Charles se dejó caer en el sofá mientras fruncía el ceño con frustración, cuando de repente escuchó una voz femenina y delicada a su lado: “Señor Wilson, tú y esa Ariana…”
Laura no pudo evitar toser hasta que sus mejillas se tiñeron de rojo.
Charles levantó una ceja, sonrió y extendiendo perezosamente las piernas sobre la mesa de centro, dijo: “Ariana solo me resulta familiar, la que realmente me interesa es Inés. Ya me imaginé toda la escena para divertirnos. La última vez incluso hablé un rato con Ariana sobre arte, seguro le encantaron mis técnicas, pero no sé si a Inés le gustarán.”
Sus palabras eran descaradamente insinuantes.
Laura frunció el ceño, pues parecía que Ariana había enganchado a otro incauto durante uno de sus viajes al extranjero.
Aunque le costara admitirlo, Ariana sí que era atractiva.
Una lástima, no era más que una mujer que los hombres trataban como juguete.
Charles se puso de pie, su mirada se deslizó sobre Ángel y soltó una carcajada cuando dijo: “El gerente Torres es un hombre de suerte, ya que tiene una hermanita tan bella y una prometida muy encantadora.”
Laura se sintió incómoda, pues pensaba que entre ella e Inés no había punto de comparación.
Si Inés no hubiera tenido la suerte de ser adoptada por la familia Torres años atrás, jamás habría tenido la oportunidad de acercarse a Ángel, pero para este, las palabras de Charles sonaban como si hubiera notado algo entre él e Inés.
Él rio con ligereza y preguntó: “Señor Wilson, ¿no dijo que no le importaban los artículos de segunda mano?”
Charles frunció el ceño. Siempre había sabido que no era un santo, pero no esperaba que Ángel fuera peor que él, un hombre cínico y descarado.
Perdió el interés en Inés al instante, pues ella jamás podría olvidar a Ángel y él detestaba la idea de que, mientras una mujer estuviera en su cama, pensara en otro hombre.
Las relaciones amorosas no se comparaban con el placer físico.
Eso era algo que nunca se permitía.
En cuanto a Ariana, siempre le había dado una sensación de cercanía y tenían buena química, ella no era como las demás mujeres, por lo tanto no quería que ella tropezara con aquellas trivialidades.
Además, estaba claro que lo de Ariana y Oliver no tendría futuro.
Sin contar la incapacidad de Oliver para entender esas cosas, solo Santiago ya representaba un obstáculo insuperable.
Tal vez cuando ellos terminaran, podría aprovechar para ganarse el favor de Ariana.
Charles sonrió para sí y decidió no caer en la trampa que Oliver le había tendido.
¿Por qué había vuelto?
Ariana tocó la bocina un par de veces y asomó la cabeza.
En un momento de silencio, la sombra de una sonrisa cruzó el semblante de Oliver, como una vela parpadeante en la noche. Miró a Charles y dijo con una ligera sonrisa: "No hay necesidad, Señor Wilson, mi chofer ya llegó. Nos vemos la próxima vez."
Charles estaba tan enojado que sentía un hormigueo en el cuero cabelludo y sin vacilar, bajó la ventana de su auto, con la intención de decirle algo a Ariana desde la distancia, pero vio que el desgraciado de Oliver había entrado al auto y cerró todas las ventanas, impidiendo que Ariana lo viera.
Con las manos firmemente en el volante, Charles no podía entender cómo Ariana podía estar mezclada con un hombre así. Era un enigma para él.
Ariana, ajena a la presencia de Charles, vio a Oliver subirse al vehículo y con cuidado se acercó para abrocharle el cinturón de seguridad.
Oliver, entrecerrando los ojos y recostándose, dejó ver la prominencia de su nuez de Adán.
Justo cuando Ariana estaba a punto de abrocharle el cinturón, escuchó la pregunta de Oliver: "¿No se suponía que lo nuestro había terminado?"
Su tono era despreocupado, como si la frustración que había sentido durante toda la noche no tuviera nada que ver con él.
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