¡Jefe, pronto seremos tres! romance Capítulo 99

Me despierto un poco desorientada, el estómago me arde y la cabeza me da vueltas. Me encuentro en un caleidoscopio de colores, estoy mareada. Decidí quedarme un momento más en la cama. Respiro profundo tratando de que se me pase el malestar. Pero fallo en el intento. Sentía subir la bilis lentamente por la garganta. No aguanto más. Escalofríos taladran mi cuerpo, como si tuviera miedo de nada más pensar en levantarme.

– ¡Tengo que sacar esto!

Quise levantarme, pero todo me dio vueltas, lleve la mano a mi frente, esperando a que disminuyera el mareo. Estaba sucediendo, estaba experimentando los primeros síntomas del embarazo, respiro profundo, me volví a recostar en la almohada. Lo tomo con calma, cuando estoy segura de poder llegar al cuarto de baño por mi propio pie, me levanto de la cama.

Owen, me sigue, no quiero que lo haga, si voy a vomitar, necesito hacerlo sola, es una vergüenza que te vean en este estado. Sé que es normal, que le tendré que rendir culto al dios del retrete, pero no en compañía. Me recojo el pelo como sea que quede.

–Quiero entrar sola.

Mis palabras no daban para otra cosa que no fuera un sí, pude sonar grosera, pero era lo que sentía en esos momentos.

–Muy bien.

Una vez entrado al baño, me voy directo a la tasa, saqué hasta lo indecible, pero cuando ya sentía que no podía sacar nada más las ganas eran iguales. Me lave los dientes y la cara. Saliendo del baño, me acuesto, él me acaricia la mejilla y el cuello, se nota bastante preocupado, no es para menos, duré más de quince minuto en el cuarto de baño.

– ¿Estás bien? – pregunta con angustia.

No, no estaba nada bien, me sentía morir, era la primera vez y no aguantaba, fue difícil como el infierno. Las piernas me temblaban, una debilidad recorría mi organismo. Solo debía esperar los tres primeros meses y como pintaba la cosa, sería un desastre todas las mañanas.

– Sí – mentí.

– ¿Segura?

No muy segura, pero no le podía decir eso, tendría que lidiar con esto por un tiempo, con el pasar de los días iría menguando.

–Un poco mareada, tal vez.

–Te ves un poco pálida y ojerosa – detalla mi cara – Lamento que te sientas tan mal, amor.

–Era algo que estaba segura que no iba a pasar desapercibido y que es algo normal.

–Aun así me preocupa.

–No podemos hacer nada para evitarlo.

–Si pudiera ser yo, lo haría con gusto.

Sé que lo haría, es tan considerado, es un amor de hombre, lo amo. Me coloco de costado y me abraza desde atrás.

– ¿Quieres ser mi hipocampo?

–Lo sería todo el tiempo.

No había sentido las náuseas matutinas y precisamente tenían que comenzar hoy. Sus padres y hermanos nos esperaban a las tres de la tarde en su casa, les diríamos del compromiso solamente. También llamaría a mis padres para contarles. La otra noticia ya la habíamos planeado. Me da un beso en la coronilla y hago el intento por parecer normal. No quiero alarmarlo.

–Metete a bañar, yo preparo el desayuno.

La sola mención de comida hace que se revuelva de nuevo el estómago al cien. No le digo nada, confío en que el baño me ayude a aligerar este peso insoportable en el cuerpo. Tomo aire y lo saco poco a poco, lo hago cuatro veces más. Es una técnica de respiración que me ayuda a controlar mis estados de ansiedad justo cuando sé que me va a venir un ataque de migraña y lo desecho por esta vía.

–Me apuro y te ayudo – no todo el tiempo tiene que hacerse cargo del desayuno – no me demoro nada.

–Tomate tu tiempo, no es mucha técnica culinaria lo que voy a emplear, desayuno sencillo y ligero.

–Gracias.

Sé que lo hace por mí, si me sentía mal del estómago, no podría comer todo lo que se me antojara, ni cosas demasiado condimentadas, esperaba que solo fuera en las mañanas y no abarcara el resto del día. Sé que mi suegra va a preparar algo especial, cuando invita a sus hijos, se luce en la gastronomía, es excelente cocinera como le ha enseñado a ser a sus hijos.

Tomo una ducha rápida, las gotas tibias son una maravilla, voy disminuyendo el agua caliente quedando solo el agua fría, termino, salgo y me seco, pongo mi ropa interior solo la parte inferior, una bata azul marino de Owen, siento que me molesta la tela de mi pijama. Suelto mi pelo y le doy una cepillada, la actividad logra calmar mi ansiedad. Me hago una trenza de espiga. Bajo las escaleras, al llegar al último escalón el aroma entra de lleno por mi nariz, huele bien.

Me quedo parada en la puerta viendo a mi abogado preferido, poniendo los platos en la mesa y sirviendo los huevos revueltos con cebolla, mis favoritos, el pan tostado, mantequilla y mermelada. Todo se veía tan delicioso, algo sencillo y ligero, como lo había dicho. Me le acerqué y le rodeé la cintura con mis manos, lo quiero tanto. Era un sentimiento enorme, como si con abrazarlo pudiera fundir su cuerpo con el mío.

–Hola.

–Hola, nena ¿Mucho mejor?

Le doy un beso en la mejilla. Me siento como nueva, mi semblante cambió bastante con el baño. Me gustó la sensación del agua fría, estaba acalorada cuando entré a la ducha. Me sentía como si tuviera calentura.

–Mucho.

–Te preparé el desayuno que más te gusta.

Me siento en el banco, esto huele muy bien, veo el plato con todo lo que está a su alrededor y me llevo la mano a la boca, los olores se entremezclan y me da un leve mareo. Esto es un desastre. Cierro los ojos, me siento fatal. No me quiero imaginar que pasaría si llego a comer un solo bocado. Abro los ojos, tomo el vaso con jugo y tomo un sorbo. Respiro profundo, esto está mal, muy mal.

–Por tu cara veo que no vas a comer nada.

–No.

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