Cuando Umberto se quedó en blanco, Miguel abrazó a Albina, que se apoyaba mansamente sin negarse.
Después de que Miguel y Albina se fueran del cuarto, Umberto inclinó la cabeza, miró sus manos y se dijo «¡Cree que soy chancho!»
—Umberto —dijo inquietamente Yolanda, que le tiró la manga.
Tomando una respiración profunda, Umberto, cuyos ojos estaban llenos de lagrima, respondió tristemente:
—Tengo que ir a la empresa.
Pero en este momento Yolanda gritó repentinamente:
—No te pudiste olvidar de Albina durante los tres años pasados. ¡Estoy segura de que te has enamorado de ella!
—¡No! —se volvió de repente Umberto, que estaba mirando a Yolanda con los ojos inyectados de sangre.
Sorprendida, Yolanda se quitó la camisa, mordiendo su labio.
Una cicatriz grande que aparecía en su piel blanco hacía que su cuerpo delgado no se viera perfecto.
—Yolanda —diciendo con la voz ronca, Umberto, que intentó ponerse en calma, se acercó a la chica y le puso la camisa.
No pudiendo parar de llorar, Yolanda continuó:
—¿Recuerdes que yo te salvé del incendio? Me has jurado que vivirás conmigo para siempre. ¡No te arrepientas!
Umberto apretó el puño y respondió desesperadamente:
—Claro.
Yolanda sonrió, se arrojó a sus brazos y dijo:
—No me decepciones. Si no, moriré frente a ti..
—Vale —decepcionado, Umberto no era capaz de moverse, como si se hubiera hecho un cadáver rígido.
—Mañana vas a divorciarte de Albina, ¿vale?
—Vale.
Habiendo recibido la responda que esperaba, Yolanda reventaba de satisfacción, «Nunca podrás vencerme, Albina. Por mucho que te ame Umberto, soy su única opción.»
***
Miguel llevó a Albina a su oficina para ayudarla a vendar la herida en su dedo. Sentado al lado de la chica, Miguel preguntó angustiada:
—Albina, ¿te duele?
—Es nuestro turno.
Cuando Albina estaba a punto de entrar en la oficina, Umberto la agarró del brazo, lo presionó contra la pared de, lo besó de repente, y lo soltó antes rápidamente de que ella pudiera reaccionar.
Al ver esta escena, la pareja detrás de ellos siguió abucheando:
—Tu esposo se veía frío, pero de verdad ha sido más romántico de lo que nos imaginábamos. No hay duda de que te quiera muchísimo —dijo una chica emocionada a Albina.
Mirando a la chica, Albina limpió sus labios,
—Estamos aquí para divorciarnos.
Todo el mundo se quedó en blanco al escuchar sus palabras.
La chica también estaba sorprendida. Ya que estaba aquí para divorciarse, ¿por qué este hombre la besaría así? Obviamente, todavía la quería.
Los dos completaron el formulario, se sellaron el sello y obtuvieron el certificado de divorcio, lo que puso fin al matrimonio.
Cuando Albina se levantó, Umberto miró su rostro pálido y los ojos oscuros que se mezclaron con paciencia e impotencia,
—Albina, me voy a comprometer con Yolanda en tres días.
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Los comentarios de los lectores sobre la novela: La venganza de mi mujer ciega
que pasa con el final de esta novela solo llega hasta 577 ?...