—¿Quieres que me encargue de esto?
Yolanda asintió repetidamente. Esos conceptos de diseño, solo los sabría quien los diseñó. Por suerte, en ese momento crítico, se encontró con Isabella.
—Ahora vas allí y mañana sigues trabajando en nuestro departamento. Pediré que te dupliquen el sueldo, ¿qué te parece?
Ella estuvo tentada de decir que sí. Aunque Gustavo no quería que saliera a trabajar, era demasiado aburrida para ella quedarse en casa.
Al ver la mirada dubitativa de Isabella, Yolanda le puso otra palabra:
—¡Entonces... triplica tu sueldo!
—¡De acuerdo! —Isabella sonrió.
Cuando vio que Isabella había aceptado, Yolanda le dio una palmada de alegría:
—¡Entonces ve al Grupo Navarro ahora! Nos vemos mañana.
—¡Bien!
Yolanda suspiró con alivio y también se alegró de haber conservado una talenta para su departamento de diseño.
Isabella llegó a Grupo Navarro, se registró con el portero y fue directamente al despacho del presidente.
En realidad, también quería ver cómo sería la oficina que había diseñado.
Cuando llegó al último piso, nada más salir del ascensor, la paró en seco un joven vestido de traje.
—Disculpe, ¿a quién busca?
Isabella pensó un momento antes de responder con una sonrisa:
—He venido para buscar a tu presidente y hablar con él sobre nuestro concepto de diseño de su oficina.
—Por favor, espera un momento, voy a informarle —el hombre se dio la vuelta con el rostro serio.
Ella frunció los labios y no pudo evitar suspirar en su corazón.
«La sede es mucho más estricta.»
«Se necesitaban tantos procedimientos para reunirse con el presidente...»
Mientras ella pensaba esto, el hombre le dijo:
—Por favor, sígueme.
Por fin, podía entrar.
Ella siguió al hombre, atravesó el largo pasillo y luego entró por una puerta de vidrio templado esmerilado.
«¡Bueno, era una puerta bonita!»
«¡Las baldosas del suelo también están buenas!»
Se alabó a sí misma en su corazón. El material que había elegido personalmente no solo era hermoso, sino también de excelente calidad.
—Presidente, ha llegado la diseñadora.
—¡Bien!
La voz hizo que Isabella se sintiera familiar de repente.
Después de que el hombre que la había guiado se retirara, Isabella se dirigió hacia el hombre que estaba sentado en el escritorio, leyendo documentos con la cabeza enterrada.
—¡Gonzalo!
Gonzalo levantó la cabeza después de escuchar esta llamada que era demasiado familiar.
Comentarios
Los comentarios de los lectores sobre la novela: LA ESTRELLA DE MI VIDA