La esposa sustituta romance Capítulo 2

La noche siguiente, Delfma se despertó con el cuerpo dolorido por todas partes. Sin embargo, Santiago no aparecía por ninguna parte, y sólo el olor fresco del tabaco permanecía en el aire.

Delfma arrastró su cuerpo fatigado hasta el baño y se duchó. Tras bajar las escaleras, vio por primera vez a una hermosa mujer sentada en el sofá, pero ésta se limitó a mirarla con los brazos cruzados sobre el pecho.

Delfma había visto a esa mujer en la foto que le había enseñado su padre. Era Susana Navas, la tía materna de Santiago. Se decía que Santiago había perdido a sus padres cuando era niño y que había sido criado por Susana sin ayuda hasta que Arturo Echegaray los trajo de vuelta a la residencia. Santiago construyó su propio imperio empresarial con sus propias habilidades, y siempre había sido filial de Susana como si fuera su madre biológica.

En ese momento, Susana miró a Delfma de arriba abajo antes de decir:

—Gerardo Morillo, ese viejo zorro, no cumplió su palabra. Sabía que queríamos a Ámbar y, sin embargo, te envió a ti. ¿Cree que somos un centro de reciclaje de basura?

Siempre me pregunto por qué Santiago te mantiene cerca, pero ya que las cosas han resultado así, será mejor que te comportes. No creas que tendrás un ascenso meteórico por ser de nuestra familia. No somos tontos. Ahora, ve a preparar el almuerzo. Si eres parte de nuestra familia, deberías ser una esposa ejemplar.

La gran residencia Echegaray no estaba escasa de sirvientes, pero Susana ordenó a la recién llegada que preparara el almuerzo. Delfma bajó los ojos ante la aguda mirada de Susana. Aunque la mujer le estaba poniendo las cosas difíciles a propósito, no podía defenderse por el momento. Una mujer sin poder ni influencia nunca podría desobedecer a esa gente, así que sólo podía evitar los problemas siempre que fuera posible. Por eso, se limitó a dar la vuelta y se dirigió a la cocina. «Es sólo una comida, no es gran cosa», pensó para sí misma.

Sin embargo, su concesión no le hizo ganarse el respeto.

Por el contrario, Susana lo dio por sentado asumiendo que Delfma era débil y que podía ser intimidada con facilidad.

Dejó escapar un frío resoplido y curvó los labios antes de decir:

-Como era de esperar, ¡eres impresentable!

Delfma se detuvo un momento y luego se fue como si nada hubiera pasado.

Poco después, Santiago volvió de su empresa. Mientras Susana sonreía y le invitaba a almorzar, él se dio la vuelta para ver a Delfma trajinando en la cocina con un delantal puesto. Frunció las cejas, pero Susana mintió con una sonrisa al notarlo.

-Ha insistido en preparar el almuerzo. Tal vez quiera que probemos sus habilidades en la cocina -dijo.

Santiago asintió con la cabeza sin decir nada más.

Por fin, Santiago dio una respuesta esta vez. La miró sin expresión y le contestó:

-Sé lo que hago con respecto a este asunto, así que no te preocupes, tía Susana.

El rostro de Susana se congeló ante el tono frío y distante de su voz. Cuando se fue, la señora Cávalos, una de las sirvientas de la Residencia Echegaray, se acercó por detrás y consoló a Susana en un susurro:

—Por favor, no piense demasiado en ello, señora. Lo ha dicho porque le preocupa que usted se sobrecargue de preocupaciones.

Susana suspiró con expresión de preocupación.

-¿Cómo no voy a pensarlo demasiado? La personalidad de Santiago ha cambiado mucho desde que fue rescatado de esa red de traficantes de personas. Ya no es tan accesible como cuando era un niño. Aunque desde que me trajo aquí vive con tranquilidad y comodidad, sé que en el fondo me culpa. Si no hubiera sido por mi descuido, no habría sido secuestrado y no habría sufrido tanto.

A la señora Cávalos le temblaron los labios, pero no supo qué más decir. Pensó para sí misma: «el señor Santiago ha sido invencible en el mundo comercial durante los últimos diez años, pero también se ha vuelto cada vez más insensible e indiferente. No es de extrañar que la señora esté tan preocupada por él».

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