Miró la pantalla y se dio cuenta de que había pasado otra noche en vela.
Afuera, el aguacero era torrencial y el calor que se enredaba en su cintura como lianas que se apretaban cada vez más.
Cogió su teléfono y vio que era Bruno quien llamaba, por lo que sin más, contestó.
"¿Hola?"
El hombre a su lado parecía haber despertado.
Ariana rápidamente bajó la voz: "Habla, ¿qué pasa?"
Su garganta estaba tan ronca que apenas podía hablar y se levantó de la cama para servirse un vaso con agua y aclararse la voz.
"¿Dónde has estado estos días? Verónica y yo te hemos enviado muchos mensajes y tú ni los miras."
Ariana, mientras se ataba el cinturón de su bata, levantó la vista y se encontró con la mirada de Oliver.
El hombre tenía una presencia imponente, nariz prominente y cejas marcadas, párpados pesados que formaban una estrecha línea, complementando la leve elevación de las comisuras de sus ojos, que le daban un aire distante y frío.
La irritación de Ariana se disipó bastante y aunque había sido una noche movida, al menos había conseguido ponerle los cuernos a Bruno, por decirlo de alguna manera.
Era un juego de dar y recibir.
"Ah, no vi los mensajes, ¿hay algo urgente?" Dijo despreocupadamente mientras recogía un traje del suelo.
"Oliver ha vuelto al país, te recogeré en diez minutos para ir a casa a comer."
Bruno colgó antes de que Ariana pudiera responderle.
Ella arqueó una ceja, luego miró hacia Oliver y le preguntó: "Oliver, ¿irás a la casa de los Borges?"
Su tono era seductor, fresco y encantador.
Ni bien había terminado de hablar, cuando alguien golpeó a la puerta.
¿Bruno había llegado tan rápido?
Ariana pensó en la intensidad con la que él la había manejado en la cama y se dijo a sí misma que aquel "hombre perfecto" realmente no hacía honor a su nombre.
Sin embargo, al ver las marcas de uñas en su espalda, no pudo evitar que sus mejillas se calentaran.
No había esperado que después de ayudar a un borracho a llegar a su apartamento, terminarían mezclándose más de una vez.
Estaba a punto de decir algo para aliviar el momento cuando su teléfono sonó nuevamente, era Bruno y su tono era de impaciencia cuando preguntó: "¿Ya bajaste?"
Ariana pensó que si el protagonista de la cena familiar aún estaba allí, no había razón para apurarse, pero Bruno no tenía mucha paciencia con ella y dijo: "La lluvia está fuerte y hay tráfico, no me hagas esperar más y mejor recuerda quién eres." Él no escondió su disgusto cuando pronunció aquellas palabras.
Ariana tampoco quería seguir hablando, por lo tanto colgó el teléfono y como venganza se puso de puntillas y besó a Oliver.
Las manos del hombre respondieron apretando su nuca.
Abajo estaba el auto de Bruno y ella sentía un placer secreto.
"Ariana, ten cuidado de no quemarte jugando con fuego."
Comentarios
Los comentarios de los lectores sobre la novela: La Dama de los Sueños Dorados