La venganza de mi mujer ciega romance Capítulo 163

«Su voz parecía tener mucho miedo, ¿qué le habrá pasado?»

Se apresuró hacia ella, pero no por curiosidad. Aunque la Sra. Santángel realmente no era una buena persona, al menos era la madre biológica de Umberto. Albina no soportaría verla sufrir de algún daño sin hacer nada.

Apenas salió Albina, vio a dos hombres con cuchillos que arrastraban a la Sra. Santángel hacia un carro negro.

El gerente a su lado se quedó atónito, tenía mucho miedo de salirse lastimado por sus cuchillos, entonces lo único que hizo era llamar a la policía.

La Sra. Santángel quedó muy asustada por este incidente, las gafas de sol de gran tamaño cayeron al suelo mientras la jalaban, sus lágrimas brotaron mientras luchaba desesperadamente.

Como había subido mucho peso en los últimos dos años, los dos malvados no pudieron subirla al auto fácilmente.

Albina pudo reconocer los dos al instante, ellos también vinieron al banco para hacer las operaciones, probablemente se fijaron en la Sra. Santángel cuando ella trataba mostrarse su altivez y sabían que si no actuaran ahora, no podrían hacer nada cuando ella llegara a su casa.

Todas personas a su lado gritaban por lo que estaba pasando, pero nadie se atrevió a ayudarla y la Sra. Santángel estaba tan desesperada que lo único que pudo hacer era usar todos sus fuerzas para agarrar la puerta del auto.

Albina no tuvo otra opción, se quitó sus zapatos, los sostuvo en sus manos y se acercó a los dos en silencio.

Cuando estaba lo suficientemente cerca, se puso muy nerviosa y esperaba que los dos estaban un poco distraídos, de repente les dio golpes con sus zapatos.

Los tacos de sus zapatos justamente golpearon en las caras de los dos, entonces inmediatamente soltaron sus manos y cubrieron sus rostros, Albina aprovechó ese momento, y agarró la muñeca de la Sra. Santángel para escaparse.

Al principio quería llevarla a donde estaba el gerente para liberarse de los malvados, pero vio que había otras personas salieron de la multitud que podrían ser cómplices de ellos, Albina no estaba segura de si había más de ellos, entonces apretó los dientes y llevó la Sra. Santángel para correr hacia otra dirección.

Entonces esos hombres las perseguían ferozmente.

Por otra parte, la Sra. Santángel continuó gritando desesperadamente. Albina giró la cabeza y dijo:

—Ya deja de gastar tu energía en los chillidos inútiles, ¿ok?

Sus gritos realmente causaron dolores a los oídos de Albina.

La Sra. Santángel miró hacia atrás, se cerró la boca de inmediato y siguió los pasos de Albina.

***

Yolanda que estuvo esperando el mejor momento, apareció en la puerta del banco, al ver que había alboroto, entonces se abalanzó hacia la multitud sin saber lo que ocurrió hace un momento:

—No la toquen, suéltala…

Después de llegar al centro, se quedó atónita al descubrir que la Sra. Santángel ya no estaba ahí.

«¿Qué raro, dónde están los hombres que contraté?»

La gente a su alrededor la miraba de forma extraña, Yolanda preguntó a uno de ellos: —Escuché que hubo un secuestro aquí hace un momento...

—¡Llegas tarde! —dijo uno de la multitud.

«¿Qué había sucedido?»Yolanda se quedó atónita por un momento. «¿Será que los dos hombres que contraté fueron vencidos? Pero también he contrato otros hombres, por si acaso, ¿cómo es posible que las guardias del banco los derrotan en tan corto tiempo?»

Había investigado bien que la Sra. Santángel salió hoy a hacer unos trámites aquí y no trajo guardaespaldas, solo la acompañaba un chofer de mayor edad.

El hombre que había visto todo compartió emocionalmente:

—Justo un minuto antes de tu llegada, esa señora fue rescatada por una chica.

La expresión de Yolanda estaba llena de decepción, todo su esfuerzo se echó a perder por una chica.

El transeúnte no vio su cara y continuó diciendo:

—No esperaba que hubiera tantos mafiosos, ojalá las dos pueden escaparse de ellos, de toda manera, el gerente ya llamó la policía.

De hecho, Albina sintió que estaba a punto de quedarse sin aliento, pero esos malvados parecían unos zombis que no dejaban de perseguirlas.

—¡Eso te pasa por ser vanidosa! Si nadie nos ayuda, por tu culpa, también seré atrapada.

Como el banco se ubicaba en un lugar aislado, hasta ahora no había nadie fuera capaz de detener a esos hombres que se veían feroces.

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