Ander conocía a su hermana mejor que nadie; ella siempre había estado en el centro de su círculo social, fue mimada desde la infancia y dotada de un espíritu competitivo y destacado. Con tantas virtudes, no era de las que aceptaban la derrota fácilmente.
Ander había estudiado en la Universidad del Sur de California y ya en aquellos tiempos había escuchado el nombre de Ariana.
Era bella y discreta, con un talento que destacaba entre los demás. De no ser por las restricciones de los Moore, probablemente habría llegado aún más lejos, pero Ander sabía muy bien que, si se llegaran a comparar, Ariana no tenía nada que envidiarle a Isabel.
Los primeros diez años de Ariana transcurrieron en un orfanato, donde incluso las necesidades más básicas eran difíciles de satisfacer.
Isabel, en cambio, había nacido con una cuchara de oro en la boca, rodeada desde pequeña por tutores de élite que fomentaban sus intereses y habilidades. Desde que aprendió a hablar, estuvo inmersa en diferentes idiomas. Era imposible contabilizar la cantidad de dinero que los Johnson habían invertido en ella.
Isabel era quien era simplemente por ser la hija de los Johnson, sin más preámbulos ni esfuerzos, pero Ariana había llegado a ser quien era por mérito propio, solo porque era Ariana.
Ander dejó su copa de vino, tenía una mirada profunda y reflexiva.
Isabel notó que su hermano estaba distraído y le dijo: "Hermano, ¿nunca has pensado en encontrar una cuñada para mí? Mira, Ángel ya tiene prometida y los otros cambian de novias como si fueran camisetas. Oliver me tiene a mí, pero tú no tienes a ninguna mujer a tu lado, ¿acaso planeas vivir en soledad para siempre?"
"Oliver me tiene a mí." Estas palabras resonaron con certeza.
Ander sonrió brevemente y con sus largos dedos girando la copa vacía, dijo: "No he encontrado a alguien que me guste." Respondió.
No solo se movía en círculos de poder, sino que también estaba inmerso en el complicado mundo del entretenimiento.
En ese ambiente, donde hombres y mujeres sabían muy bien cómo disfrutar la vida, Ander, el guionista más talentoso, había lanzado a la fama a muchos, pero seguía soltero y nunca había reconocido públicamente tener una novia.
"Hermano, dime qué tipo de mujer te gusta y yo te ayudaré a buscar." Insistió Isabel.
Era Paula.
En cuanto sonó el timbre del teléfono, Paula y Anabel lo habían oído y desde el dormitorio llegaba una voz masculina, baja pero clara.
Paula hasta creía reconocer esa voz de algún lugar, por lo que golpeó la puerta, ignorando a Ariana sentada en el salón, deseosa de anunciar a viva voz el escándalo de Ariana escondiendo a un hombre en su habitación.
"Ariana, qué falta de vergüenza, trayendo a un hombre a tu casa, ¿tu prometido sabe de esto?" Acusó.
Ariana se sentó en el sofá y una sonrisa ambigua apareció en su rostro, imaginando la reacción de Paula si Oliver apareciera en ese momento; seguramente se quedaría sin palabras.
Los ojos de Paula destilaban veneno. Tenía el contacto de Bruno y no vio razón para no llamarlo de inmediato y que los pillara en flagrante delito, por lo que sin dudarlo, sacó su teléfono y marcó el número de Bruno.
Comentarios
Los comentarios de los lectores sobre la novela: La Dama de los Sueños Dorados