La venganza de mi mujer ciega romance Capítulo 189

Kevin vio que Albina estaba muy decidida, así que no dijo nada más. Además, ya habían llegado hasta aquí y habían quedado con Agustín, por lo que si se fueran en este momento, no solo perderían una valiosa oportunidad como esta, sino que también podría dejar una mala impresión a Agustín, o lo ofendería y dejaría a Albina en una situación peligrosa en los peores casos.

Agustín le debía un favor a Kevin, lo cual era la razón por la que este había aceptado reunirse con Albina. Kevin no tenía mucho contacto con Agustín y solo se había encontrado con él unas cuantas veces, así que no conocía muy bien su temperamento.

Después de internarse en la habitación, Albina le dedicó una sonrisa ligera y luego cerró la puerta.

La insonorización del cuarto era muy buena, y Albina, estando adentro, no podía oír ni un poco de los sonidos ruidosos afuera.

Ella estaba un poco nerviosa mientras observaba la habitación cautelosamente.

Albina había penado que con el estatus actual y la naturaleza del oficio de Agustín, la habitación suya debería estar bastante sombría, decorada con un estilo del jefe de mafia.

No obstante, la realidad era que este cuarto era muy elegante y tranquilo, amueblado con muebles de madera maciza y bien iluminado, dando una sensación relajada a la gente.

Había un gran escritorio en el centro y las estanterías que se alineaba detrás estaban llenas de libros.

—¿Es un estudio? —Albina se preguntó a sí misma en voz baja.

En ese momento, una elegante voz sonó:

—Sí, es mi estudio.

Con una expresión un poco sorprendida, Albina giró la cabeza para mirar hacia la dirección de la voz y se quedó estupefacta por un momento al ver a la persona que se le acercaba.

«¿Este es Agustín?»

Ella había imaginado que como un personaje entre los gánsteres, Agustín debería ser un fuerte hombre calvo con una cicatriz en la cara.

Pero la realidad no era así en absoluto. Agustín iba vestido con un traje azul marino y tenía más o menos cincuenta años. El paso de los años le había dejado unas marcas en su rostro, pero aún se podía notar vagamente el aspecto amable y apuesto de su juventud.

Llevaba una expresión gentil, pero tenía unos ojos tan profundos y feroces como los del halcón, lo que hacía imposible leer sus pensamientos verdaderos.

Agustín había salido de una puerta oculta. Albina miró la pared detrás de él para ver si poder ver algo. Ella no había descubierto la puerta cuando examinaba toda la habitación. Luego, no se sabía en dónde Agustín activó algún mecanismo y la puerta oculta desapareció.

Sin pensarlo demasiado, Albina le saludó respetuosamente:

—Señor, encantada de conocerle, soy Albina Espina.

Agustín asintió con la cabeza, observándola en secreto de arriba abajo.

«Esta chica es realmente destacada en apariencia. Se dice que a Umberto le gusta ella. Je, je, debe ser una chica especial.»

Albina pudo detectar que se estaba mirando a sí misma, pero no se sintió incómoda porque no había frivolidad ni lascivia en la mirada de este. Por el contrario, lo que Albina podía percibir solo era prudencia y complejidad, por eso ella creía que este hombre era decente y no iba a hacerle nada.

Albina había oído a Kevin hablar de que Agustín tenía muy profundos sentimientos a su difunta esposa, por eso se atrevió a verlo a solas.

—Pues dime qué es la intención de tu vista de hoy —Agustín se sentó detrás del escritorio y le indicó a Albina que tomara el asiento.

Tras sentarse, esta le dijo su propósito sin andarse con rodeos:

—Quiero hacer un negocio con usted.

Cuando ella terminó, Agustín se rio en voz baja:

—Niña, por lo que sé, solo eres una diseñadora, ¿qué clase de negocio puedes hacer conmigo? Mi tiempo es precioso y no me lo pierdas, ¿eh?

Albina frunció los labios y continuó:

—Le interesará lo que digo a continuación.

—¿Sí? Pues sigue, te estoy escuchando —Agustín levantó los ojos para mirarla al notar la firmeza en su tono.

Albina respiró profundamente y le contó detalladamente lo que le había sucedido y su odio implacable hacia la familia Espina.

Le contó todo esto a Agustín, en parte para que este empatizara con ella y supiera que los dos tenían experiencias similares, y en parte para tomar la iniciativa de presentar su propio trasfondo familiar y hacerle sentir su sinceridad de hacer oferta con él.

Como esperaba ella, después de que Agustín oyó todo esto, puso una expresión ligeramente conmovida y suspiró:

—Eres una pobre chica.

Comentarios

Los comentarios de los lectores sobre la novela: La venganza de mi mujer ciega