Anabel tenía todo su cuerpo temblando, mientras en su mente se repetía la escena que había presenciado junto a la pared de buganvilias de la mansión de los Moore.
Había escuchado de Verónica sobre el lío entre Inés y Ángel, y se había llenado de rabia, con el único deseo de confrontar a esa traidora de Inés, exponer su asquerosa relación frente a todos y vengar a su hermana Laura, pero después de dar vueltas por la fiesta en la casa de los Moore sin hallar a Inés, fue en aquel rincón adornado con flores donde vio a Oliver presionando a Ariana contra la pared y besándola con una pasión que ahogaba el aliento.
Anabel se quedó paralizada y como si un rayo la hubiera golpeado, era incapaz de moverse.
Entonces escuchó la voz de Bruno buscando a Ariana y fue en ese momento cuando Oliver, con una rapidez sorprendente, se quitó la chaqueta y cubrió a Ariana con ella, continuando su beso.
Anabel sintió una mezcla de shock y miedo, porque había descubierto el secreto de Oliver.
En pánico, tomó una foto con su teléfono y sin pensar en buscar a Inés, trató de huir por los senderos de la mansión, pero al llegar a la entrada, chocó con unos hombres y su teléfono cayó al suelo.
La foto que había sacado no era clara y apenas se distinguía a una pareja besándose, pero cualquiera que conociera a Ariana y Oliver y su forma de vestir, sabría que eran ellos.
Finalmente, fue llevada ante Nil.
Anabel había visto a Nil unas cuantas veces y siempre le pareció un hombre paciente y considerado, pero al tomar el teléfono de Anabel, Nil lo examinó con una sonrisa maliciosa y le hizo algunas preguntas.
"La primera pregunta es, ¿quién sale en esta foto?"
Anabel no era ninguna tonta y por supuesto que no se atrevió a decirle la verdad.
Si Oliver descubría que había sido ella quien reveló su secreto, ¿le quedaría alguna salida?
Había sacado la foto a propósito, pero no tenía la intención de compartirla.
Sin embargo, Nil, sin mostrar urgencia alguna, hizo llamar a unos vagabundos para que mancillaran su cuerpo, entre insultos y amenazas que destruyeron su raciocinio.
En ese momento, ante Nil, no tenía ningún deseo de resistirse, por el contrario, quería arrastrarse ante él como un perro.
Sabía que estaba enferma, probablemente tenía el síndrome de Estocolmo, ya que sentía una dependencia psicológica hacia su agresor.
Seguía temblando hasta que le quitaron la mordaza de la boca.
Nil, con su teléfono, le dio unas palmaditas en la mejilla y le preguntó: "¿Entonces dices que en la foto están Ariana y Oliver?"
Anabel asintió frenéticamente mientras hablaba: "Sí, son ellos, los vi con mis propios ojos."
"Sería ideal si pudiera quitarte los ojos."
La foto ya estaba en manos de Santiago y aunque había preparado el terreno con insinuaciones, el anciano había ido directamente a Brentwood en lugar de llamar a Oliver a la casa principal.
La diferencia entre esos dos actos era considerable.
Ser convocado a la casa principal por un error significaba el comienzo de la pérdida de confianza del patriarca.
Santiago eligió quedarse en Brentwood esperando pacientemente, pues parecía que su paciencia con Oliver era mucho mayor que con los demás.
Nil soltó una risa cargada de sarcasmo. Tantos años de contención se habían ido al traste, pero al menos Oliver no había encontrado nada concreto, quizás solo sospechaba que él estaba detrás de todo.
Bajó la mirada, cuando de repente la puerta de la habitación detrás de él se abrió y un joven apareció en el umbral preguntando: "Papá, ¿ya terminaste?"
Nil asintió y ordenó que soltaran a Anabel.
El joven se acercó a ella y dijo: "Anabel, te acompañaré afuera."
Anabel se encogió ligeramente y asintió con la cabeza en un gesto nervioso.
No les preocupaba en lo más mínimo que Anabel le dijera algo a los demás, pues sabían que ella no se atrevería y tampoco quería.
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