La niñera y el papá alfa romance Capítulo 251

Moana

Después de un arduo parto de diez horas, finalmente llegó el momento esperado: el nacimiento de la pequeña Daisy.

-Es tan diminuta-, susurré con ternura mientras la sostenía entre mis brazos, observando cómo su llanto llenaba la habitación. Aunque apenas pesaba dos kilos y medio, el médico confirmó que estaba tan sana como un buey.

Edrick, quien había sido mi apoyo constante durante todo el proceso, se acercó con una sonrisa radiante y extendió la mano para acariciar su mejilla. En un instante, la manita de Daisy se aferró con fuerza al dedo índice de su padre, demostrando una determinación sorprendente para alguien tan pequeño.

Aunque tenía los ojos cerrados, su instinto innato de aferrarse al dedo de su padre era conmovedor.

No pude evitar reírme, pero también me entraron ganas de llorar.

La imagen de mis padres en mi nacimiento, mi padre sosteniendo mi mano, y luego mi madre cuando me dejó en el orfanato, todo eso cobró un nuevo significado con Daisy. Ahora, ella no tendría que soltarnos nunca si no quisiera. Éramos una familia, y nos protegeríamos mutuamente.

Cuando miré a Edrick, su mirada lo decía todo. Nunca había presenciado un amor tan profundo en una sola mirada, y eso me hizo emocionarme hasta las lágrimas.

-Ven-, le dije, tomando su mano y colocándola con ternura debajo de la espalda de Daisy. -Puedes sostenerla-.

Los ojos de Edrick se iluminaron mientras tomaba a la bebé entre sus brazos, estrechándola contra su pecho con delicadeza. Con una sonrisa y lágrimas en los ojos, observé cómo comenzaba a mecerla suavemente y a susurrarle palabras llenas de amor.

En ese instante, hubo un suave golpeteo en la puerta y la enfermera asomó la cabeza.

-Siento interrumpir -sus palabras fluyeron con delicadeza-, pero tiene visita. ¿Está listo para verlos?

Edrick y yo asentimos. En apenas unos instantes, Ella entró corriendo seguida de Selina y Verona.

-¿Es Daisy? -Ella preguntó, acercándose a Edrick con curiosidad mientras se ponía de puntillas para vislumbrar.

Edrick asintió y ocupó la silla junto a mi cama para que Ella conociera a su hermana. La pequeña la observó con asombro durante unos instantes antes de volver su mirada hacia mí.

-¿Por qué parece toda... aplastada y morada, como una uva? -inquirió, con una inocencia que hizo que todos soltáramos una risita.

Tuve que soltar una risita, contagiada por el ambiente relajado que se había instalado en la habitación. -Los recién nacidos suelen tener ese aspecto al principio -expliqué, mientras acomodaba un mechón de pelo detrás de la oreja de Ella. -Pero pronto estará bien. Tendrá un aspecto normal en poco tiempo.

-Oh... -Ella arrugó la nariz con curiosidad. -Pero aún así estoy emocionada. ¿Cuándo podré jugar con ella?

Mientras Edrick se ocupaba de responder a las preguntas curiosas de Ella, Selina y Verona se acercaron a mí con expresiones preocupadas.

-¿Cómo fue el parto, cariño? -preguntó Verona.

-¿Tienes sed? -inquirió Selina, tocándome suavemente la mejilla. -Permíteme traerte unos cubitos de hielo.

-¿Te atendieron bien los médicos? -agregó Verona, interesada.

Me sentía aturdida por todas las preguntas y no sabía cuál contestar primero. Por suerte, Edrick acudió a mi rescate y los distrajo con Daisy para que yo pudiera descansar.

...

La habitación del hospital estaba envuelta en penumbras esa noche. Daisy descansaba plácidamente en su moisés. Edrick y yo apenas podíamos apartar la mirada de ella durante más de unos pocos minutos seguidos.

- Ella tiene tus ojos verdes -murmuró Edrick suavemente, con una sonrisa tierna jugueteando en sus labios. - Apuesto a que también heredará tu cabello rojo.

No pude evitar sonreír. - Bueno, tiene tu nariz y tus labios -susurré.

- Es... perfecto - susurré, admirando el destello de la piedra.

Edrick sonrió, esperando mi respuesta. - Entonces, ¿la respuesta es sí?

- ¿Sí a qué? - pregunté, sintiendo que mi corazón latía con fuerza en mi pecho.

- ¿Sí a casarte conmigo? - dijo, con una sonrisa cómplice.

Mis ojos se abrieron como platos. El pequeño diamante brillaba en la penumbra de la habitación del hospital, mientras Daisy dormía plácidamente en su moisés.

Edrick soltó una risita y con cuidado, tomó el anillo de mis manos temblorosas. Deslizó el anillo en mi dedo anular izquierdo con suavidad. Encajaba perfectamente, como si hubiera sido hecho especialmente para mí.

- Ya está - susurró. - Tomé la decisión por ti.

No pude contener la risa. De alguna manera, me lo esperaba, pero aún así me sorprendió. Mientras las lágrimas llenaban mis ojos, solo podía contemplar el anillo y a nuestra hija.

- ¿Moana? - Edrick preguntó.

Sin pensarlo dos veces, envolví mis brazos alrededor de Edrick y lo atraje hacia la cama del hospital donde yo estaba tumbada. Cayó sobre mí con un gruñido y una risita mientras lo cubría de besos, y cuando intentó apartarse, no lo solté.

- Sí - dije entre risas y besos. - Por supuesto que me casaré contigo.

Una carcajada suave resonó en la garganta de Edrick, aumentando mi deseo de besarlo aún más. Con gentileza, tomó mi rostro entre sus manos y sus labios encontraron los míos en un dulce y tierno beso, su aroma envolviéndome por completo. En ese momento, todo lo demás parecía desvanecerse.

Solo salimos de nuestro ensimismamiento cuando Daisy se despertó, llorando por su leche.

Historial de lectura

No history.

Comentarios

Los comentarios de los lectores sobre la novela: La niñera y el papá alfa