La niñera y el papá alfa romance Capítulo 236

Moana

-Hola, Moana-. La voz áspera de Michael resonó en mi cabeza con tal intensidad que me estremecí y retrocedí un paso.

Mis ojos se abrieron ampliamente al ver lo que sostenía firmemente en su mano: el Cuchillo de Oro. El arma que representaba mi muerte. El mismo cuchillo que sentía clavarse en mi pecho una y otra vez en mis visiones.

-M-Michael-, balbuceé, retrocediendo otro paso, -¿qué estás haciendo? ¿Por qué tienes ese cuchillo?.

Michael dio un lento paso hacia mí. Las gotas de lluvia resbalaban por la hoja dorada del cuchillo en su mano, creando un espectáculo espeluznante mientras caían de la punta afilada y curvada.

-¿Michael?- repetí, viéndolo avanzar. Mis ojos escudriñaban frenéticamente en busca de una vía de escape, pero no había salida a la vista. No sabía si estaba solo o si alguien más lo acompañaba en la niebla. Correr a ciegas hacia la oscuridad no era una opción segura.

Michael suspiró y levantó el cuchillo, examinándolo bajo la luz, girándolo para observarlo desde diferentes ángulos. La hoja dorada brillaba con el reflejo de la lluvia, destacando cada detalle, desde la cabeza de lobo en el mango hasta la leve curvatura de la hoja, todo idéntico a mis visiones.

-No quiero matarte, ¿sabes?- dijo Michael, pasando la manga por la hoja para limpiarla del agua.

Sacudí la cabeza. -No necesitas hacerlo-, susurré. -Podemos irnos los dos de aquí. Si quieres que deje en paz a tu familia, lo haré. Estoy dispuesta a hacer lo que sea necesario, siempre que mi bebé esté a salvo.

Durante unos eternos segundos, Michael simplemente me miró con sus ojos penetrantes a través de la lluvia y la niebla que nos separaba. Rogué con la mirada por mi libertad, mientras al mismo tiempo imploraba a mi lobo que actuara... Cualquier cosa.

-Si Edrick no aparece pronto, debemos cambiar de estrategia-, pensé angustiada hacia mi lobo.

-Lo estoy intentando con todas mis fuerzas, Moana-, respondió con el mismo pánico que yo. -Pero es increíblemente difícil. Me siento... bloqueada.

-¡Sigue intentándolo!

Michael dio otro paso hacia mí y sentí que el corazón se me estrujaba en la garganta. Retrocedí otro paso, pero al mirar por encima del hombro, vi el borde del acantilado, ahora más visible gracias al viento que agitaba la niebla, y noté que estaba peligrosamente cerca del precipicio.

Si no había otra opción... Me pregunté si debía saltar. Tomar mi destino en mis manos y al menos evitar que Michael tuviera la satisfacción de matarme él mismo.

-Me importa un comino tu bebé-, gruñó Michael. -Tengo que acabar contigo, como hice con tus padres. Debería haberte eliminado primero, antes de que tuvieras la oportunidad de esconderte.

Mis ojos se abrieron de par en par. -¿Mis padres?- susurré. Todo este tiempo... Me dejaron en las puertas del orfanato para protegerme; no porque se avergonzaran de mí. Conocían mi verdadera naturaleza, así que hicieron todo lo posible por ocultarme entre los humanos.

Michael soltó una risa entre dientes. -¿Qué, aún no lo has entendido?-, preguntó. -Lo admito, las dos primeras veces que nos vimos, no reconocí quién eras. Pensé que no eras más que un juguete humano para mi hijo, otra mujer que lo atrapó con un hijo bastardo en tu vientre para hacerte rica rápidamente. Pero me equivoqué.

Michael se encogió de hombros. -No conoces a mi hijo como yo. Por encima de todo, ama el dinero, los lujos que nuestro estatus le ha proporcionado. Te garantizo que lo preferirá a una mujer soltera como tú.

-Te equivocas-, gruñí. -No sabes nada sobre él.

-Además...- Michael continuó sin inmutarse, como si no hubiera escuchado mis palabras. -Nadie sabrá que estuve aquí. Cuando encuentren tu cuerpo al pie de esta montaña algún día, pensarán que te caíste. Incluso podrían pensar que te lanzaste. No me importa. Nadie podrá rastrearme.

-¿Como no pudieron rastrearte por la muerte de la madre de Ethan?- Pregunté.

Los ojos de Michael se abrieron ligeramente. Fue solo por un instante, pero en ese breve lapso supe que había tocado una fibra sensible en él.

-No hables de lo que no entiendes -respondió con brusquedad.

Michael dio otro paso hacia adelante. En ese momento, me sentí impotente... No sabía dónde estaba Edrick, ni siquiera si sabía que yo había desaparecido. No tenía adónde ir, ni forma de defenderme o protegerme.

Solo podía cerrar los ojos y esperar que mi lobo finalmente cambiara.

Y si eso no sucedía... Entonces tendría que tomar una decisión drástica.

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