La venganza de mi mujer ciega romance Capítulo 238

Umberto entendió por qué Albina Espina lloraba tan triste porque también se enfadó cuando escuchó este audio.

—¡Qué bastardo! —dijo Umberto apretando los dientes.

Su expresión era fría y se sintió culpable. Debía creer a Albina en aquel entonces y investigar la verdad.

Pero creyó a Yolanda.

Al pensar eso, Umberto se dio dos bofetadas.

Albina paró de llorar por su comportamiento. Lo vio con los ojos turgentes sorprendida. Se temblaban los dedos y quería tocar cuidosamente a la huella de su cara.

Umberto la abrazó estrechamente antes de que la tocara Albina.

Umberto acarició los hombros de Albina. Dijo con voz ronca:

—Lo siento. Todo es mi culpa. Debía creerte. Lo siento mucho.

No paró de pedir perdón. Albina puso la mandíbula en el hombro de Umberto y cerró los ojos sintiendo más triste. Se temblaba y siguió llorando.

Debería vivir su padre.

Salvó a Yolanda y llamó a la ambulancia. Aunque no lo llevó al hospital la familia Carballal cuando llegaron, lo habría salvado la ambulancia y Juan habría tenido esperanza de seguir su vida.

Pero lo mataron crueles antes de la llegada de la ambulancia.

¿Por qué? ¿Por qué lo hicieron? ¿Solo para el proyecto y la fama? ¿O para dinero?

Cuando abrió los ojos, Albina tenían odio en sus ojos.

¿Querían dinero y fama? Entonces los haría perder todo lo que quisieran y sentir la pena y el amargor que Albina había sentido.

—Umberto, empecemos.

Dijo estas palabras con lágrimas. Umberto lo prometió sin ninguna vacilación.

Antes no la ayudó, pero la apoyaría para siempre sin importar la justicia.

Albina lo soltó y secó las lágrimas:

—Miré en tu móvil. Lo siento.

—Está bien. Lo mio es tuyo —Umberto acarició sus ojos—. Deja de llorar.

Eran ojos bonitos y brillante. No querían que los dañara y solo pudiera ver la oscuridad.

Se le ocurría a Albina que Miguel le mandó que tenía que proteger a sus ojos después del tratamiento, si no, podrían reaparecer la enfermedad.

—Dame el audio. Me voy a duchar y poner la toalla caliente en los ojos.

Sacó el colirio y lo aplicó en los ojos.

—Debo dar mi agradecimiento a Dr. Águila por la recuperación de mis ojos después de vengar a Juan.

Al escuchar eso, Umberto levantó las cejas y no sabía qué decir.

Albina abría y cerraba los ojos para dejar el colirio entrar en sus ojos. Y vio la expresión rara de Umberto.

—¿Qué quieres decir?

Umberto dijo en voz baja:

—Sé que te curó Dr. Águila y dejé a Rubén pagarle por el tratamiento.

Albina se sorprendió. Nunca se le había mencionado Umberto.

Él siguió las palabras:

—Miguel devolvió el dinero. Creía que era humillación. No nos llevamos bien desde pequeños.

Albina recordó que aunque no discutían los dos cuando estaban juntos antes, el ambiente no era normal.

—¿Qué os pasó? Dr. Águila tiene temperamento tan bueno que nadie le odia. ¡Debes haber hecho algo malo!

Albina sabía que no era tan inocente Umberto. Era indiferente frente a los demás.

Cuando escuchó las palabras de Albina , Umberto se sintió triste,

—No he hecho nada. es su culpa.

Se llevaron bien Camilo y Umberto cuando eran niños. Siempre salieron con Santiago. Miguel era dos años menor que ellos, por eso no podía salir con ellos. No le gustaba Umberto por la relación entre ellos y Camilo.

Esto le importaba Umberto, poro no esperaba que Miguel se enamorara de Albina.

Sin embargo, era hermano de Camilo, así que Umberto no lo molestaba mucho.

Albina iba hacia el baño llevando pijama que le dio Umberto y dijo:

—Llevo muchos días sin verlo. No sé qué le pasó. Quiero ir al hospital estos días y dar mi agradecimiento. ¿Sabes qué quiere?

Umberto se fijó en Albina. No se sintió bien por las palabras de Albina. No le falta nada excepto Albina. Era de una familia rica, no se le ocurrió a Umberto lo que le faltaba.

Albina cerró la puerta y empezó la ducha. Umberto se sentó en el sofá para responder a Romina. Quería que ella no apareciera frente a Julio de nuevo. La desaparición se reveló su propósito. Si aparecía, se vengarían de ella.

Cuando salió, se había calmado Albina.

Umberto ya no estaba en la sala. Albina empujó la puerta de la habitación y lo vio acostarse en su cama.

Apenas la vio, Umberto se levantó y le indicó para que se le acercara:

—Ven. La manta es templado.

Albina paró el paso. No sentía nerviosa dormir con Umberto. Eran novios y ya habían hecho todo lo que debían hacer.

Era normal que les pasara algo.

Umberto se rio bajo la luz suave. Albina era más y más nerviosa.

Se acostó a su lado rígida. Albina respiraba rápida, pero él no hizo nada después de abrazarla y apagar la luz.

Albina lo miró con ojos brillantes y Umberto acarició su cabello,

—Duerme. Estás agotada. Descansa para recibir mañana.

Le dio palmaditas suavemente la espalda para hacerla dormir.

Albina estaba cansada. Tuvo un largo día. Se acostó en los brazos de Umberto y se calmó.

Pronto, Albina tuvo sueño y durmió.

Umberto percibió su respira y se fijó en su cara. Los ojos de Umberto estaban llenos de amor.

Sus padres creían que no podía hacer a Albina enamorarse de él.

En realidad, lo podía, pero no quería hacerlo.

La apreciaba mucho y no quería que Albina sintiera tristeza o pasara otra vez el pasado.

Sabía que lo temía Albina en el interior aunque no lo vio por su expresión. Temía que pasara la tristeza y la daña otra vez.

Sin embargo, ahora ella se sentía segura con él.

Al pensar eso, Umberto se le acercó y le besó en los ojos.

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