Moana
Después de ver el vídeo de Edrick poniendo algo en mi café, supe que tenía que salir.
Me partía el corazón y me ponía enferma pensar en marcharme. Me había estado enamorando profundamente de Edrick y, sin embargo, todo este tiempo resultaba que estaba tramando algo en secreto contra mí; no sabía qué era exactamente lo que planeaba, pero fuera lo que fuese, desde luego no era bueno. Necesitaba salir de allí con mi bebé, y también pensaba devolver a Ella a su legítima madre. Aunque sabía que llevarme a Ella y devolvérsela a su madre podía llevarme a la cárcel, estaba dispuesta a correr ese riesgo con tal de sacar a la pequeña Ella de un hogar con un padre peligroso y sin intenciones de nada bueno.
Esa tarde, durante la pausa para comer, preparé mi plan de fuga. Llamé a Olivia en cuanto pude y le expliqué todo.
—De acuerdo —dijo, respirando hondo después de que le contara todo sobre las pruebas de vídeo que tenía. —Te sacaremos de ahí.
—Y a Ella también —dije.
Olivia se quedó en silencio. Me pareció oírla resoplar y me hizo preguntarme si estaría llorando. Cuando respondió, no mencionó nada pero le temblaba la voz.
—Vale... vale—. Se repetía a sí misma, como si estuviera pensando profundamente. Entonces, después de unos momentos más de silencio, ella parecía haber llegado a algo. —Esto es lo que haremos...
...
Después del trabajo, Edrick volvió a recogernos a Ella y a mí, como de costumbre. Me dolió ver su cara sonriente mientras Ella corría hacia él. La cogió en brazos, se la puso sobre los hombros y, mientras caminábamos hacia casa, me rodeó con el brazo. Sentí que me ponía tensa al instante.
—¿Estás seguro de que debemos hacer esto?— preguntó mi loba, sonando insegura. —Él es nuestro compañero, después de todo...
Estuve a punto de responder en voz alta sin querer, pero me contuve justo a tiempo.
—Sí —respondí. —Es lo mejor. Prefiero estar sola para siempre que poner a mi bebé en peligro.
—De acuerdo.
Me di cuenta de que Mina estaba muy disgustada, pero comprendió la situación. Era lo mejor.
Cuando llegamos a casa, fingí estar enferma y me fui directamente a mi habitación. Cerré la puerta con llave y me pasé el resto de la tarde planeando, preparando y haciendo la maleta.
Olivia me había dicho que había reservado una habitación de hotel para Ella y para mí al otro lado de la ciudad. Una vez que Ella y yo llegáramos allí a última hora de la noche, el plan consistía en cambiarnos de ropa, esperar un par de horas y luego marcharnos. Cuando saliéramos, nos esperaría un coche negro con los cristales tintados en el que estaría Olivia. Juntos, los tres conduciríamos hasta el aeropuerto. Olivia compró tres billetes de avión a Europa. Al parecer, cuando Edrick echó a Olivia por primera vez, no paraba de recibir amenazas de muerte y estaba siendo acosada por gente contratada por Edrick; me dijo que había cambiado de identidad, comprado un carné falso y que la Olivia “original” había desaparecido de la faz de la tierra. Seguía llamando a Edrick para saber cómo estaba su hija, pero siempre lo hacía desde teléfonos diferentes que ocultaban su número para que no pudieran rastrearla. Al parecer, eso era lo que iba a suceder esa noche. Retiraría todo mi dinero, tiraría mi teléfono y mi cartera al río de camino al aeropuerto y Olivia me daría un nuevo documento de identidad. Una vez en Europa, podría convertir todo mi dinero y abrir allí una nueva cuenta bancaria con mi nuevo nombre.
Por supuesto, estaba depositando mucha confianza en Olivia al planear todo esto. Mi loba no dejaba de recordármelo. Pero sentía que no tenía otra opción y que era la única forma de protegerme a mí, a mi bebé y a Ella. Edrick y su familia eran demasiado poderosos y peligrosos, y yo estaba más dispuesta a depositar mi confianza en una mujer a la que apenas conocía que a confiar en que las intenciones de Edrick fueran buenas.
Cuando terminé, sacudí suavemente a Ella para despertarla. Me pasé el dedo por los labios en cuanto abrió los ojos, indicándole que se callara.
—¿Moana? —susurró, bostezando somnolienta. —¿Has tenido una pesadilla?
—No, cariño —respondí. Le quité suavemente las sábanas de encima, parpadeando mis propias lágrimas. —Tú y yo tenemos que ir a un sitio.
Ella se incorporó, parecía confusa.
—¿Adónde vamos?
Suspiré y le pasé un mechón de pelo por detrás de la orejita.
—Voy a llevarte a conocer a tu verdadera mamá —le susurré.
Los ojos de Ella se abrieron de par en par. Le tendí la mano y ella la cogió.
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