Moana
Quería rogarle a Edrick que no se peleara y que dejara que la policía se llevara a Ethan, pero parecía que Edrick tenía la vista puesta en una pelea a puñetazos con Ethan. Mientras veía cómo se arremangaban y se preparaban para pelear, sólo esperaba que Edrick fuera un buen luchador y que Ethan no hiciera ningún truco sucio.
Uno de los policías cogió a Ella, que afortunadamente seguía dormida. La llevó a uno de los coches de policía y me preguntó si quería ponerme a salvo, pero no podía apartar los ojos de Edrick.
Me sentí tan estúpida por no confiar en Edrick. Por supuesto que las conversaciones con Olivia eran todas falsas, completamente inventadas para hacerme perder la confianza en él. Querían separarme de la única persona que haría lo que hiciera falta para mantenerme a salvo.
Ethan y Edrick se colocaron en lados opuestos de la sala abierta y se pusieron en posición de combate. Observé con la respiración contenida cómo Edrick levantaba los puños, preparado para luchar. Todo estaba quieto y en silencio, como la calma en el aire justo antes de una gran tormenta. El aire parecía estático, como si hubiera electricidad flotando en él.
Y entonces Edrick cargó contra Ethan. Los dos hermanos se lanzaron en una ráfaga de puñetazos y patadas. Ethan dio un puñetazo en la mejilla de Edrick, haciéndole dudar un momento mientras se sacudía el dolor de la cabeza, pero Edrick consiguió esquivar el siguiente puñetazo. Edrick entonces pasó su pierna por debajo de los pies de Ethan. Ethan cayó al suelo, pero era increíblemente ágil, gracias a su sangre de hombre lobo, y rebotó un instante después con los puños en alto. Lanzó un gancho a la cabeza de Edrick, que éste esquivó. El puño de Edrick se clavó en el estómago de Ethan, que se tambaleó contra la pared para recuperar el aliento.
Mientras Ethan estaba contra la pared, Edrick voló hacia él y le propinó furiosos puñetazos. Se movían tan rápido que casi parecían borrosos debido a sus habilidades de hombres lobo; los puños de Edrick volaban una y otra vez, y Ethan los esquivaba repetidamente hasta que consiguió asestarle un golpe alto a Edrick en la mandíbula y hacerlo volar hacia atrás.
Solté un grito ahogado cuando Edrick patinó por el suelo. Su camisa se rasgó al chocar contra el cemento.
—¡Edrick! —Le llamé, pero no me escuchaba. Con un gruñido, Edrick se puso de pie. Podía ver que le empezaban a salir gotas de sangre de la camisa, pero los cortes no parecían molestarle lo más mínimo. Ethan cargó de nuevo contra él y amagó hacia la derecha, pero Edrick estaba alerta y atrapó a Ethan. Lo cogió por el cuello con una mano y lo estampó contra el suelo. Iba a matar a Ethan.
Yo no quería que muriera nadie, pero Edrick estaba demasiado furioso para que lo detuvieran, a pesar de que tanto yo como la policía le rogábamos que no llegara demasiado lejos. Sin embargo, Edrick no escuchó y golpeó a Ethan repetidamente en la cara hasta que ésta quedó cubierta de sangre. Edrick hizo una pausa y, con el pecho agitado, se sentó a horcajadas sobre Ethan y lo miró fijamente. Edrick tenía los ojos muy abiertos y brillaban más que nunca.
Ethan escupió un diente ensangrentado al suelo y se echó a reír.
—Nunca te portaste bien, Edrick —gruñó, con la voz confundida por la sangre. —Cada vez que nos peleábamos de niños, siempre me dejabas sangrando... Pero esta vez, tú serás el que sangre.
De repente, Ethan agarró a Edrick con una fuerza inesperada para alguien a quien prácticamente acababan de partirle la cara. Lo agarró por el cuello y tiró de él para acercarlo, gruñendo mientras lo hacía, y luego le dio un fuerte cabezazo a Edrick. Edrick se tambaleó y yo grité de miedo. Intenté correr hacia él, pero uno de los policías me detuvo y me contuvo, negando con la cabeza.
—Es mejor que se mantenga al margen, señorita —dijo en voz baja. —Una vez que dos Alfas empiezan a pelear, nadie puede separarlos.
Sólo pude ver con horror cómo Ethan tiraba el cuerpo de Edrick al suelo, haciendo que éste se deslizara por el suelo una vez más. Gimiendo, Ethan se puso lentamente en pie y cojeó hasta Edrick. Puso el pie sobre la cabeza de Edrick, girándola de un lado a otro como si la inspeccionara, antes de agarrar un puñado de la camisa de Edrick y levantarlo un poco. Le dio un puñetazo en toda la cara. La cabeza de Edrick se echó hacia atrás y los ojos se le pusieron en blanco por un momento.
—Suéltame —supliqué, liberándome del policía. —¡Va a morir!
Ethan, al oír mi forcejeo, se volvió hacia mí. Me dedicó una sonrisa sangrienta y amenazadora, se apartó y le hizo un gesto a Edrick.
—No puedes —dijo. —No te lo permitiré.
—¿Por qué? —pregunté. —Te salvará la vida...
—Eres el Lobo Dorado —respondió Edrick. —Si me marcas, tu loba emergerá, y podrías cambiar. Será peligroso tanto para ti como para el bebé. Además, yo...— Se detuvo un momento y tosió. Un poco de sangre le goteaba por la comisura de los labios.
—¿Además de qué? —gimoteé, ahuecando su cara. —¿Además de qué?
—Además—, continuó Edrick, su voz apenas un graznido mientras el charco de sangre en el suelo aumentaba de tamaño, —he estado... poniendo un suero en tu café para evitar que tu loba emergiera. No quería que estuvieras en peligro.
Sentí que una nueva oleada de lágrimas brotaba donde las otras se habían secado. Sacudí la cabeza y apreté con fuerza la mano de Edrick entre las mías.
—No —susurré, ignorando el caos de disparos y gruñidos a mis espaldas mientras Ethan luchaba contra la policía. Miré por encima del hombro y descubrí que varios Pícaros se habían unido a la lucha, sin duda, contratados por Ethan. Si no salvaba a Edrick, los Pícaros iban a matarnos a todos de todos modos.
—No te dejaré morir —dije con firmeza.
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