La venganza de mi mujer ciega romance Capítulo 361

Cuando salieron, Santiago Barrios ya estaba borracho.

Umberto Santángel y Camilo Águila estaban despiertos. Vinieron en coche, por eso no bebieron mucho.

Santiago quería aliviar la pena con el alcohol. Bebía una y otra vez. Terminaron su reunión por su estado, él estaba completamente borracho.

Camilo lo sostenía, y lo veía murmurar. Lo golpeó suavemente por su malo aspecto.

—Nunca lo he visto así.

Los tres solían salir a beber y no bebían demasiado antes. Aunque a Santiago le gustaba fiesta, nunca terminaba así. Esta era su primera vez.

—Lo llevaré a casa.

Camilo quería irse cuando lo detuvo Umberto.

—Yo me encargo. Vive con Ariana Andino.

Camilo asintió con la cabeza. No conocía mucho a Ariana.

Lo ayudó a meter a Santiago en el coche de Umberto y le puso el cinturón de seguridad.

Pero de repente Santiago se despertó y quería salir del coche.

—¿Adónde vamos?

Santiago era tan fuerte que Camilo casi no logró detenerlo.

Umberto se acercó, y controló a Santiago en la silla con Camilo.

—A tu casa.

Santiago se tranquilizó y murmuró apretando los labios.

—Quiero ver a Ariana.

Camilo no sabía qué hacer al ver su aspecto tonto como si fuera un niño.

—Está en casa esperándote.

Santiago asintió con lágrimas en los ojos.

—Sí. Me está esperando en casa.

Al verlo quieto, Umberto entró en el coche y se puso el cinturón de seguridad. Quería despedirse de Camilo cuando Santiago gritó:

—¡Ariana!

Los dos se sorprendieron.

—¡Te quiero! —Santiago siguió— No hice amor con Natalia. Es un malentendido. No la quiero. Es a ti a la que quiero. ¡Te quiero!

Su voz era ronca y gritaba en voz alta. Varias miradas se posaron del coche por este ruido.

Umberto y Camilo notaron las miradas curiosas. Apretaron los dietes y aguantaron la ira.

Pero Santiago no se le dio cuenta y seguía gritando en su asiento.

Umberto no podía controlarse y apretó el volante.

—Cállate o te golpearé. Grita cuando regreses a casa.

—Ariana.

—¡Basta! Te llevaré a ver a Ariana.

Umberto no pensó que Santiago fuera tan molestoso cuando estaba borracho.

Camilo se rio y lo grabó con el móvil.

—Le enviaré este video mañana para que lo vea.

Santiago se tranquilizó cuando oyó las palabras de Umberto y se sentó silencionsamente en el asiento. Sus ojos estaban llenos de lágrimas y las mejillas rojas por el alcohol. Se secó las lágrimas y se arregló con espejo.

Arreglado, no parecía borracho.

Camilo y Umberto se fijaron en él. No sabían qué quería.

Luego de un rato, Santiago indicó la tienda de fruta con el dedo.

—A comprar uva. A Ariana le gusta la uva.

Camilo apretó los dientes. Miró su expresión firme y inspiró profundamente.

—Realmente te debí algo en mi vida pasada.

Camilo fue a la tienda corriendo.

Umberto volvió a ver a Santiago. Él estaba deseredándose el pelo, tenía las mejillas rojas y sus ojos estaban llenos de emoción por ver a su amante. Sentía lástima.

—Si la quieres tanto, ¿por qué hiciste cosas así? Todo lo que hiciste rompieron sus principios. Si ella no te quisiera, ya te habría abandonado.

Los dedos de Santiago se detuvieron y mordió tan fuerte sus labios que casi sangraron.

Umberto estaba mirando afuera, y no se le dio cuenta lo que hizo Santiago. Si lo miraba cuidosamente, notaría que sus ojos eran claros y no estaba borracho.

Después de unos momentos, Camilo regresó con uvas y arrojó la bolsa a los brazos de Santiago.

Este la agarró, miró las uvas y cambió su expresión.

—No están frescas.

Camilo se enfadó y apretó el puño. Quería golpearlo.

—Es muy tarde. Son las más frescas en la tienda.

Umberto no le hizo caso a Santiago. Se despidió de Camilo y arrancó.

En el regreso de la casa de Santiago, este estaba tranquilo. Abrazó las uvas y bajó la cabeza. No se comportaba como antes.

Pronto llegaron.

Umberto lo sostenía bajando del coche. Antes de que llamara la puerta, se abrió y apareció Ariana.

—Os he visto en el balcón.

—Estaba borracho. Lo lleve a casa.

Ariana vio a Santiago y frunció el ceño.

—¿Cuánto bebió?

Al ver a Ariana, Santiago empujó a Umberto. Llevaba las uvas y se detuvo frente a Ariana.

—Lo siento, no debí beber tanto. He comprado uvas para ti.

Ariana se fijó en él apretando los labios.

A Santiago se le aceleraba el pulso. Estaba tan nervioso que casi lloraba.

—Mi amor...

Su voz era débil. Ariana suspiró, aceptó las uvas y tomó la mano de Santiago para que no se cayera.

Umberto quería ayudarla, pero Santiago no dejó a Umberto tocarlo.

Abrazó el hombro de Ariana y apoyó su cabeza en ella.

Ariana no sabía qué debía hacer.

—Está muy borracho, así que lo llevaré a la habitación. Ten cuidado al regresar —le dijo a Umberto.

Umberto asintió con la cabeza. Él no era una persona amable, pero al ver a Santiago, quien se apoyó en Ariana por el alcohol, y le explicó:

—Te quiere mucho y no te ha traicionado.

Al oír eso, Ariana se detuvo y luego rio.

—Lo sé.

Umberto se sorprendió. Creía que Ariana discutía con Santiago por su traición.

Ella miró a Santiago suavemente.

—No me ha traicionado. Si lo hiciera, me lo diría. Es un hombre honesto. No me dijo lo que pasó solo para evitar un malentendido.

Ariana no se dio cuenta de que Santiago se puso rígido y la abrazó con más fuerza mientras fruncía los ceños sin conciencia.

Ella no habló mucho y se despidió de Umberto.

—Gracias por llevarlo a casa. Lo cuidaré bien.

Umberto apretó los labios y asintió con la cabeza.

Ariana cerró la puerta, guardó las uvas y llevó a Santiago a la habitación lentamente.

Cuando lo puso en la cama, estaba agotada.

Era una mujer delgada y Santiago, fuerte y alto. Cuando lo dejó en la cama, le dolía el brazo.

Pero no se quejó. Le quitó la chaqueta y zapatos y le cubrió con la manta suavemente.

Después de todo eso, se detuvo en la cama para mirar a Santiago y luego salió.

La puerta no se cerró, por eso se oyó claramente el ruido del agua.

Santiago abrió sus rojizos ojos. No podía hablar y apretó la ropa estrechamente. No sabía por qué le dolía mucho el pecho.

Cerró los ojos cuando oyó pasos.

Pronto sintió una toalla templada y mojada. Ariana le estaba limpiaba la cara.

Cuando terminó, Ariana quería salir, pero Santiago le agarró de la muñeca.

Ella se detuvo y giró la cabeza. Vio a Santiago mirarla con ojos rojos y le dijo en voz ronca:

—Me duele el estómago.

Estaba borracho y lamentable. Era alta la temperatura de su cuerpo, especialmente la mano.

Ariana se sorprendió y le tocó la frente.

—¿Tienes fiebre?

Sin embargo, su frente estaba fría.

—Me duele el estómago —Santiago le indicó con el dedo. No comió nada durante todo el día y bebió mucho, así que empezó a tener dolor de estómago.

Ariana suspiró. Se sentó en la cama y le acarició el estómago.

—Estás enfermo del estómago, ¿por qué bebes tanto? Espera, te serviré una sopa. Bebe y toma la medicina.

Santiago escuchó su voz y se fijó en ella. Especialmente cuando ella se acercaba, miraba atentamente su fina cara y sus brillantes ojos.

Él estaba completamente seguro de que la amaba.

—Ariana, te trataré bien, así que no me dejes.

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