La venganza de mi mujer ciega romance Capítulo 240

La mirada de Jaime era fría. Se fijo en la cara de Pedro Leoz,

—Regresaré dos años después. Pedro, no seas tan orgulloso —su risa era muy horrible—, ¿Creéis que podréis sustituirme? No hagas sueño. Solo quiero que ayudáis a administrar la empresa por mi abuelo.

La expresión de Pedro cambió. Conocía bien lo que pensaba el anciano.

Aunque lo quería el abuelo, no podía comparar con Jaime, el único nieto por parte paterna. Jaime se comporta amable frente a Alfredo, pero frente a ellos, era diferente. Por eso los otros primos la odiaban mucho. Se alegraba de que se fuera Jaime, pero también le molestaba que regresara dos años después.

Su mirada era fría. Se fijaba en Jaime,

—Quién sabe lo que pasará dentro de estos dos años. No estás al lado del abuelo, mi madre era su hija favorita y soy su nieto favorito. Tal vez me elegirá.

Jaime se puso la mala cara y no dijo nada. No estaba seguro. Su abuelo siempre cambiaba. No estaba a su lado estos dos años. Era posible que lo sustituiría ese Pedro. Y todo lo que había hecho se destruiría.

Jaime apretó los dientes y cerró los puños.

—Es hora de partir —el asistente lo dijo.

Jaime se despertó del enfado. Subió al coche y dijo una sonrisa amable como siempre.

—Puedo comunicarme con el abuelo de otras formas. Sé claramente el horario de Alfredo.

Jaime se fue después de estas palabras. Pedro se quedó en su sitio. Su expresión era fría. Esperaba que Jaime se encontrara con el accidente y muriera.

Jaime fue a otra ciudad en coche. No había larga distancia a la Ciudad Sogen, pero costar seis horas en coche.

Si pasaba algo, no podría regresar pronto.

La salud del anciano se encontraba mal estos años. Si no podía regresar pronto, perdería muchas oportunidades. Estaba angustioso. Apretaba el volante pensando eso y tenía una idea fijándose el coche delante.

Recordó la cara de Pedro y tomó la decisión. Condujo el coche hacia el delante.

***

Umberto tuvo un buen sueño abrazando a Albina. Cuando se despertó, ya eran a las ocho.

Viendo a Albina dormida, se quedó en la cama y se fijaba en ella.

La luz solar entró, lo que le hacía a Albina sentirse incómoda. Ella se acercó a sus brazos y puso la frente en su pecho.

Umberto Se ablandó al verla así como un gato. Quiso que el tiempo se parara en ese momento.

De repente, sonó el teléfono. La campana abrupta y rápida, despertó a Albina. Se despertó con cabello desordenado. Se llenaban confuso en sus ojos,

—¿Qué hora es?

—Es temprano. Duerme.

Umberto acariciaba su cabello. Quería que siguiera durmiendo. Miró la pantalla. Era Rubén.

Si no era urgente, no lo llamaría en este momento.

Umberto salió de la habitación silenciosamente con el móvil.

La voz de Rubén era inquieta:

—Dicen que a Jaime le ocurrió un accidente, y ya regresó a la Ciudad Sogen. Estaba en la sala de emergencia.

Umberto levantó las cejas,

—Es su estilo. ¿Has cumplido la tarea que te di?

—Claro. Y no he dejado nada de huella. No se preocupe. No lo descubrirán.

Se aflojó Umberto al decir eso,

—A recibir la gratificación de dos meses.

—Gracias, señor.

Albina salió de la habitación. Vio a Umberto sentarse en el sofá pensando algo. Ella dijo con la voz de dulce y confundida:

—¿Qué pasa?

Umberto se fijó a su pie primero. No se llevaba zapatos como lo que esperaba Umberto.

Frunció los ceños y se levantó. Se le acercó y la abrazó elevándose por los aires.

Albina exclamó. Desapareció el sueño. Se apresuró a abrazar su cuello. El pulso se le aceleraba.

—Me asustas —ella golpeó suavemente los hombros de Umberto.

Umberto bajó la cabeza, y acariciaba su cara con la nariz:

—No lo hago si te llevas bien los zapatos. No es nuestra casa, y no hay alfombra aquí.

El azulejo de esta casa era fría. Hacía poco empezó el verano. La temperatura no era alta.

Antes Albina estaba ciega. Por eso se pusieron alfombras en todas las partes de su casa y cubrió el borde de todos los muebles. Temía que se dañara.

Albina también recordó los detalles que ignoraba antes.

En realidad, aunque Umberto le mintió por Yolanda, la trataba bien. La salvó de la situación desesperada. La recogió y llevar a Marisa Cicerón al hospital. Les dio una casa.

Umberto ya la llevó a la habitación cuando lo pensaba. Le puso los zapatos.

Albina lo miró y estaba conmovida. Se le acercó y la abrazó.

Este comportamiento hizo a Umberto levantar la cabeza. Albina lo acariciaba con la frente:

—Eres el mejor.

—¿Por qué?

La cara de Albina se puso en roja por la voz suave de Umberto. Mencionó otro tema:

—No me dices qué dicen en la llamada.

Albina adivinó que debía ser lo de la Familia Carballal y la Familia Seco por lo que había pasado estos días.

Dijo lo que pensó. Umberto pasó el móvil:

—Exacto. Es Rubén. Dijo que le pasó un accidente de coche a Jaime y estaba en el hospital.

Albina se sorprendió. Miró a Umberto:

—Siempre tiene trucos. ¿Cómo es posible que solo fuera una coincidencia. Casi se fue de la Ciudad Sogen.

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