Susana echó un vistazo detrás de Lorenza a Maricela y dijo con indiferencia, "La abuela te está esperando".
Aunque hablaba con cortesía, no había mucho respeto en su tono.
Durante años, Lorenza se había acostumbrado al desdén por parte de la sirviente de la familia Jaramillo.
Ella respondió con un simple "sí" y entró junto a Maricela.
El antiguo hogar de la familia Jaramillo era enorme, y caminaron varios minutos antes de llegar al salón principal. Al abrir la puerta, vieron una larga mesa llena de gente, como si estuvieran preparándose para una reunión familiar.
La abuela Jaramillo estaba sentada en la cabecera, a su izquierda su hijo mayor Rodolfo Jaramillo y a su derecha el segundo hijo, Valentino.
A ambos lados de la mesa estaban sentadas las nueras y los nietos de la abuela Jaramillo.
"Suegra, ya traje a Maricela", dijo Lorenza con temor a su suegra, sin la arrogancia que solía mostrar frente a Maricela.
La abuela Jaramillo asintió ligeramente y observó a Maricela con sus ojos nublados.
Maricela, con la cabeza ligeramente inclinada y las manos aún en los bolsillos, se mantuvo en silencio y quieta.
Un destello de desprecio cruzó la mirada de la abuela Jaramillo, "Maricela, aunque no hayas recibido una educación de alta calidad, deberías mostrar un poco de respeto, ¿no? Al ver a tus mayores, ¿no deberías saludar?".
"Es una campesina criada sin madre y sólo por una abuela medio muerta, ¿qué clase de educación podría tener?". La que habló fue Paloma Jaramillo, la segunda hija de Rodolfo, con palabras llenas de veneno y sarcasmo.
Los ojos de Maricela destellaron con frialdad, y aunque su frágil figura parecía poder caerse con una brisa, emanaba un aura imponente.
La chica se asustó con esa mirada y bajó los ojos instintivamente.
"Lo siento, soy una niña salvaje, no sé de modales", dijo Maricela retirando su mirada, con un rostro frío y sin expresión, su tono era tranquilo.
Para ella, lo más importante era la unión con la familia Fuentes.
"Sí, me habló de eso". Maricela terminó de responder el mensaje y levantó la cabeza, sus ojos fríos barrieron la sala y habló con indiferencia.
La abuela Jaramillo asintió, "Aunque sea un matrimonio concertado, la nuera de la familia Fuentes no puede ni siquiera no tener un diploma de preparatoria. He escuchado que tus calificaciones son muy bajas, así que no te prepararé para que vayas a la Preparatoria Río Esperanza. Irás al Liceo Cumbre de Nubes y terminarás el último año de la secundaria".
"Tan sólo tienes diecinueve años, dentro de unos días te comprometerás formalmente, y cuando cumplas los veinte, podrás casarte legalmente. Coincidirá justo con tu graduación universitaria y podrás mudarte. En cuanto a tu abuela, no tienes por qué preocuparte, nos aseguraremos de que reciba el mejor tratamiento médico en el hospital. Con tal de que te cases como se ha acordado, no le faltará de nada".
Esas palabras, Lorenza se las había repetido a Maricela en numerosas ocasiones antes de ese momento.
Pero la abuela Jaramillo no estaba del todo convencida y sintió la necesidad de reiterar sus consejos personalmente.
"Está bien". Maricela respondió con decisión y brevedad.
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