Albina tenía un gusto increíble, y no gastó mucho tiempo en encontrar ropa para Miguel.
Miguel era igual que Umberto. Incluso en el verano, estaba acostumbrado a vestir trajes. Antes, cuando ella se encontraba con él, si no llevaba el uniforme de doctor, sería en traje negro. Los dos eran muy aburridos, aunque él tenía una apariencia hermosa, se veía un poco distante.
Esta vez, ella eligió una simple camiseta blanca y un par de jeans. Eran de un estilo joven y fresco.
Cuando la vendedora vio que había elegido este conjunto de ropa, dudó en decir algo, pero al echarle un vistazo a Miguel, quien estaba parado detrás de Albina y viendo a Albina con ternura, no dijo nada.
Ese conjunto de ropa parecía demasiado juvenil para el temperamento de este hombre.
—Miguel, ven aquí y pruébate estos.
Finalmente, Albina tomó una decisión y le pidió que dejara las bolsas de sus manos, y puso las dos prendas en sus brazos para que se cambiara.
Solo entonces él notó el estilo de la ropa en sus manos. Se sorprendió por unos segundos, pero luego fue a probárselos obedientemente.
Mientras fuera elegido por Albina, incluso si fuera un trapo sucio, se lo pondría en su cuerpo con gusto.
Cuando Albina estaba eligiendo ropa, había notado la expresión de la vendedora que estaba a su lado. Ahora, al verla mirando en dirección del probador con preocupación, sonrió y se puso a elegir un traje.
El conjunto de ropa que acababa de elegir fue una idea espontánea, ella solo quería ver cómo le quedaría.
Después de un rato, Miguel salió del probador. Al escuchar el sonido, Albina y la vendedora se volvieron la cabeza, y cuando vieron al hombre, se quedaron sorprendidas.
Miguel agarró el dobladillo de la camiseta, y al ver que Albina estaba mirándolo, su cara se enrojeció un poco.
—No me queda bien, ¿cierto?
Se podía saber que él estaba nervioso con solo escuchar su voz.
Albina se digirió a él apresuradamente y lo hizo girar unas vueltas, pero no le respondió.
Él pensó que la ropa no le quedaba bien, y estaba a punto de correr al probador.
—Voy a cambiarme.
—No, por favor —ella lo detuvo de inmediato y lo llevó al frente del espejo—. Ven y echa un vistazo.
Miguel se paró frente al espejo, y cuando vio a la persona en el espejo, se quedó perdido por un momento.
Casi nunca se vestía con este tipo de ropa. Incluso cuando era un adolescente, vestía más camisas blancas. Siempre creyó que no le quedaba bien este estilo de ropa.
Sin embargo, inesperadamente, le quedaba increíble.
Con la camiseta blanca y los jeans negros, se veía aún más joven y parecía un chico de universidad.
Era muy guapo, y no tenía ningún rastro de tristeza ni depresión.
—No lo esperabas, ¿cierto? —la voz de Albina llegó a su oído.
La mirada de Miguel se posó en el perfil de la cara de ella y asintió con su cabeza.
—Cierto.
Ella sonrió, lo ayudó a arreglar las arrugas en la solapa y se agachó para ayudarlo a ajustar los pantalones.
Él se sintió un poco avergonzado y rápidamente quiso ayudarla a levantarse. Pero ella terminó de ayudarlo muy rápido, le dio unas plamaditas en sus hombros, y le guiñó.
—Doctor Miguel, estás superguapo. Si andas así en el hospital, absolutamente robarás el corazón de muchas de las enfermeras.
Sus palabras lo aturdieron. De repente, recordó que después de la operación de los ojos de Albina, cuando ella lo vio por la primera vez, también le guiñó y dijo las mismas palabras.
La vendedora también no paraba de darle elogios.
—Su esposa realmente tiene un buen gusto. Usted se ve tan guapo y joven...
Albina levantó su barbilla con orgullo.
—Por supuesto, Miguel es como un modelo natural. Le quedará bien cualquier ropa.
Él escuchó sus palabras, bajó la cabeza y sonrió. La tristeza en su corazón se disipó por alguna razón.
Después, sacó su tarjeta y se lo dio a la vendedora para pagar.
Cuando salieron de la tienda, de repente sacó una pequeña caja de su bolsillo y se la entregó a Albina.
—Albina, te lo devuelvo.
Ella miró la pequeña caja negra, la tomó con algunas dudas y la abrió.
Los dos aretes de perlas brillaban hermosamente en la caja.
Los ojos de Albina estaban húmedos, ella se apresuró a abrazarlo, y le susurró al oído.
—Miguel, gracias. Por favor, no vayas a la comisaría. Le diré a todos que solo fui a un viaje contigo con mi propia voluntad. No...
—Albina —la dio una palmadita en su espalda—, no digas tonterías, todo fue mi culpa.
Luego, la soltó y sonrió.
—A lo mejor sea bueno para mí ir a la comisaría. Umberto ya sabe que hice esto, y no me va a dejar en paz. Si voy a la comisaría, tal vez no me vaya a hacer nada más.
Sonrió ligeramente y agitó su mano hacia ella.
—Vete y no pierdas más tiempo. Has estado desaparecida casi un día, todos de la familia Santángel deben estar muy preocupados.
Albina lo miró por última vez, luego se dio la vuelta y se fue.
Miguel miró su espalda, se quedó parado ahí durante mucho tiempo y luego murmuró:
—De hecho, debería ser yo quien te lo agradezca.
Después de un rato, los guardaespaldas que estaban a la puerta vinieron al lado de Miguel y le informaron.
—La señorita Albina se ha ido del centro comercial.
La expresión de ellos era complicada, no entendían por qué Miguel la había dejado ir tan fácilmente cuando había dedicado tanto esfuerzo a crear esta villa y logró sacar a Albina de la ceremonia del compromiso debajo de los ojos de la familia Santángel.
Miguel no hizo caso a sus dudas y les dio las bolsas que tenía en sus manos.
—Mándenlas a la familia Santángel...
Hizo una pausa y miró a los guardaespaldas.
—Díganle al hombre que está siguiendo a Albina que tenga mucho cuidado y que no deje que la lastimen.
Estos eran los guardaespaldas privados de Miguel. Desde que era un niño, ya estaban a su lado para protegerlo, así que al ver esto, no pudieron evitar preguntar:
—Señor Miguel, ¿por qué usted no la envía de regreso? Así, los de la familia Santángel sabrán que usted realmente se preocupa por ella.
A lo mejor, la familia Santángel lo perdonaría por eso.
Comentarios
Los comentarios de los lectores sobre la novela: La venganza de mi mujer ciega
que pasa con el final de esta novela solo llega hasta 577 ?...