Moana
Abrí los ojos y me invadió el pánico al darme cuenta de que comenzaba a descender. Aunque el proceso de transformación aún no se había completado y sentía que avanzaba poco a poco, temía que Michael pudiera matarme antes de que lograra transformarme por completo.
Sin embargo, mis ojos se abrieron de par en par al divisar a Edrick de pie entre la niebla, justo detrás de Michael.
-¡Edrick! -grité, sintiendo que mi corazón latía con fuerza al verlo. Él había venido por mí después de todo...
Nuestros ojos se encontraron brevemente, sus brillantes orbes plateados cruzándose con los míos.
-Espera -resonó su voz en mi mente-. Te daré un poco de tiempo.
De repente, cuando seguía descendiendo, Michael se lanzó hacia adelante con el cuchillo en la mano. Un grito se escapó de mis labios mientras prácticamente tocaba el suelo, y levanté las manos instintivamente para protegerme. Pero Edrick fue más rápido y se lanzó hacia adelante.
Con horror, observé cómo Edrick agarraba a Michael por detrás del cuello de la camisa y lo arrojaba hacia atrás, interponiéndose entre nosotros. Gruñó y levantó los grilletes mientras se acercaba a Michael, quien se reincorporaba con dificultad.
De repente, Michael se transformó en un imponente lobo gris. Me quedé boquiabierta ante su tamaño, que superaba incluso al de Edrick.
-Edrick, no... -murmuré, extendiendo la mano para tocar el pelaje de Edrick. -Es demasiado peligroso. Debemos huir.
Pero Edrick no parecía escucharme. Su atención estaba centrada en acabar con su padre.
Los dos lobos se enfrentaron, gruñendo y dando vueltas en círculo. Me pregunté si se estaban comunicando telepáticamente, pero no podía estar segura.
De repente, un dolor punzante atravesó mi cabeza. Solté un grito y caí de rodillas, sujetándome la sien donde el dolor resonaba con intensidad. La transformación estaba comenzando; lo sentía. La sensación de que mis huesos y mis células se movían y cambiaban casi me hizo vomitar, y tuve la impresión de que podría hacerlo en cualquier momento.
Mientras permanecía en el suelo, escuché cómo los gruñidos se intensificaban. Edrick saltó hacia adelante y chocó con Michael en el aire, y todo lo que pude hacer fue presenciar cómo luchaban ferozmente en un torbellino de dientes, garras y sangre.
Esta batalla era mucho más despiadada que la pelea con Ethan. Michael estaba tan decidido a matarme que estaba dispuesto a enfrentarse a su propio hijo.
La enorme pata de Michael golpeó el cuello de Edrick, enviándolo hacia un lado. Michael se lanzó hacia mí y volví a gritar.
-¡Edrick! -grité, intentando incorporarme, pero fue inútil. El dolor se extendía por mi cuello, hombros y brazos, descendiendo lentamente por mi columna vertebral.
El dolor se extendía por todo mi cuerpo. Me aferré al suelo con las manos mientras temblaba violentamente por el tormento que recorría mis huesos, y solo pude observar en un estado de horror absoluto mientras Michael se abalanzaba hacia mí.
Sin embargo, de repente, Edrick se levantó y chocó nuevamente con Michael. Los dos lucharon mientras rodaban peligrosamente cerca del borde del acantilado, y volví a jadear al ver la cercanía del abismo.
Las rocas seguían desmoronándose y cayendo al vacío brumoso debajo. Un simple mal movimiento podría llevarnos al precipicio.
No había tiempo que perder. Tenía que cambiar.
-Date prisa, Mina -imploré a mi lobo, aunque no hubiera respuesta, confiaba en que escuchara mis súplicas.
Una nueva ola de energía me recorrió, desencadenando otro estallido de dolor que me hizo gritar. Sentí como si el mundo diera vueltas a mi alrededor, luchando por mantener la compostura.
Una nueva ola de energía me envolvió. La luz se intensificó aún más, y de repente me encontré en el suelo, mis párpados parpadeando frenéticamente...
-¡No!- Escuché a Edrick gritar. Su voz parecía distante, como si fuera llevada por el viento.
Había sido apuñalada. Michael logró lo que buscaba.
Pero entonces sucedió algo extraordinario.
La luz dorada estalló como una bomba atómica. El aire se saturó de electricidad estática y resonó un estruendo similar a un trueno, seguido de un silencio sepulcral. Un viento suave me envolvió, enredando mi pelaje y azotando mi rostro.
El poder era abrumador. Abrí los ojos y me encontré tumbada en el suelo.
Edrick ya no estaba a mi lado, ni Michael tampoco.
Todo estaba envuelto en un silencio sepulcral, como si el tiempo se hubiera detenido. Mis ojos se abrieron completamente, pero ya no eran los ojos humanos que conocía; todo estaba bañado en una luz tan intensa y clara que parecía disolver la niebla que antes nos rodeaba.
-¿Edrick?- Mi grito apenas resonaba en mi cabeza. Miré a mi alrededor, pero solo encontré el resplandor dorado que me envolvía.
¿Estaba él vivo? ¿Había logrado cambiar a tiempo para evitar que Michael usara el cuchillo?
O tal vez... ¿estaba muerto?
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