La venganza de mi mujer ciega romance Capítulo 196

La anciana se quedó muy sorprendida con los ojos muy bien abiertos, como si fuera la primera vez que se enteraba de esto.

Albina frunció levemente el ceño al ver su expresión.

«¿Puede ser que ella no haya estado involucrada en el accidente del papá? ¿Acaso la abuela no sabe nada de lo que Ramon y Alex han hecho a papá?»

—Por supuesto que no es cierto, mamá. ¿Cómo puedes creer en esta Albina y dudar de mí? —Ramon se apresuró a negar mientras miraba fijamente a Albina con los ojos llenos de resentimiento.

«¡Resulta que todas las palabras sobre perdonarme que ha dicho esta zorrita son simplemente una mentira! Tendrá otro propósito al ayudarme a conseguir este trabajo en el Grupo Santángel, ¿verdad? ¡Probablemente, solo está buscando una oportunidad para humillarme!»

Pensando en esto, Ramon se puso muy furioso.

Al oírle a Ramon calumniarla de nuevo, Albina se rio ligeramente y, sin decir una palabra, puso directamente la grabación en su teléfono para que la anciana la escuchara.

Luego, miró fijamente a la anciana y soltó una risotada:

—¡Me deben dos vidas! Todos son responsables de la muerte de mis padres, por lo tanto, ¡no los perdonaré tan fácilmente!

La anciana, sin hacer caso a sus palabras, miró fijamente a Ramon con los ojos enrojecidos, le señaló con un dedo tembloroso y lo interrogó con rabia extrema:

—¿Mataste a tu hermano menor? ¡Maldito! ¡¿Cómo has podido hacer algo tan cruel?!

Sí que odiaba a su hijo menor, resentida por el hecho de que su nacimiento le había costado el trabajo y la había convertido en un ama de casa mediocre para el resto de su vida, pero por mucho que odiara a ese hijo, nunca se le ocurrió a ella la idea de matarlo.

La anciana miró a su hijo mayor como si estuviera mirando a un extraño y continuó interrogando al no obtener la respuesta de este.

—¿Por qué querías matar a tu hermano? ¡Ramon, fue tu hermano biológico!

—¿Mi hermano biológico?—Ramon miró con impaciencia a la anciana y se mofó— Je, je, mamá, nunca lo trataste como tu propio hijo durante tantos años, ¿por qué yo tenía que tomarlo como mi hermano menor?

La anciana se quedó tan enfadada al oír estas palabras que no pudo decir nada para replicar durante un buen rato.

Ramon continuó:

—No olvides que nunca te gustaba Juan desde que era niño. Ya que podías tratarlo así como madre, ¿por qué esperas que yo podía tener sentimientos fraternales por él?

La señora Espina, muy irritada, se puso de pie, abofeteó con fuerza a su hijo y maldijo en voz alta:

—¡Bestial! Aunque no me gustaba Juan, seguía siendo tu hermano. ¡¿Olvidas cuánto dinero te ha dado y lo bueno que ha sido contigo durante estos años?! ¡¿Cómo has podido hacerle daño?!

Ramon, abofeteado, se puso molesto ante las airadas maldiciones de su madre, así que la apartó con fuerza.

Afortunadamente, los curiosos que estaban al lado sostuvieron a la anciana a tiempo.

—¿Cómo te atreves a empujarme? ¡Ramon, eres un ingrato sin consciencia moral!

Los ancianos que observaban también empezaron a señalar con el dedo a Ramon, regañándolo por ser violento con su madre.

Ramon refutó en el acto:

—¿Soy ingrato? ¡No olvides que soy yo quien te he estado manteniendo durante tantos años!

—¿No es tu responsabilidad que me mantienes? Desde la escolarización hasta el trabajo, he arreglado todo bien para ti y te he dado todos los recursos familiares, ¿no deberías pagarme?

—¡Bah! ¿Me has dado todos los recursos familiares? No seas ridícula —Ramon se rio con frialdad y dijo— ¿Cómo consiguió Juan el dinero para establecer su empresa? ¿No se lo diste en secreto? Parece que eres muy buena conmigo, pero en realidad el que más te gustaba era Juan, ¿verdad?

La anciana se mostró incrédula, con la cara arrugada llena de tristeza y angustia. No esperaba que su hijo mayor, al que había mimado tanto durante tantos años, le guardara tanto rencor en el fondo.

—¿Cuándo le he dado dinero a Juan? ¿Todos los bienes familiares no han estado bajo tu gestión durante estos años? —la anciana replicó.

Juan había dejado la familia Espina sin llevarse nada, y el dinero para montar la empresa lo había ahorrado trabajando duramente con su esposa.

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