La venganza de mi mujer ciega romance Capítulo 434

Miguel escuchó las palabras de los guardaespaldas, y les echó una mirada feroz.

Ellos se dieron de que habían pasado el límite, bajaron su cabeza con respeto y no dijeron más.

Solo entonces Miguel retractó su mirada, y miró la dirección en la que se había ido Albina, perdiéndose en sus pensamientos.

¿Por qué no la había enviado de regreso él mismo?

Porque temía que en el camino de regreso, se pondría reacio a dejarla ir, cambiara de idea e hiciera cosas que la pudieran decepcionar.

¿Por qué no habría informado a la familia Santángel él mismo?

Porque fue él quien había hecho todo, y no quería encubrir sus errores. Tenía que aguantar la ira de la familia Santángel y Umberto, sin importar cómo grave fuera.

Cuando Albina escapó por la puerta, sintió algo frío en sus mejillas. Extendió la mano y se tocó las mejillas, descubrió que estaban cubiertas por lágrimas.

—Miguel... —ella murmuró.

Estaba a punto de tomar un taxi para volver a casa, hasta que sintió que el bolsillo de su falda estaba abultada. Se sorprendió por un segundo, y sacó las cosas del bolsillo.

Era un rollo de billetes que aún radiaba un calor, debió ser puesto en su bolsillo cuando Miguel la abrazó.

Incluso él había preparado esto.

Ella no sabía cómo se sentía en este momento, sus sentimientos estaban muy complicados.

Sin embargo, no tenía tiempo para pensar demasiado. Cuando estaba por tomar un taxi, de repente un hombre vestido con harapos y de piel oscura se acercó corriendo a ella como un loco.

Ella sintió que esta persona era un poco familiar, y antes de poder hacer algo, fue agarrada por el cuello y sintió una fría daga en su cuello.

La sangre en el cuerpo de Albina parecía estar congelada y todo su cuerpo se puso rígido.

El hombre que Miguel mandó había mantenido cierta distancia con Albina para que ella no lo viera. Por tal razón, fue un poco tarde para él llegar a su lado a salvarla. No podía hacer nada más que verla ser agarrada por el hombre y quedar como rehén.

El guardaespaldas se quedó atónito. Creía que Albina podría regresar a la casa sin problemas, pero no se había imaginado que ella tuviera tan mala suerte y se hubiera encontrado en una situación como esta.

Se apresuró a sacar su móvil y llamó a Miguel. Miguel aún no se había ido. Cuanto más gente hubiera, mejor control podrían tener.

El hombre que agarró a Albina parecía loco y sostenía una daga. Las personas de alrededor estaban asustadas por esta escena, y se escaparon, dejando un espacio gigante para ellos dos.

El guardaespaldas no se atrevió a hacer nada precipitadamente y se escondió entre la multitud, haciendo llamadas con una expresión nerviosa.

Finalmente, la llamada fue atendida, y le llegó una voz fría desde el otro lado.

—¿Ha tomado el taxi con seguridad?

—Señor Miguel, ha pasado algo horrible. Cuando la señorita Albina iba a subirse al taxi, apareció un lunático y la agarró. Ahora está amenazándola con una daga. La situación está muy mal. Parece que tiene enfermedad mental... —le respondió con ansiedad el hombre.

La persona de Miguel estaba observando al hombre, vio que su rostro estaba todo bronceado y parecía haber llevado mucho tiempo trabajando en el campo. Era de mediana estatura y delgado, pero tenía algo de músculos, debía ser un obrero.

Miguel sostuvo el móvil con una mano y salió corriendo del centro comercial con sus guardaespaldas, mientras le mandaba órdenes a la persona que estaba afuera.

—Quédate cerca para vigilar cada movimiento de esa persona, y no hagas nada sin cautela. Si ves que realmente quiere hacerle algo, haz todo lo que puedas para salvarla. Ahora vengo con más gente.

Luego, colgó la llamada y corrió apresuradamente a ese lugar.

Resultó que no necesitaba buscar el lugar en absoluto. Tan pronto como salió del centro comercial, vio la escena. Había mucha gente reunida ahí. Toda la gente se quedaban lejos, apuntando con sus dedos el espacio vacío en el medio y charlaban entre sí.

Albina, quien estaba vestida una falda blanca y tenía un rostro hermoso pero pálido, estaba siendo agarrada por un hombre detrás de ella.

La expresión del hombre era loca, agarraba el cuello de Albina, y gritaba a las personas que estaban alrededor.

—¡Aléjense! ¡No se acerquen! De lo contrario, la mataré.

Al principio, Albina pensó que solo tuvo mala suerte y se encontró con un loco que no sabía de dónde venía, pero cuando el hombre comenzó a hablar, ella recordó quién era.

Resultó que era Alex Espina, su supuesto primo.

Él la miró con avidez, como si estuviera mirando una pila de billetes.

—No esperabas acabar en mis manos, ¿verdad? Fuiste muy presumida en ese tiempo, ¿no? Nos tenías bajo el pie a mí y a mi papá, y te consideraste mejor que nosotros. Te quería matar. Ahora que por fin tengo la oportunidad, ¡te haré pagar todo lo que me debes a mí y a mi papá!

—¿Te debo a ti y a tu padre? —se burló Albina— ¿Has perdido la memoria? ¿Quién le debe a quién? Fueron tú y tu padre los que eran despiadados. Se confabularon con otros, mataron a su propio pariente, se apropiaron del dinero de mi familia y ayudaron a Yolanda a causarme problemas. Por dinero, incluso mataron a mi papá. ¡Él era tu tío y el hermano de tu padre! He sido muy misericordiosa al dejarlos vivir. ¿Ahora me dices que les debo?

La voz de Albina era clara y llena de disgusto.

Por un tiempo, Alex no sabía cómo refutarla y se angustió.

—Tu padre se lo merecía. Tenía una empresa muy rentable, pero no quería ayudar a mi familia. ¿No había dicho que él y mi papá eran buenos hermanos? ¿Por qué no había regalado la mitad de su empresa a mi papá? ¡Él era un hipócrita! Prefería donar el dinero a los orfanatos, a los estudiantes pobres que no tenían ninguna relación sanguínea con él, pero no quiso darme nada. Soy el único hijo de nuestra familia, y tú eres solo una huérfana que adoptaron. ¿Por qué te trataban tan bien e incluso planeaban dejarte todas las propiedades?

Albina giró ligeramente la cabeza y vio el resentimiento y la locura en los ojos de Alex.

Sus padres habían dedicado muchos años de arduo trabajo para construir una empresa así. Todo el dinero lo habían ganado con sus propias manos y tenían toda la libertad de dárselo a quien quisieran.

¿Qué derecho tenía Alex para quejarse? Sin mencionar que su padre le había dado suficientes beneficios a su familia. Incluso si no se lo hubieran dado, ellos no tenían el derecho a quejarse.

Ella no quería decirle nada, así que miró a la multitud a su alrededor y frunció el ceño, reflexionando las posibles maneras de escapar.

Si Alex realmente quería matarla, lo habría hecho en el momento en que la agarró, pero no lo hizo.

Mientras sostenía la daga y la amenazaba, miraba a su alrededor con atención y ansiedad, como si estuviera buscando algo.

Los ojos de Albina se giraron, y de repente, ella dijo:

—Alex, estamos rodeados por mucha gente. Solo tienes una daga y la policía aún no ha llegado, pero seguramente alguien ya la llamó. Si me matas ahora, te aseguro que no vas a poder escapar. El destino que tendrás será terminar en la cárcel.

Después de terminar de decir estas palabras, ella hizo una pausa a propósito, y sintió que el cuerpo de Alex se congeló un poco.

Este acto le dio una gran esperanza.

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