La venganza de mi mujer ciega romance Capítulo 337

Umberto y Albina levantaron la vista al mismo tiempo y se dieron cuenta de que los demás se habían acercado a ellos.

Estaban tan absortos en la conversación que no se habían percatado del cambio en su entorno.

—Mamá, no te metas en eso, por favor.

Justo cuando Umberto quiso recuperar su billetera, la Señora Santángel rápidamente la puso en la mano del abuelo. Luego miró a Umberto con una expresión de orgullo.

—Umberto, ahora la billetera está en la mano de tu abuelo, y como sabes, el abuelo no tiene buena salud. Si se la quitas a la fuerza, tu abuelo podría salir lastimado.

Mirando la billetera sujetada por el abuelo, Umberto se sintió malhumorado e impotente, y al final, dejó de resistir.

«De todos modos, no había nada impresentable ahí, ya me da igual si se burlan de mí o no.»

Umberto al ver a las cuatro personas reunidas, miró la billetera en la mano del abuelo, y empezó a sonrojarse.

Bajo la atención de todos, la billetera por fin fue abierta.

Ciertamente, había una foto adentro, y cuando los cuatro la vieron, quedaron atónitos por un momento y luego, de repente, se echaron a reír al mismo tiempo.

Las mejillas de Umberto se estaban poniendo más caliente.

—¡Ya dejen de reírse de mí! —gruñó Umberto en voz baja.

Su padre se acercó a él y le dio una palmada en el hombro.

—Umberto, siempre pensé que eras una persona sin sentimientos, pero hoy descubrí que tienes un lado apasionado.

Umberto giró la cabeza y lo miró con indiferencia.

Pero su padre lo ignoró y sonrió con más fueza.

—Realmente me sorprendiste.

Albina también se rio mucho al ver la foto y al mismo tiempo su corazón se calentó.

Era la foto de Albina cuando tenía dos años, la que fue encontrada en el diario de su papá.

Pero a diferencia de la foto original, esta foto fue editada por Photoshop, y estaba unida a la foto de Umberto cuando tenía dos años.

Era evidente de que la foto fue modificada por alguien inexperto, seguramente debía ser Umberto quien lo había hecho.

A primera vista, parecía una foto de boda de dos niños, era linda y divertida. Este acto infantil hizo que Albina sentiera mucha calidez.

Umberto se cansó de ser burlado, dio un paso adelante, agarró la billetera y rápidamente la metió en su bolsillo, tosió levemente y le dijo a Albina casualmente:

—Albina, ¿quieres que te prepare frutas?

—No es necesario que lo hagas, solo deja que el sirviente lo prepare. Ahora cuéntanos cómo obtuviste esa foto, tu padre y yo también queremos una como esta.

Lo que dijo la Señora Santángel era solo una broma, pero cuando el padre de Umberto la escuchó, miró a Umberto con entusiasmo.

—Buena idea, también enséñame a hacer una.

Umberto miró con indiferencia a sus padres y no dijo nada.

Albina al ver que Umberto estaba a punto de liberar su ira, rápidamente lo jaló hacia su habitación, y mientras caminaba les dijo a los tres:

—Señores, vamos a tomar una siesta, con permiso.

Los dos se retiraron rápidamente y entraron al dormitorio. Al momento de cerrar la puerta, por fin pudieron dejar de escuchar las risas y conversaciones de los mayores.

Umberto se sentó en el borde de la cama enojado y justo cuando quería dar explicaciones a Albina, de repente, una mano suave se posó sobre su hombro, miró hacia arriba y vio a Albina de pie, mirándolo con una sonrisa encantadora.

Antes de que Umberto pudiera reaccionar, fue empujado sobre la cama.

En seguida, Albina se le echó encima y lo miró con mucho cariño.

Umberto nunca había visto que Albina se comportara de manera tan provocativa y coqueta, así que tragó saliva y preguntó con timidez:

—Albina, ¿qué quieres hacer?

Albina le mostró una sensual sonrisa, tocó sus sonrojadas mejillas.

—Ya les había dicho que quiero acostarme contigo —dijo mientras ponía énfasis en la penúltima palabra.

Cuando Umberto estaba a punto de hablar, Albina le dio un pronfundo beso.

Umberto quedó completamente atónito al sentir su amoroso, cauteloso y no muy fluido beso.

Poco tiempo después, Umberto finalmente no pudo aguantar más, se dio la vuelta y se le puso encima de Albina.

Disfrutaron del amor hasta el anochecer.

El sirviente llamó a la puerta para avisarles que bajaran a cenar.

Después de un largo golpe en la puerta, Umberto salió del dormitorio.

El sirviente notó que su joven amo se había cambiado de ropa y todavía tenía el cabello mojado, parecía que acababa de salir de una ducha.

Umberto bajó solo las escaleras, los dos hombres mayores miraron detrás de Umberto, pero no encontraron a Albina.

—¿Dónde está Albina? ¿Por qué no bajó contigo? —el padre de Umberto preguntó.

La Señora Santángel fue mucho más cuidadosa, pellizcó el brazo a su marido por debajo de la mesa, le pidió al sirviente que repartiera la comida para Umberto y Albina, y dijo:

—Llevátela arriba para que Albina coma contigo y luego pediré al sirviente que recoja los platos.

Umberto asintió y subió las escaleras con la comida.

El padre de Umberto no entendió nada y le preguntó a su mujer:

—¿Por qué no los dejas comer aquí? No es correcto si aún tienes prejuicios contra Albina. Ella ha sido muy buena contigo, si no la tratas bien, romperás nuevamente tu relación con tu hijo.

La Señora Santángel puso los ojos en blanco.

—¡Eres un tonto!

Sergio Santángel también miró a su hijo y sacudió la cabeza.

—Tú no tienes prisa en tener nietos, pero yo sí quiero bisnietos.

El padre de Umberto por fin entendió sus palabras y rápidamente bajo la cabeza para cenar.

Después de un rato, de repente levantó la cabeza y miró a Sergio Santángel.

—Papá, deberíamos preparar el compromiso con anticipación, la vez pasada solo lo hicimos hasta la mitad.

Hablando de esto, la Señora Santángel también se entusiasmó.

—Entonces voy a preparar una habitación y productos para los bebés.

Sergio Santángel negó la idea haciendo un gesto con la mano.

—No se precipiten, aún es temprano preparar estas cosas.

Umberto y Albina no sabían que los mayores ya habían comenzado a discutir el tema.

Cuando Umberto entró a su cuarto con la comida, Albina aún estaba dormida profundamente, su rostro estaba enrojecido, y sus brazos estaban colocados fuera de la colcha, inlcuso habían leves moretones en ellos.

Umberto puso la comida en la mesa, caminó hacia la cama, le dio pena despertarla en este momento, pero si Albina no comía ahora, definitivamente tendría hambre en medio de la noche y no podría dormir bien.

Se acostó a su lado y se pegó a sus mejillas, le dio un pequeño beso, apretó su mano y la llamó:

—Despierta querida, la cena está lista.

Después de llamar varias veces, Albina se despertó aturdida.

Estaba tan cansada que no quería ni moverse.

—No quiero comer, quiero dormir —dijo Albina vagamente. Estaba muy arrepentida de haber provocado a Umberto, quien era muy potente en la cama, y ahora ella se quedó sin energía para levantarse.

Umberto tomó sus manos, la levantó de la cama y la abrazó con una sonrisa.

—¿No tienes hambre? El abuelo no permite preparar bocadillos nocturnos por el bienestar de su salud, si no comes ahora, no podrás comer nada hasta mañana.

Después de escuchar esto, Albina abrió los ojos con dificultad y trató de levantarse de la cama.

Pero Umberto rápidamente la detuvo y le recordó avergonzado:

—Aún no estás vestida.

La mente de Albina estaba caótica en ese momento, por lo que Umberto tuvo que ayudarla a vestir. Preparó una toalla caliente y empezó a limpiar pacientemente las manos y las mejillas de Albina.

Después de un rato, Albina por fin se despertó y al descubrir que Umberto la había vestido, lo elogió levantando el dedo pulgar.

—¡Qué novio tan bueno tengo yo!

Umberto sacudió la cabeza y la corrigió:

—Es marido.

Albina se rio al escuchar sus palabras y luego sintió mucha hambre, entonces se apresuró a la mesa para sentarse a comer.

Apenas empezó a comer, de repente, le dio vergüenza.

—Mejor bajemos a cenar con todos.

Umberto le sirvió un poco de verdura y se rio.

—No te preocupes, fue mi mamá quien me pidió que nos comiéramos aquí.

Al escuchar esto, Albina se cubrió la cara con mucha vergüenza.

—No debí ser atraída por tu encanto, ¡qué estúpida soy!

Comentarios

Los comentarios de los lectores sobre la novela: La venganza de mi mujer ciega