La venganza de mi mujer ciega romance Capítulo 263

Este lugar era la villa donde vivían Julio y su amante Romina.

La villa quedaba un poco aislada, la compró bajo nombre de otra persona, especialmente para mantener esta relación extramatrimonial, la única que sabía su ubicación era Romina.

Así que la policía no podría encontrarla por corto plazo.

Entró a la villa con mala cara, tenía una máscara que cubría su rostro, pero aún se podía ver que estaba de mal humor.

—Tampoco puedo quedarme aquí por mucho tiempo... —Julio murmuró.

Estaba seguro de que Romina fue mandada por alguien para vigilarlo de cerca, y esa persona, muy probablemente sería Umberto.

Entonces decidió quedarse aquí por solo una noche y mañana por la mañana, recogería los objetos de valor que hay dentro para luego venderlos en silencio.

Esta era la última forma en que podía recaudar dinero.

Afortunadamente, Romina no había sacado las cosas valiosas antes de irse, eso le dio una última esperanza para su escape.

Al recordar a Romina, la expresión de Julio se puso complicada.

No sabía que ella trabajaba para Umberto, de lo contrario, no permitía que ella grabra el audio que después causó todos los desastres.

Julio abrió la puerta con una cara fea.

La villa estaba completamente oscura y silenciosa.

Después de haber encontrado el interruptor, encendió la luz.

Julio tuvo que entrecerrar los ojos para acostumbrarse de la iluminación repentina, después de un rato, apenas abrió los ojos y descubrió que había varias personas esperándolo en el salón, de repente, lo empapó de un sudor helado.

—¡¿Umberto?!

Al mencionar ese nombre, se castañeteaba los dientes.

Umberto, sentado en el sofá, tenía una figura grande, vestía un traje negro recto, y sus ojos eran fríos y hermosos. Cuando lo miró con los ojos entrecerrados, se emitía una atmósfera hostil y su piel blanca pareciera exhalar frialdad bajo la luz.

—¿Pareces muy sorprendido de verme aquí? —Umberto se burló— Julio, veo que tienes mucho coraje esconderte en este lugar sabiendo que Romina trabaja para mí.

Al oír esto, el rostro de Julio palideció aún más, mirando a la mujer detrás de Umberto, con los dientes apretados y los ojos llenos de odio:

—Romina, siempre he sido bueno contigo, ¿por qué me traicionaste?

Al escuchar esto, Romina lo miró manteniéndose el encanto de una mujer, pero su mirada y su forma de hablar llenaban de indiferencia.

—Sr. Carballal, sabes muy bien de que entre nosotros no existe la fidelidad o la traición, solo cumplía mi trabajo que me dio el Sr. Santángel, nunca quise ser tu amante. Romina sonrió frunciendo los labios y lo miró de arriba hacia abajo.

Aunque fue solo una mirada de desprecio, Julio se sintió muy avergonzado.

Solía presentarse como un hombre exitoso y dominante ante ella, Romina solo podía adorarle como una abejita indefensa, pero ahora, él parecía un mendigo arrodillado a sus pies.

Una baja autoestima indescriptible se apoderó de él.

Julio trató de deshacerse de estas emociones y la miró:

—Aunque no te di el puesto de la señora Carballal, te había tratado muy bien todo el tiempo, ya sea dándote amor o dinero.

Romina se burló cuando escuchó sus palabras:

—De toda manera solo era tu amante que no podía defenderme bajo humillación de tu hija. En fin, entre nosotros solo había tratos, sacrifico mi cuerpo a cambio de tus secretos, me parece muy justo, ni siquiera había llevado alguna propiedad que me diste, en cuanto a tu amor —ella se rio—, no lo necesito.

La cara de Julio se puso colorado y quería decir algo, pero Umberto lo interrumpió con impaciencia:

—Parece que aún no has dado cuenta de tu situación, no estamos aquí para escuchar tus quejas.

Esto hizo que Julio se calmara, antes solo había fijado en Umberto y Romina, y ahora se dio cuenta de que Albina estaba sentada al lado de Umberto, y había bastantes personas de vestido negro detrás de ellos.

El cuerpo de Julio se tembló, e involuntariamente dio unos pasos hacia atrás, y preguntó con mucho temor:

—¿Qué es lo que quieren?

—¡Qué pregunta tan estúpida! —Umberto le dio un guiño a Rubén al ver a Albina levantarse.

Rubén inmediatamente mandó a sus hombres a sujetar a Julio para que no la lastimara.

—¿Qué hacen? ¡Suéltenme!

Julio medía casi 1,8 metros, pero la mayoría de los guardaespaldas detrás de Umberto medían casi 1,9 metros, todos eran musculosos y fuertes, agarraban los brazos de Julio y lo levantaron fácilmente.

Sus ojos estaban llenos de horror, mirando a Albina:

—¿Qué vas a hacer?

En seguida, los ojos de Albina se pusieron rojos y lo abofeteó con fuerza.

Julio se atemorizó por esa bofetada y a Romina le quedó sorprendida al ver esa actitud de Albina hacia otra persona.

Cuando vino con Umberto, había notado que Albina estaba a su lado.

También descubrió que Umberto se preocupaba por ella todo rato, le hablaba con tono muy suave y la miraba con mucho cariño.

Eso fue lo más asombroso para Romina, ya que para ella, Umberto siempre había tenido un carácter solitario, era muy guapo, pero con tan solo ver su mirada fría, se generaría temor para acercarse a él.

Esta chica debería ser la mujer que más amaba Umberto.

La apariencia de Albina era bien hermosa, y hablaba con cortés, nunca se imaginaría que le diera repentinamente una bofetada a Julio.

En un instante, toda la villa se quedó en silencio, a Julio le dolían mucho las comisuras y la cara, además, zumbaba contra sus oídos, no podía creer que Albina le había pegado su cara frente a tanta gente.

—Hija de puta...

Antes de que pudiera terminar de hablar, recibió otra bofetada mucho más fuerte que la de anterior.

Julio sintió que se le aflojaban los dientes y tenía la boca tan hinchada que no podía hablar.

Albina miró a Umberto y luego a su mano.

Tan solo con escuchar el sonido de la bofetada, ya podía imaginar cuánto dolor recibió en ese momento.

Umberto sonrió y apretó los dedos de Albina:

—Querida, déjame pegar yo a este bastardo, no quiero que te duelen las manos.

Julio miraba fijamente a los dos, pero no se atrevió a decir nada, de lo contrario, podría recibir una lección fatal.

—Señor Carballal, ¿por qué me mires así? Lo que te hice no se compara para nada con lo que hiciste a mi suegro.

Antes de que llegara la ambulancia, había estrangulado cruelmente al padre de Albina y si no hubiera llegado alguien, Albina también sería asesinada.

Julio miró a sus ojos, sintió un escalofrío en el cuello y encogió la cabeza inconscientemente, sabiendo que hoy habría llegado su fin.

—Por favor, llévame a la comisaría, confesaré todos mis delitos —suplicaba Julio con voz ronca.

Apenas habló por unos segundos, sentía muchos dolores por las comisuras y el dolor lo hizo temblar.

Julio sabía muy bien que si fuera capturado por policía, lo que podría ocurrir sería condenado a prisión, pero si cayera en manos de Umberto, además de ser condenado, enfrentaría torturas inhumanas.

Julio miró a los guardaespaldas de cara seria a su alrededor y se arrepintió mucho de haber escapado de la persecución de policía que tendría sufrimiento menor.

Miró a Umberto y continuó rogando:

—Fui el responsable de lo que pasó hace cuatro años, cuando recibí la llamada de Juan, tenía mucho miedo de perder mi fama y mandé a un hombre para matarlo en vez de darle agradecimiento. Realmente siento mucho por lo que hice, por favor, perdóname, no me lastimen.

Al escuchar eso, los ojos de Albina comenzaron a ponerse rojos, lo miró con fiereza y rigió:

—Pero mi papá ya está muerto y nunca voy a recuperarlo con tus disculpas inútiles.

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