La venganza de mi mujer ciega romance Capítulo 241

—Genio.

Dieron vergüenza a Albina los elogios de Umberto. Y él siguió las palabras:

—He mandado a Rubén vigilar a la Familia Seco. Me dijo que Jaime discutió con Pedro Leoz esta mañana.

Al ver la expresión confundida de Albina, Umberto le explicó:

—Pedro es el nieto favorito de Alfredo. En aquel entonces, cuando Jaime no había regresado a la Familia Seco, Pedro era el sucesor y Alfredo le prestó la mayor atención.

Albina se sorprendió:

—No es raro que le odie a Jaime. Robó su posición.

—Exacto —Umberto asintió con la cabeza—, Son competidores. Si no está Jaime, Jaime logrará muchas oportunidades. Pero no es una persona sensata. Discutió con Jaime por la mañana, así que Jaime se arrepintió y no quería irse. Solo podía correr el riesgo para quedarse aquí.

—Es un hombre audaz. La situación puede ser muy grave. Y si de verdad pasa algo horrible, se arrepentirá.

Umberto se rio y no dijo nada.

Jaime quería quedarse en la Ciudad Sogen, así que hizo un accidente, pero no lo hizo demasiado. Solo quería que se ablandara su abuelo y le permitiera quedarse.

Para Umberto, no quería perder esta oportunidad. Ya que Jaime había dañado a Albina con crueldad, se vengaría.

Umberto mandó a Rubén establecer intriga, que no descubriría la policía ni Diós.

Pero no quería que lo supiera Albina.

Albina se sentó en la cama pensando lo que pasó, pero de repente, miró el reloj, y se levantó. Salió de la habitación corriendo.

—¡Dios mío!

Había quedado con Claire hoy, pero olvidó el tiempo en los brazos de Umberto.

Se arregló con toda prisa. Viéndola comportarse tan ansiosa, se rio Umberto:

—No te preocupes. Te llevo en coche. ¿No es a las nueve?

—Sí. Pero hoy es día laboral. Tal vez nos encontremos atasco y llegaré tarde.

A Claire le importaba mucho la puntualidad. Aunque eran amigas, mejor que no llegara tarde.

Umberto había preparado. Viendo que no terminó Albina, fue a la cocina para hacer un bocadillo. Cuando lo terminó, Albina salió de la habitación.

Bajaron y subieron el coche. Ya eran las ocho y treinta y cinco. No era tarde.

Umberto la ayudó a abrocharse la cinturón de seguridad.

—Vamos —Albina bajó la cabeza y confirmó el tiempo.

Le dio un bocadillo Umberto. Arrancó el coche y dijo:

—Hay agua en coche. No te des prisa. Cuidado con atragantarte.

Albina estaba conmovido:

—¿Y tú? ¿No desayunas?

Umberto se rio:

—No te preocupes. Soy jefe y puedo desayunar cuando quiera.

Sus palabras le hizo a Albina tener envidia,

—¡Qué bueno!

—Si eres mi mujer, también podrás comportarte así.

—Claro que no —Albina mordió un pedazo y lo masticó.

De repente recordó lo que dijo Macos. Cuando terminara la corporación con Claire, si todo salía bien, tal vez sería famosa y podría tener su estudio.

Desde pequeña, quería tener su propia marca de ropa de mujer.

Pensando en eso, no se dio cuenta de que ya llegaron. Miró el reloj. Ya eran las ocho y cincuenta. No llegó tarde.

—Solo concéntrate en tu trabajo. Resolveré todo —Umberto le acariciaba el cabello.

Ayer sabía la verdad de la muerte de Juan. Temía que eso la afectara.

—No te preocupes. Estoy bien.

Aunque ella tenía odio, no estaba desesperada como el día anterior. Solo quería que la Familia Carballal recibiera el castigo por lo que había hecho.

Umberto se aflojó:

—Pronto verás el fin trágico de la Familia Carballal.

Albina asintió con la cabeza y fue hacia el edificio. De repente se volvió y regresó para abrazar a Umberto:

—Cuando empieces, dime y publicaremos el audio.

Umberto la entendió:

—Claro. Vete.

Cuando este momento, Albina notó que ya pasaron cinco minutos. Se apresuró a entrar.

***

En el hospital, Alfredo se sentó en el banco frente a la puerta cerrada de sala de operación con expresión fría.

Pedro estaba a su lado. Miró hacia la puerta silenciosamente. Esperaba que Jaime se encontrara con un accidente esta mañana, de verdad eso se hizo realidad.

Decían que cuando llegó al hospital, no podía parar la hemorragia, especialmente su pierna.

El conductor de otro vehículo estaba aquí. Miró a Alfredo y los guardaespaldas. Sabía que el hombre que estaba en la sala era de familia grande. Secó el sudor en la frente y dijo en voz baja,

—No sé por qué aceleró la velocidad y me chocó el coche. Es cierto. Hay un video de vigilancia y la grabadora de conducción. No es mi culpa.

Dijo todo confidente. Podía jurar a Dios.

Alfredo lo ignoró y dijo fríamente:

—He llamado la policía y dejamos a la policía decidir todo.

El conductor se enfadó pero también creía que era la mejor manera. La policía era justicia.

A Pedro se le ocurría la razón. Conocía bien a Jaime. Sabía que no era tan inocente como su apariencia.

Al pensar eso, Pedro dijo fingiéndose preocupado:

—¿Cómo pasó accidente así? Es suerte que es cerca de nuestra ciudad. Si hubiera pasado en lugar lejos, no habría llegado al hospital a tiempo.

No se atrevía a decir mucho. Temía que Alfredo entendiera su intención.

Alfredo era sensible. Entendería el propósito de Jaime. En realidad, sabía que eso era posible. Pero no esperaba que la situación fuera tan grave.

Al escuchar lo que dijo Pedro, el anciano le dio una mirada. Sabía lo que pesaba.

—Cállate. Jaime todavía estaba en el peligro.

Su voz era baja, pero seria. Pedro bajó la cabeza:

—Lo siento.

Alfredo volvió la cabeza. Perp Pedro apretó los dientes en el labio y cerró los puños.

Otra vez. Siempre el abuelo estaba al lado de Jaime y todo era su culpa. Jaime era el autor de este accidente, pero Alfredo lo reprochó. ¿Por qué? ¿Porque solo era el hijo de su hija?

Pero él era el único nieto favorito de Alfredo antes de que regresó Jaime.

Al pensar eso, los ojos de Pedro se puso rojos y se llenaba de tristeza y odio.

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