pelo, jala y me vuelvo una espiral, nos dejamos llevar por la colisión, explotamos como un par de bombas sincronizadas.

– ¡Ahhh! – gime.

– ¡Te amo!

– ¡Te amo!

Gritamos al mismo tiempo. No hay nada más especial que escuchar esas palabras cuando estás a punto de llegar al punto máximo. Recorren cada fibra de mi cuerpo. Podría decir que ya lo tengo todo.

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