La venganza de mi mujer ciega romance Capítulo 162

Albina de repente apagó su teléfono, se puso de pie, la miró y se burló:

—Señora, ha repetido la misma pregunta durante tres años, ¿no se aburre de eso?

Sra. Santángel frunció el ceño:

—Tanto tiempo te has metido con Umberto, ¿no te das cuenta de lo sinvergüenza que eres?

Habló con rudeza, su expresión y su voz, todo demostraron que no le gustaba nada Albina, la trataba como si fuera su enemiga.

Debido a que la Sra. Santángel estaba bien vestida y tenía una persona especial quien la atendía, eso llamó mucha atención de los demás. Todos alrededor de Albina la miraban de vez en cuando.

Desde el principio, habían estado escuchando la conversación entre las dos y pudieron adivinar la relación entre ellas.

Todos suspiraron en sus corazones, «realmente es una lástima para esta hermosa chica que se va a convertirse de la nuera de esta suegra que la desprecie, pero la actitud de ella también es intransigente.»

Las personas a su lado estaban concentradas en el desarrollo de sus discusiones.

Albina no se enojó para nada después de ser regañada frente a tanta gente, porque ya estaba acostumbrada de sus insultos aún más desagradables durante los tres años de matrimonio.

—Antes que nada, fue tu hijo quien me perseguía tanto para recuperarme después de muchos esfuerzos, si estropeas nuestra relación, sabes mejor que nadie de lo que es capaz de hacer Umberto.

Albina se acercó a ella y le dijo con una voz dulce:

—¿Umberto rompería su vínculo consigo?

Esas palabras dieron escalofríos a la señora, trató empujar a Albina, pero fue esquivada y dejándola desequilibrada por ese movimiento.

Luego la miró con fiereza:

—¡Quien te crees que eres!, ¡cómo te atreves a amenazarme! Soy la madre de Umberto, pase lo que pase, él nunca me ignorará por alguien como tú, no te confíes tanto o te arrepentirás por lo que has dicho.

—¿Hablas en serio? Entonces déjame preguntarte, ¿cuántas veces había regresado Umberto a casa este año y cuántas veces te hablaba como tu hijo? ¿Cuántas veces te llamó mamá?

Todas esas palabras punzaban fuertemente al corazón de la Sra. Santángel.

Tenía una postura rígida y el temblor, a través de las gafas de sol, pudo ver que sus ojos estaban desorbitados.

Si no supiera la verdad o no tuvieron tantos conflictos con ella, Albina sentiría un poco lamentable al verla así.

Pero cuando pensaba en los malos tratamientos y los insultos que le lanzaba durante los 3 años, no sentía ninguna lástima por ella.

—Umberto fue criado por su abuelo desde que era un niño. No te importaba su vida y ahora quieres controlarlo, ya es un adulto. En cuanto al carácter de Umberto, ¿crees que puedes lograr hacerlo?

Al ver que Albina era grosera, la Sra. Santángel la señaló con dedos temblorosos:

—¡Desgraciada, nunca te perdonaré por lo que has dicho, te voy a dar una lección, ya veremos!

Albina la miró con frialdad:

—¿Crees que sigo siendo la pobre ciega de antes? Ahora Umberto me ama más que nunca y dejó su propio orgullo para recuperarme, si te atreves a perjudicarme, tu hijo nunca te perdonará, si no me crees, ¡pruébalo!

Tan pronto como estas palabras salieron, la Sra. Santángel estuvo punto de caerse por estar mareada, en este momento, el gerente detrás que tenía miedo de hablar desde el principio, por fin se atrevió a dar un paso adelante para apoyarla.

—Sra. Santángel, mejor hagamos los trámites primero.

Esas palabras le salvó su situación embarazosa, miró fríamente a Albina y se fue con arrogancia.

Albina se recostó en su asiento, tenía una expresión tranquila como si nada hubiera pasado.

Cuando miraba el teléfono, una mujer con vestida sencilla junto a ella le dio una palmada en el brazo.

Albina miró hacia atrás.

La mujer se quedó atónita por un momento, antes solo vio el perfil del rostro de Albina y ahora se dio cuenta de cerca que estaba hablando con una chica bellísima que le dejó sin aliento por un momento.

—¿En qué le puedo ayudar? —preguntó Albina con voz suave.

Entonces la mujer reaccionó y se tocó inconscientemente el cabello, su rostro cetrino luciera que llevaba una vida difícil.

—¿Esa mujer era la madre de tu novio cierto?

Albina se sorprendió de que una mujer desconocida le habló, pero igual le respondió:

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